La nota publicada este martes por la mañana, en referencia al 46 aniversario del Tampierazo en nuestra ciudad, generó en su oportunidad diferentes repercusiones.

Una de ellas fue el papel del Estado Municipal, cuyo rol en el hecho acontecido no se evidenciaba claramente. El otro punto en cuestión se refiere a la muerte del joven de 17 años Rubén Molina, víctima del enfrentamiento entre la Guardia de Infantería y los manifestantes.

Sobre estos temas gira este artículo con el objetivo de dilucidar dos hechos destacados y de los cuales se labraron diferentes hipótesis. Cabe recordar que El Tampierazo reflejó una huelga de tinte salarial donde los obreros de la fábrica fideera reclamaban por sueldos adeudados, pero luego se convertiría en una revuelta social, con intervención del gobierno provincial, represión policial, muerte y saqueos.

Para el primer ítem El Periódico dialogó con Adolfo Astegiano, abogado y secretario de Gobierno del municipio que dirigía por esa época Mariano Planells, perteneciente al partido Peronista.

Para el ex funcionario, tal manifestación sucedida en los años 70 se debió a una resistencia hacia el modelo de sociedad conservadora representado por la familia Tampieri: “Creo que la reacción no fue directa contra la firma sino que se usó a la familia como signo de una sociedad que algunos grupos veían como conservadora. Ellos fueron los industriales por excelencia de San Francisco”, declara el entrevistado.

Evocando lo sucedido, Astegiano explica que cuando estalla la crisis del 73 existía en el país una inflación importante y la empresa fideera comienza a tener graves problemas financieros: “Se pusieron precios máximos y los productos salían de fábrica con los costos impresos teniéndose que vender de esa forma; había un control de precios importante”, aclara, agregando que “allí la empresa empieza a tener problemas financieros y existe la falta de pagos de haberes en un momento donde había muchos dirigentes gremiales de peso en la ciudad”. 

La fábrica se encontraba tomada mediante asambleas desde hacía una semana y el 29 de julio de 1973 se decreta un paro de actividades para el día siguiente. Pero el conflicto no se hizo esperar y sucedió esa misma fecha.

“Una vez decretado el paro el Municipio no tiene participación porque fue un conflicto obrero”, sostiene Astegiano, quien de todos modos presenció el acto sucedido en frente de la fideera junto al secretario de Hacienda, un contador de apellido López. 

Una vez finalizado el discurso de los oradores todo se sucedía con normalidad pero minutos después, pasando los manifestantes la calle Echeverría, comienzan los desmanes en frente de la vivienda de uno de los nietos de Tampieri donde queman un auto y parte del living de la casa.

Astegiano en ese momento se encontraba en su despacho cuando desde la jefatura policial lo llaman por teléfono avisándole sobre el conflicto.

“Me dirijo a la policía y me dicen que había en una de las casas de Tampieri una mujer (suegra de uno de los nietos) descompuesta. En ese momento acompañé a la policía porque conocía a varios de los que se encontraban manifestando y pudimos entrar”, recuerda el abogado.

El panorama no era el mejor: “Tuvimos que entrar por la ventana al estar todo el frente quemado y allí aparece un familiar que nos apunta con una pistola; en ese momento me identifico y le expreso que fuimos a ayudar. Al final pudimos sacar a la mujer”, aclara el ex funcionario municipal.

La gravedad del suceso mostraba que el hecho había dejado de ser sólo un problema gremial. Llega la guardia de infantería y el terror invade las calles de San Francisco.

“La situación era para asustarse, fuimos a esperar Atilio López (vicegobernador de la provincia de Córdoba) al Aeroclub y luego nos vamos a una casa ubicada en el parque industrial donde se realiza una reunión con gremialistas, en la que si participa el intendente Planells,”, confiesa el entrevistado.

Luego los mandatarios locales y provinciales se dirigieron hacia el edificio de la policía donde estaban los detenidos y le piden al juez de instrucción que los libere. El objetivo era parar una nueva avanzada de manifestantes hacia la guardia de infantería y así evitar otro choque de fuerzas. Es aquí donde López se dirige hacia la muchedumbre para calmar las aguas.

Años después, luego de la intervención de la empresa, el gobierno de la provincia decide en una reunión conjunta con el gobierno municipal decretar la quiebra de la empresa.

Por último, Astegiano sostuvo que no existió diferencias entre los funcionarios que dirigían la ciudad con respecto a quienes manejaban el gobierno provincial: “Éramos muy amigos de Obregón Cano, estábamos en esa línea, después vino la intervención y luego llega Vercobic Rodríguez a finales del 75, quien también era amigo de Planells”, concluye.

La muerte de Molina

La represión deja como saldo un muerto, Rubén Molina de 17 años y varios heridos. La versión más fuerte de los hechos expresa que el joven fallecido habría participado como mero espectador, por lo que no pertenecía a la fábrica. Esta situación agudiza aun más el accionar de los manifestantes que se dirigen hacia el centro de la ciudad, rompen vidrieras y saquean la armería Curtino.

Según se comenta, la muerte de Molina le fue endilgada a un policía que con el tiempo habría sido trasladado por la fuerza a otra localidad. Sin embargo, desde otro sector se sostiene que el chico recibió una bala por error desde atrás, donde se encontraba el grueso de la gente y no desde adentro de la casa, cubierta por policías.

Con el tiempo se habría ordenado una investigación por parte del gobierno de Obregón Cano y se llegaría a la conclusión de que no fue la policía quien mató al joven, pero el dictamen nunca habría salido a la luz debido a que el gobernador provincial por ese entonces fue destituido poco tiempo después.

El médico forense que realizó la autopsia de Molina por ese entonces, fue Juan Barberi Forno, quien ese día observaba las corridas desde la terraza del edificio Belgrano, su lugar de residencia. Al ser consultado sobre el resultado que arrojó la autopsia, Barberi Forno fue contundente: “Recuerdo que lo mataron por la espalda, el proyectil entró por la cara posterior del tórax generándole una muerte instantánea”, explicaba tiempo atrás ante la consulta de El Periódico.

Sin embargo, a la muerte de Molina se la intentó usar políticamente. Tal es así que sus padres decidieron sepultarlo al amanecer en el cementerio de Plaza San Francisco, tratando de evitar una movida de importante envergadura.

Los desaparecidos del Tampierazo del 73

En la madrugada del 12 de mayo de 1976  fueron secuestrados en su domicilio los destacados dirigentes cordobeses del Frente de Izquierda Popular (F.I.P.), Gustavo Gallardo y su mujer Nora Peretti. Ambos habían creado dicho frente en 1972 logrando alcanzar en San Francisco, el mayor desarrollo político de toda la provincia de Córdoba.

Esa misma noche desaparece también Oscar Ventura Liwacki, Secretario de la CGT por ese entonces, todos responsabilizados de organizar el Tampierazo.