Cuando inició el 2022, a Antonela Cometto la invadieron los malos recuerdos. Nuevamente contagiada de Covid-19, debió aislarse junto a su pareja como había hecho exactamente un año atrás. Aunque en esa oportunidad, además, debió sobrellevar un golpe peor: un diagnóstico de cáncer de cuello útero.

Pese a la agresividad del tumor que le fue hallado de manera milagrosa, Antonela pudo superarlo en poco tiempo. Por eso, el último 9 de enero, en vez de bajonearse por lo que ya había pasado y vencido, decidió celebrar. Cocinó una torta, le puso una vela y asumió que estaba viviendo una nueva vida.

“Estaba en aislamiento, otra vez sola con Valentín y noté como que empezaba a repetir la historia. Entonces me dije: ‘o me largo a llorar otra vez o le ponemos onda’. Elegí lo segundo. ¿Por qué tiene que ser algo doloroso? Todo lo contrario, es algo lindo porque hoy estoy libre de cáncer”, resalta a El Periódico la protesista dental de 31 años.

Pese a ello, Antonela siente una espina clavada ya que no podrá convertirse en madre naturalmente debido a una histerectomía a la que fue sometida como parte de su tratamiento para curarse. Pese a ello, está dispuesta a vivir lo que venga.

El sangrado, la advertencia

El 9 de enero de 2021 fue un día caótico y triste para Cometto y su familia. Le diagnosticaron el agresivo cáncer, aunque los problemas en su salud aparecieron el día 5 de ese mismo mes.

“Fue un martes 5 de enero que empecé de manera espontánea con una hemorragia inusual. Llamé a mi ginecóloga que no estaba en la ciudad y me dijo que podría tratarse de un aborto espontáneo porque hacía 2 años que buscábamos un embarazo. Me dio una medicación para cortar con el sangrado y el jueves tenía que ir a verla”, recuerda.

Dos días después llegó al control y la situación era similar, ya que el sangrado seguía. Le practicaron una ecografía de abdomen y la internaron. Por la tarde obtuvo el resultado de sus estudios: un mioma en el endometrio, lo que motivaba el sangrado.

Le realizaron una colposcopia, luego le dieron el alta y le advirtieron que debía volver a sangrar en forma normal en 10 días, no antes. Sin embargo, horas más tarde la historia se volvió a repetir. Su pareja la llevó urgentemente a la clínica y quedó internada. Le practicaron una resonancia magnética y confirmaron la presencia de un tumor.

“En tres días pasó de todo, fue una cosa de locos porque pasaba de un diagnóstico a otro”, cuenta.

Miedos y operación

Antonela reconoce lo durísimo que fue recibir el diagnóstico ante el miedo que genera padecer un cáncer de cuello de útero, una de las principales causas de mortalidad en el país en mujeres: “Tuve miedo, incertidumbre porque era un tema que desconocía por completo. No me había tocado pasar por el cáncer de nadie, de ningún familiar, amigo”, explica.

Enseguida, sus padres comenzaron a averiguar con otros médicos de Córdoba, entre otros lugares, en busca de segundas opiniones. Pero como si fuera poco, también le detectaron Covid-19, lo que le impidió hacer viajes.

Pese a todas las pálidas, la joven sanfrancisqueña consiguió que el médico especialista José María Mariconde acceda a verla en el área de Covid de la clínica donde se atendía.

Superó un cáncer y un año después lo celebró como un cumpleaños: “Me devolvieron a mi vida normal”

Aún hoy mantiene latente lo que le dijo este doctor apenas la vio: “Me dijo que tenía dos noticias para darme. La primera era que tenía un cáncer extremadamente agresivo, invasivo, que hace diez años era el motivo de mortalidad número 1 en el país en mujeres. La otra era que él me operaba, me lo sacaba y en dos meses estaba volviendo a mi vida normal libre de cáncer y jugando al pádel como a mí me gusta”.

No obstante, una nueva mala noticia llegaría ya que por el tamaño del tumor, unos tres centímetros, debían hacerle una histerectomía, situación que le quitó el sueño de ser madre naturalmente: “En la operación me sacaron útero, cuello y un tercio de vagina. Me dejaron los ovarios por dos motivos: para hacer fertilidad y para no entrar en menopausia directo. La operación fue exitosa. Me saco el sombrero todavía con la excelencia del médico”, resalta.

Antonela remarca en varios momentos sus miedos vividos pero también que su cáncer duró cuatro meses y medio: “No puedo dejar de pensar en la gente que la pelea o la peleó muchos años”.

Tratamiento novedoso

Con el tumor extirpado, sin metástasis, pero por el tipo agresivo de cáncer que sufrió su oncólogo le recomendó hacer rayos y quimioterapia. Allí la invadió una tristeza grande al imaginarse sin su cabello: “Era difícil pensarme sin pelo”, aclara.

Cometto cuenta que su hermana Agustina, buscando información sobre pelucas, dio con una página que se llama "Quimioconpelo" y se la mostró. Se trataba de un método con gorros tipo cascos caseros, realizados con geles refrigerantes que los utilizaban durante las sesiones de quimioterapia para no perder el cabello.

Para ello necesitaba cinco geles por cascos, ya que cada quimio duraba cuatro horas y había que cambiarlos cada media; también necesitaba 10 cascos en total. Para conseguirlos se armó toda una movida que demostró la solidaridad de la gente: “Era difícil conseguirlos por el tiempo que tenía. Hice una publicación en Instagram un jueves y al día siguiente mucha gente se movilizó y tenía los 10 cascos en mi casa. Mucha gente compartió mi pedido mi pedido, fue impresionante”, rememora todavía con sorpresa.

Sin dudas valió la pena ya que dieron el resultado esperado: pese a la quimio, no perdió el cabello en cantidad, pero sí algo de volumen.

El alta y el deseo de ser madre

El 14 de mayo del año pasado Antonela recibió el alta médica definitiva. Reconoce que la hemorragia con la que empezó toda esta peripecia fue fundamental para detectar el tumor que tenía, ya que a través de un PAP no iba a surgir: “Era un tumor en el medio del cuello de útero que si no lo descubríamos iba a seguir creciendo y se volvía inoperable”.

Por otra parte, la protesista dental sabe que no podrá ser madre de manera convencional, aunque se metió en el mundo de la fertilidad para saber qué opciones tenía. Fue así que en marzo pasado realizó junto a su pareja una técnica de fecundación in vitro para congelar un embrión y tener la chance cuando lo desee de ser madre biológica a través de una subrogación de vientre.

Celebrar la vida

Antonela entiende que tiene mucho por agradecer al poder descubrir a tiempo la enfermedad, lo que le valió hacer un tratamiento médico rápido y efectivo.

Manifiesta también que cuando le dieron el alta sintió que la devolvieron a su vida normal, esa que –agrega- le sacaron para transitar un cáncer.

“Después que lo curé volvieron a ponerme en el lugar que corresponde. Fueron cinco meses donde no trabajé, donde no era mi vida, me sacaron del mundo. Luego fue un mar de lágrimas porque se le sumó lo de la maternidad; estoy en una edad donde todas mis amigas están siendo madres o llevan un embarazo. Entonces me dije ‘tengo que hacer algo’. Empecé a hacer yoga, ir a la psicóloga y hacer cosas que me hagan sentir bien para superar lo vivido. Emocionalmente estoy bien, puedo contarlo y no me pasa nada”, subraya.

Al momento de apagar la vela hace unos días, más que un deseo Antonela esbozó un gracias gigante. Y no es para menos, sintió que volvió a nacer y que estar con vida es el regalo más preciado.