“Se ha desatado como una pandemia de suicidios en gente joven y eso habla mucho de la situación general. La incertidumbre, el malestar, la falta de proyectos; eso hace que haya gente que se ahoga, se asfixia y toma decisiones drásticas. Lo raro es que son muchos jóvenes menores de 35 años y esto hace 15 años atrás era rarísimo”, describió el médico psiquiatra y forense del Hospital Iturraspe, Mario Vignolo.

Y es que según datos de la oficina de estadísticas del Hospital Iturraspe, el 2021 superó la cantidad media de suicidios anuales que rondaban entre 25 a 28 casos en el departamento San Justo. El año pasado fueron 34 personas las que decidieron quitarse la vida, con lo cual se transformó en el segundo año con mayor cantidad de estos hechos de la última década.

 “A nivel general la gente que está muy alterada, quien más quien menos, viene sufriendo por la pandemia, ha influido el encierro, la falta de contacto y de contención psicológica incluso. Después desde que inició la pandemia aumentó el consumo de drogas y psicofármacos en forma significativa y en los jóvenes vemos mucha relación de las drogas con el suicidio”, añadió Vignolo en diálogo con El Periódico.

El 2021 se ubicó detrás del 2017 que sumó 35 casos; en 2014 hubo 31 y en 2016, 30. El resto de los años de la última década no superaron los 25 hechos. Pero lo que más llamó la atención al profesional médico fue que en el cierre del año pasado se registraron cuatro casos en una semana, un número “inusual y llamativo”, según Vignolo.

A su vez, el 2022, precisamente el día 5 de enero, comenzó con otro caso en zona rural de Miramar, luego de que un hombre de 74 años decidiera poner fin a su vida. Y el último jueves, un hombre de 90 años intentó suicidarse en San Francisco, pero como resultado quedó hospitalizado con muerte cerebral.

Cada vez más jóvenes

Un dato impactante en el análisis de la suicidiología en la región del departamento San Justo es el descenso en las edades de las personas que toman esta drástica decisión.

“Es preocupante siempre que se registran estas muertes. Con la pandemia han aumentado los casos, no de forma significativa pero sí ha disminuido la edad y eso es lo que preocupa”, dijo el médico, quien advirtió que la edad media en estos casos ronda los 35 años.

Solo por contabilizar los últimos días de 2021, decidieron quitarse la vida una joven de 21 años de Arroyito; un hombre de 30 de la localidad de La Francia; otro en Colonia San Bartolomé; un menor de 13 también en Arroyito y otro de 17, en jurisdicción de Alicia, según datos relevados por El Periódico.

Uno de los datos estadísticos que se mantienen es que quienes llegan a esta dramática decisión son en su mayoría hombres: un 80 por ciento contra un 20 de mujeres.

“No podemos ocultar y negar los casos de suicidios, debemos tratarlo de la mejor manera, es algo que hay que prestar atención antes de que ocurra y no lamentarnos cuando ya pasó. No hay que conjugarlo en pasado hay que hacerlo en presente, si vemos un amigo a la pareja, o ex pareja que está mal, es nuestro deber acercarnos y tratar de escuchar. A veces un simple gesto puede salvar una vida”, aconsejó Vignolo, que también agregó: “Hay que insistir en la gente y en el entorno que cuando una persona esté con cuadros depresivos o bipolares que se trate profesionalmente, porque justamente terminan siendo los detonantes”.

Vignolo fue determinante al manifestar que antes se elaboraban los suicidios, mientras que “ahora se producen en un corto tiempo, sin un cuadro previo y eso es más preocupante porque no hay aviso”.

Por ello, el médico psiquiatra y forense pidió estar alerta. “Después surgen los cuestionamientos que ‘a mí me parecía’, ‘yo lo veía raro’, siempre en pasado, nunca lo vemos en presente para acercarse y tratar de ayudar. El suicida no es alguien que quiere morir, es alguien que tiene miedo de vivir. Es gente atemorizada, ahí debe aparecer el entorno, los amigos, la gente querida, para ayudar a quitar esos temores”, cerró.

2021 fue el segundo año con más suicidios en la última década

Los casos que me marcaron

El suicidio es un tema que duele, quizás como ningún otro, porque combina situaciones sensibles a nuestra existencia: la muerte y una decisión que el resto de los que seguimos en este mundo no terminamos de entender ni dimensionar.

Pero los expertos insisten en que hay que hablar del suicidio, ponerlo arriba de la mesa. Ponerle palabras porque es la única manera de prevenir.

Personalmente, en el 2021 que se fue, también decidieron irse dos amigos -Cristian y Germán-, uno quizás más cercano que otro, pero el shock que ambos casos me produjeron todavía me angustian. No puedo imaginar el dolor desgarrador de sus familias, simplemente es algo inconmensurable.

Es cierto que no los vi venir, o no pude discernir en su momento lo que cada uno atravesaba, tal vez por el mismo ensimismamiento al que nos lleva la rutina diaria. No lo sé, todavía hoy me lo pregunto.

El suicidio es una problemática en crecimiento, lo demuestran las estadísticas y la prevención a veces no es sencilla. A veces las señales son leídas y oídas a tiempo y a veces no. Y no es sencillo. A esto sumado que en San Francisco, por más que se insistió y se probó, no existen actuales estrategias para ayudar a las personas con conductas suicidas.

Por eso me parecieron interesantes algunas propuestas que el psicólogo Alejandro Schujman planteó en una nota con el diario Clarín: “Ante cualquier duda consultar y pedir ayuda a profesionales de la salud mental. Es mejor pecar por exceso que menospreciar las señales que dan las personas en riesgo. En algunos casos la ideación suicida aparece en el contexto de una enfermedad mental que debe ser atendida para que la ideación suicida remita (depresiones, trastornos de personalidad, trastornos por consumo de sustancias psicoactivas por ejemplo)”.

También y no menos importante, el profesional aclaraba: “Hablar sin eufemismos de lo que pasa. Contrariamente a la creencia popular, hablar del suicidio no mata”.

“A menudo las personas que tienen conductas suicidas (cualquier acto que tenga como finalidad la muerte) -agregó- verbalizan que ya no tienen más ganas de vivir. Asustarnos o menospreciar el dolor de un ser querido es un error. Hay que escucharlo, hablar de cómo se siente y ayudarle a buscar ayuda profesional. Preguntarle a una persona directamente acerca del suicidio suele reducir la ansiedad que rodea el sentimiento; la persona se puede sentir aliviada y mejor comprendida”.

Y por último, lo más importante: “No dejar a la persona sola. Ante la duda razonable, el acompañamiento permanente como primera medida es esencial”.