El Centro comunitario La Virgencita se transformó en un faro de aprendizaje para dos hermanas que decidieron juntas terminar sus estudios primarios. En una tarde de diciembre de esas que no llovió, pero sí hizo mucho calor y humedad, fueron a recibir su diploma.

Se llaman Adriana del Carmen y María Rosa Paz y casi como réplica de ese día volvieron a barrio Parque para contar su historia. Ambas son muy conocidas en el edificio de calle Lamadrid porque se hicieron querer y se convirtieron en ejemplos a seguir.

Menos tímida, Adriana dijo a El Periódico: “Yo empecé aquí porque me convenía el horario que es a la tarde, quería terminar la primaria y empecé con ella (por María Rosa) y una amiga que dejó”.

En su caso, ellas asistieron a este Centro porque existe un convenio con Cáritas por medio del cual el Cenpa Freyre tiene una extensión áulica en San Francisco. La docente a cargo es Liliana Romero, la “seño” para los estudiantes.

Estudiaron en el Cenpa de Freyre cuya extensión áulica está en La Virgencita.
Estudiaron en el Cenpa de Freyre cuya extensión áulica está en La Virgencita.

En positivo

Las mujeres tenían alguna idea de lo que era leer. Cuando eran pequeñas sí empezaron la escuela, pero al cabo de unos años debieron abandonarla.

Al recordar esa época coincidieron en que les fue difícil el estudio siendo niñas: “Nos costaba y cuesta mucho, era como que no nos quedaba de chicas”. Era una época muy diferente, sin acompañamientos, tutorías o clases de refuerzo.

Las dos hoy tienen 62 y 61 años, construyeron su familia y tienen nietos los cuales están todos felices de ver cómo han progresado. La mayor es Adriana y recordó cómo fue que supo de esta propuesta: “Yo ni bien supe que iban a dar a los mayores a la tarde acá, me anoté. En ese momento ya leía, porque agarré diarios y revistas y empecé a deletrear. Le agregué algunas sumas y restas de números chicos”.

A su lado y mirándola, María Rosa afirmó: “Me costó mucho estudiar, pero gracias a Dios salí adelante, la ‘seño’ es muy buena y tiene mucha paciencia. Además, acá nos contenían, nos traían la merienda, es toda gente muy buena”.

Estudiaron en el Cenpa de Freyre cuya extensión áulica está en La Virgencita.
Estudiaron en el Cenpa de Freyre cuya extensión áulica está en La Virgencita.

Pendientes

Antes de ir a estudiar no conocían por dentro la obra de La Virgencita, ni tampoco que además de aprender a leer y escribir les dejarían otras enseñanzas.

En este aspecto subrayaron el compañerismo y reconocimiento de otras personas por su tenacidad. Vale destacar que en este espacio también asisten estudiantes universitarios que hacen prácticas o son becados y dan clases como contraprestación a niños.  

A modo de balance y para dejar una enseñanza, las dos expresaron: “Es lindo estudiar, uno sin saber leer y escribir no se sabe defender. A veces se tiene vergüenza, pero no hay que tenerla, hay que venir y terminar”.

Una de las cuestiones que les resta afinar es la comprensión del significado de las palabras, pero confían en que leyendo pronto lo lograrán.

Adriana, ahora quiere continuar con el secundario, aunque espera hacerlo entre adultos mayores porque le sería más fácil. Su hermana María Rosa no está convencida, no obstante, así como una vez la otra la convenció ahora le apretó la mano y dijo: “Tenés que ponerte en positiva de que vas a poder”.

Las hermanas dejaron atrás los rastros de cualquier vergüenza que a lo mejor alguna vez sintieron. En frente solo hay dos mujeres orgullosas de sí mismas que no se cansan de mirar los diplomas.