Romina Guevara (37) es licenciada en enfermería y se desempeña desde hace más de una década en la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) del Hospital Iturraspe. Luego de trabajar en la primera línea de combate ante la pandemia de Covid-19, decidió dar un paso más allá y colaborar con la comunidad y su querido barrio Parque, donde pasó gran parte de su infancia.

Así, guiada por los mismos vecinos del sector, recaló en el merendero y cooperativa de trabajo La Virgencita, para asistir a los que integran y concurren al espacio, en materia de atención primaria de la salud y prevención de enfermedades. Y es que comprendió, en aquellas oleadas de contagios y muertes por el coronavirus, que muchos de los que llegaban a la terapia lo hacían con enfermedades de base no diagnosticadas o que no se habían tratado de manera oportuna.

“El covid fue un cachetazo para los que trabajamos en salud, nos hizo muy mal psicológica y físicamente. Empecé a salir a caminar y a correr para desenchufarme de toda la actividad que se vivía en el Hospital. En esos momentos pensaba que muchos de los pacientes críticos que atendimos llegaban con enfermedades de base que se podrían haber prevenido o tratado antes del virus, como diabetes, hipertensión y algunos casos de cáncer. Entonces me dije ‘no me puedo quedar con esto, tengo que hacer algo donde lo necesiten y donde esté la comunidad’”, cuenta Romina a El Periódico.

Entonces escuchó hablar de La Virgencita y que mucha gente asistía a sus diferentes espacios: desde niños, adolescentes y adultos con distintas realidades y problemáticas. “Soy criada en el barrio, aunque durante la adolescencia me mudé, y quería ayudar. Tuve la oportunidad de estudiar y ser profesional, me sentía en esa obligación de devolver algo en lo que sé hacer, que es atención primaria de la salud”, se sincera.

Tender redes

Romina comenzó a concurrir a La Virgencita en el horario de la merienda, sin desprenderse de su mirada profesional: “El ojo clínico que tenemos los que estamos en salud”, dice. Entonces detectaba a una nena con piojos y le daba el tratamiento a seguir; o a un nene al que lo había mordido un perro al cual llevaba con el pediatra del dispensario.

Romina, la enfermera que organizó un mini dispensario en barrio Parque: “Tengo que hacer algo donde lo necesiten”

De esta manera, con “trabajo de hormiga”, como refiere en distintos tramos de la entrevista, la enfermera comenzó a tender redes con la dirección del Hospital Iturraspe, la Municipalidad de San Francisco y el dispensario del barrio.

Pero la joven mujer no solo lidiaba con esas situaciones “menores”, sino que comenzó a detectar enfermedades más complejas: diabetes, hipertensión arterial y hasta casos de cáncer.

“Conozco a muchos médicos y profesionales de la salud de tantos años de trabajar en el Hospital, entonces fue comunicarme con ellos, explicarles la situación y sacar turnos para los chicos o sus familias y así lograr un acceso más directo a la atención. Mi trabajo en La Virgencita, lo que hacemos con otros voluntarios es como un triaje, vamos tomando cada caso y derivándolo al profesional de la salud que corresponda”, explica.

Cuidarse a uno mismo para poder ayudar

El compromiso y la solidaridad de Romina se explica por diversos motivos. Entre ellos, decidió estudiar enfermería después de que su padre -Javier Raúl Guevara, dirigente político y sindical de San Francisco- falleciera a los 57 años, cuando ella tenía 19 y un hijo de apenas 3. “Mi papá era hiperactivo y tenía a cargo todo lo que era la obra social de Uocra. Dedicaba muchísimo tiempo en ayudar a los demás, pero no se cuidaba en su salud y ahí es donde quiero llegar. Hay que saber cuidarse uno primero y después ayudar a los demás”, remarca.

De esta manera, su madre, Stella Maris, quedó viuda con cuatro hijos: Claudia, Elizabeth, Gonzalo y Romina, la menor. “Cuando pasó lo de mi papá, tenía mi nene con 3 años y a los pocos meses le diagnostican autismo, fueron momentos muy duros. Pero todo eso me llevó a decidirme a terminar de estudiar el secundario y le puse muchas pilas a la carrera de enfermería”, sostiene.

Su vocación también llega de la familia, sobre todo de la rama materna, ya que algunas de sus tías, primas y sus dos hermanas también son enfermeras.

A su vez, reconoce que, por su condición de madre soltera, con uno de sus dos hijos diagnosticado con autismo, hizo que siempre tuviera puesta su atención en los niños y adolescentes con discapacidad.

“Fue otro de los temas que me tocó afrontar en la vida es la parte de discapacidad. Entonces, cuando llegan mamás al merendero necesitando ayuda para certificados de discapacidad, conozco los sistemas, tanto público como privados, entonces siempre trato de guiarlas en cuanto pueda”, asegura.

De a poco, Romina fue generando que otros profesionales también se acerquen a participar de forma voluntaria a este pequeño pero demandante nuevo espacio destinado a salud. Así se sumaron la médica ginecóloga Victoria Laporte; el médico generalista Elio Pellerano; dos enfermeras amigas como Verónica Colazo y Florencia Nieto, y una nutricionista, Mariana Montes. A la vez, se sumaron dos representantes legales para colaborar, como los abogados Jorgelina Agu y el procurador Joaquín Laporte. Ellos se agregaron a la psicopedagoga Patricia Ghiberto; la trabajadora social Yanina Juárez y la acompañante terapéutico y coordinadora en adicciones Cecilia Galli.

Romina capacitando en RCP en La Virgencita.
Romina capacitando en RCP en La Virgencita.

- Organizaste un pequeño centro asistencial en La Virgencita.

- Acá viene la gente, pese a tener el dispensario cerca. No busco culpables, lo que quiero es buscar soluciones. Represento y trabajo en un sistema de salud que por ahí la gente más humilde no sabe cómo funciona, entonces me siento en el deber de explicarles, de ayudarlos a conocer que tienen enfermedades.

- ¿Qué otras patologías fuiste descubriendo junto a los voluntarios en la población que asiste a La Virgencita?

-Hay muchos casos de diabetes y nadie toma conciencia de la gravedad de lo que es la enfermedad. Nos ha tocado una nena de 15 años con la enfermedad y todo el trabajo de tratar de hacerle ver la gravedad de lo que tiene, no ahora, sino en 15 o 20 años si no se cuida. El tema de hipertensión también lo vemos mucho y hasta hemos logrado que se detecten casos tempranos de cáncer. Nos ha llegado una chica de 19 años con cáncer de útero y fue articular para acompañarla primero y para que se trate después. Cuando llegan estos casos se los asesora, se los ayuda, los acompañamos, pero también buscamos que hablen a sus familiares, a sus conocidos para que ellos también se controlen.

Otras tareas preventivas

Romina se dedica no solo a la promoción de la salud para los distintos grupos que asisten al espacio, como cartoneros, jóvenes en riesgo por las adicciones y las madres que sirven la merienda en el lugar. En distintas jornadas enseñó técnicas de RCP y maniobra de Heimlich.

También organizó una campaña de Pap (papanicolaou) para prevenir el cáncer de útero y diagnosticar a mujeres para comenzar un proceso de acompañamiento.

Y con los adolescentes, abordó el tema de las relaciones sexuales y planificación familiar. “Llamé a una amiga ginecóloga- Victoria Laporte- para hacer consultas o consejería aquí. La idea al promocionar la salud es que se cuiden, quererse un poquito más cada uno. Con esta intención se organizó un equipo entre todos los que estamos trabajando y hemos armado una especie de consultorio, que se atiende por orden de llegada”, destaca.

Romina define su tarea como “una simple facilitadora” en el área de salud dentro del espacio de La Virgencita. Sin embargo, es un gran ejemplo de cómo a través de la tarea en salud se puede lograr un impacto significativo en la comunidad. Su trabajo es esencial en el Hospital y también en el barrio, donde los vecinos muchas veces necesitan una guía, una ayuda o el simple hecho de sentirse contenidos.

“Tiene un compromiso total con la actividad del espacio”

Así lo destacó uno de los referentes de Cáritas San Francisco y dirigente en La Virgencita, Marcelo Suppo.

“Ella-por Romina- se ofreció a venir como una voluntaria y después fue conociendo las realidades y se quedó. Es una chica le pone el cuerpo a la situación, tuvimos varios casos de adolescentes que están en consumo y embarazadas y Romina las iba a rastrear por el barrio, a la casa, para llevarlas al Hospital a hacerle los controles y así con todos los casos que llegan”, detalló.

Suppo refirió que Guevara contagió a otros profesionales de la salud para asistir al espacio, “viene una ginecóloga y un médico generalista y Romina les hace de soporte y secretaria. También trae su propio instrumental para medir la diabetes a la gente, consigue medicación para ellos. Tiene un compromiso total con la actividad del espacio”, aseeguró.