Pasa un vecino, llega otro de hacer los mandados. Una moto toca bocina, desde el auto saluda un conocido. Otro pasa y se queda contando alguna novedad de esas que interesan. Los más jóvenes pasan en “barra” haciendo bromas. Y charla va, charla viene. La reposera en la vereda tiene ese no sé qué que no se compara con nada.

En una recorrida por barrio Consolata, los cultores de la reposera en la vereda son muchos y de todas las edades. Por López y Planes, Hugo y Teresa aseguran que no son de salir mucho, pero a veces se dan el gusto, acompañados del mate. “Hay días que se dan más que otros para salir. Es para distraernos y charlar. Hay que hacer algo para mantenerse activo”, asegura Hugo.

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Hugo y Teresa no son los más salidores a la vereda, pero cada tanto se dan el gusto.

La pareja de Graciela y Pedro también son vecinos de este barrio y en verano suelen salir todas las tardes hasta que cae el sol. “Salimos para saber qué pasa en la vecindad, nos enteramos de cosas y vemos pasar a la gente”, cuenta Pedro. A ellos se les suma Lelia, una vecina, que suele acercarse a charlar un poco. Y no falta Negrita, una perrita callejera muy compañera que es alimentada por los vecinos del barrio.

Si bien no hay calle, del lado de las vías también hay vecinos que sacan la reposera. Es el caso de Adriana, que sale tres veces por día a pasear sus perros, y a la tarde aprovecha para sentarse un rato a tomar mate y a veces recibir visitas. Hace poco que está en esa zona y explica que le gusta aprovechar el espacio verde, y que sus perros son muy guardianes y la alertan cuando alguien se acerca.

Históricas

Unas de las más conocidas en el barrio son las hermanas Ida y María Esther, que llevan muchísimos años en el mismo sector. “Cuando éramos chicas esto era todo campo, mi papá tenía acá las vacas para ordeñar y dar leche”, recuerdan. No son de llevarse nada para tomar ni para comer, solo se juntan a charlar. Si no es ahí, van hasta la casa de otra hermana y también se sientan en la vereda. “Nos gusta pasar el rato”, resumen. 

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María Esther, una de las vecinas más conocidas en barrio Consolata.


Coca también suele pasar varias horas afuera en cada día, siempre con la compañía de alguno de sus hijos. Ahora están Ángel y Valeria con ella, y cuentan que no solo matean afuera, sino que los fines de semana hasta cenan en la puerta. “A veces somos 15 personas a la noche, parece una chopería”, dice entre risas la mujer. Hace cinco años que vive en el lugar y nunca sale sin el equipo de mate.

Por calle Rivadavia, Daniel también es otro de los asiduos “reposereros” en la calle. Acompañado de su familia, señala que es el momento que eligen para charlar las cosas del día y suelen permanecer hasta que oscurece.

Daniel
Daniel suele salir junto a su familia y aprovechan para charlar.