No más pintorcitos color rosa o celeste para distinguir a las nenas de los varones. Ni uso obligatorio de polleras para ellas y de pantalones para ellos. Tampoco permitir que las chicas lleven aritos y los muchachos no.

Un proyecto de ley, impulsado por la legisladora Liliana Montero (Córdoba Podemos), busca la prohibición en las escuelas de las distinciones basadas en sexo o género. Insta a que se revisen las reglamentaciones internas que rigen la imagen de las personas en los colegios para, argumenta, “proteger y garantizar la equidad”. De aprobarse, la norma se aplicaría en todas las escuelas públicas y privadas de Córdoba y comprendería a estudiantes y trabajadores docentes y no docentes.

La iniciativa define como “imagen escolar” a cada detalle de vestimenta, atuendo y ornamentación corporal, desde guardapolvos y uniformes hasta alhajas, maquillaje, cortes de cabello, peinados, largo de uñas y cualquier elemento que modifique la apariencia.

“Existen aún hoy, tanto en escuelas privada como estatales, normas que discriminan patrones estéticos sobre lo masculino y lo femenino, o pautas que reglan diferencias entre mujeres y varones. Pintorcitos celestes o rosas, aros prohibidos para unos y no para otras, maneras de recoger o de cortar el cabello, uso o no de cosméticos, polleras y pantalones”, sostiene Montero. La legisladora asegura que permitir que las escuelas sigan discriminando entre chicas y varones vulnera el derecho a vivir con libertad “las diferentes variedades a nivel de expresión de género y de identidad de género”.

“Hoy reconocemos que los binomios hombre-mujer, niña-niño dejan afuera un abanico de opciones de identidades”, plantea. El proyecto remarca que cualquier discriminación estética que diferencie a varones de mujeres y excluya otras opciones viola, al menos, cinco leyes nacionales: la ley 26.061 de Protección de la Niñez y Adolescencia, la Ley Nacional de Educación (26.206), la de Educación Sexual Integral (26.150), la ley 26.485 Contra la Violencia de Género y la ley 26.743 sobre Identidad de Género.

“Regular, proteger y garantizar la equidad de género es muy positivo en el sentido de prevención de la violencia de género desde la más temprana infancia, desde la deconstrucción de los imaginarios sociales y de las prácticas culturales que los reproducen”, plantea Mariela Yesuron, psicóloga, docente en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y doctoranda en estudios de género.

Y apunta que resultaría interesante incluir, también, baños sin distinción de género. En la Facultad de Psicología de la UNC y en espacios de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), entre otros, ya existen baños mixtos.

Evitar la violencia

¿Quiénes y cuánto influyen en la construcción de la subjetividad de un niño los patrones sexistas? La psicóloga Patricia Altamirano, docente en la UNC, a cargo del seminario de Psicología de Género, explica que la socialización más importante en los niños ocurre en la familia. Es allí donde comienza su proceso de subjetivación. Sin embargo, remarca, los medios de comunicación, las redes sociales y la publicidad también desempeñan un papel fundamental. Esto ocurre, dice Altamirano, cada vez a edades más tempranas.

“Lo cierto es que poco a poco hay momentos bisagra que hacen reflexionar a la población sobre el papel de la socialización de género. Por ejemplo, cada vez es mayor el rechazo de los juguetes que refuerzan los estereotipos de género y que inundan los catálogos actuales. El sexismo en los juguetes es terrible”, plantea Altamirano. Y suma que los estereotipos de género son consecuencia de “una socialización hecha en disparidad”.

Mariela Yesuron explica que el sujeto no es algo dado, conformado desde el principio, tampoco es autónomo e independiente, sino relacional. “La construcción de la subjetividad supone un ejercicio permanente por parte del sujeto de estructuras simbólicas tomadas de los otros y del espacio social general”, plantea. Y remarca: “Lo propio de la ‘especie’ humana es la naturaleza social; los datos biológicos son ellos mismos productos humanos. Así el binario masculino-femenino es una construcción producto de valores sociales y humanos, por lo que al plantear la diferencia sexual masculino-femenino aparecen mitos y discursos sociales que los legitiman”.

La especialista dice que es necesario despatologizar las expresiones disidentes a la norma heterosexual, debido a que “el binarismo resulta segregativo y provoca desigualdades y violencia”.

“Durante nuestras investigaciones sobre la violencia sexual –incluso sobre femicidio como la expresión más grave de la violencia de género–, hemos verificado que los varones que agreden –en su mayoría– no son ‘enfermos’, sino que son el resultado del disciplinamiento social que reproduce el sistema de jerarquía de género que sostiene el patriarcado”, plantea la especialista. Y añade: “El resultado de la construcción de género en el violento reproduce la jerarquía, el binarismo, la heterosexualidad obligatoria, el poder del macho ejemplificador”.

Fuente: La Voz del Interior