Natalia Vivas, maestra rural: "Ser docente es una vocación que apasiona y la ruralidad tiene un condimento especial"
Desde hace tres años, Vivas es docente de la Escuela N° 3397 Juan Bautista Cabral, un pequeño establecimiento educativo con una matrícula de cinco estudiantes que queda en Estación Kilómetro 501. "Me encantó la ruralidad, es una experiencia para la que realmente hay que tener la vocación de ser docente”, aseguró.
Desde hace tres años, Natalia Vivas (41) es docente de la Escuela N° 3397 Juan Bautista Cabral, un pequeño establecimiento educativo con una matrícula de cinco estudiantes que queda en Estación Kilómetro 501, un pequeño paraje ubicado a unos 9 kilómetros de Zenón Pereyra y a unos 8 kilómetros de Esmeralda, en la provincia de Santa Fe.
Pese a que el tiempo que lleva en ese lugar es breve, hace más de 18 años que abraza la docencia: previamente fue maestra en la Escuela N° 1199 “Provincia de Santa Fe” y en la Escuela N° 735 “General Don José de San Martín”.
Su llegada a la ruralidad fue para vivir una “experiencia nueva”: “Quería saber cómo era, pensé en ir un tiempito y ya hace más de tres años que estoy ahí. Me encantó la ruralidad, es una experiencia para la que realmente hay que tener la vocación de ser docente”.
Según contó Vivas, en el lugar sólo se encuentra la estación del tren, unas tres casitas alrededor de la escuela, habitadas por dos familias y un solo tambo. “Después hay campos con casas donde habitan los puesteros, los trabajadores rurales, y sus hijos, que son los que van a la escuelita”, reveló.
La experiencia
Vivas está al frente de un pluricurso conformado por cinco estudiantes de 9 a 12 años.
“Es un desafío enorme, porque enseñamos un tema para todos, adaptándolo al nivel de cada uno. Uno se centra en qué va alcanzando cada uno y ahí va complejizando el aprendizaje, pero es un aula en donde todos tienen que aprender juntos, al mismo tiempo, desde primero a séptimo”, resaltó.
Contó Vivas que llegó a tener 14 alumnos y que hasta el año pasado también estaba el nivel inicial, con una maestra itinerante, pero ya no a partir de que el niño pasó hoy a primer grado.
La docente, que mientras estudiaba daba apoyo escolar a los chicos del Hogar de las Hermanas de Calcuta de Frontera, todos los días de 9 a 12 (salvo los jueves, día de oración), aseguró que “se va aprendiendo día a día”.
“Es es un desafío, una está sola y en la escuela tenés que hacer todo, sos directora, docente, asistente social, tenés que hacer la limpieza. Si se rompe algo de la escuela tenés que salir enseguida a buscar presupuestos y ver quién te lo puede arreglar. Es estar continuamente en contacto con gente”, sostuvo.
Pero también con las familias, para muchas de las cuales el docente se convierte “en un sostén”: “Hay mucho de contención. En una escuela rural uno con los chicos tiene una enseñanza particular con cada uno, y también un acercamiento especial con la familia distinto, al ser una comunidad chiquita, te involucrás mucho con las familias".
“Muchas veces te vienen a consultar cosas que no tienen nada que ver con la escuela, sino con sus vidas. A veces se abren emocionalmente para contarte su historia. A veces sé armar títeres, entonces invito a las mamás y ese es un momento en donde ellas empiezan a relajarse y empiezan a contar sus experiencias, vuelven a su niñez”, indicó.
Seguidamente, agregó: “Muchas de las familias están poco alfabetizadas, pero valoran mucho y quieren que sus hijos vayan y aprendan, que estudien”.
Más de 20 kilómetros diarios
Ser maestra rural tiene sus particularidades. Por ejemplo, que el horario de las clases cambia en el año: “Ahora en época de invierno tenemos clases a la tarde, pero a partir de octubre vamos a tener por la mañana, porque en época de frío muchos chicos se enfermaban y faltaban. Se hizo ese cambio para beneficio de todos”.
También es sacrificado. “Todos los días tenés que hacer más de 20 kilómetros por camino de tierra, y todos los días un desafío diferente porque no sabes con qué te vas a encontrar ni qué problemas vas a tener que resolver. Se presentan diferentes situaciones que uno tiene que resolver y eso te da mucha experiencia”, contó.
Seguidamente, ejemplificó: “Si un día llueve y estás en el medio del camino podés quedarte empantanada, que me ha pasado. Si no llueve también es todo un tema porque pasan muchos camiones que levantan tierra y se hace peligroso”.
Pese a todo, para ella la docencia es una pasión. “Me gustó siempre y cuando comencé la carrera docente mi familia me apoyó. Ser docente es una vocación que apasiona y la ruralidad tiene un condimento especial”, subrayó.
Además, añadió: “Uno busca acercarlos un poquito más a cosas nuevas para que aprendan cada día más, para que puedan el día de mañana tener un futuro mejor. Lo más gratificante es ver que empiezan a escribir sus primeras letras, a hacer sus primeras lecturas, ese es nuestro mayor regalo”.
“Un chico que está contenido emocionalmente un chico que aprende sí o sí. Para que el alumno aprenda lo fundamental es brindarle cariño y contención”, concluyó.