Este fin de semana (19 al 21 de agosto) la Asociación El Ceibo recibe a cientos de chicos de clubes de distintas partes del país en el marco de la 18° edición del torneo U15 “Maximiliano Rosso y Marcelo Macagno”. La competencia nació un año después de que ambos fallecieran en el mismo accidente dejando un hondo pesar en sus familias, amigos y todo San Francisco. 

Rosso y Macagno fueron dos emblemas de El Ceibo de aquellos que sintieron la camiseta y que por desgracia no pudieron presenciar el crecimiento de la institución en la que se criaron y convirtieron en jugadores de basquet. 

Después que sucedió la tragedia, los hermanos de ambos, Juan Pablo Rosso y Franco Macagno, volvieron al club donde también jugaron poco tiempo más hasta dejar la práctica. Hay muchas sensaciones mezcladas en ambos, pero hicieron un gran esfuerzo para hablar con El Periódico sobre Maximiliano y Marcelo dándoles palabras a todo lo que significaron. 

Hermano, héroe 

Franco y Marcelo se llevaban 14 años, era habitual que el primero lo siguiera adonde sea y que lo tuviera como un guía en su vida. 

Con palabras que salieron intempestivamente, Macagno detalló: “Lo que recuerdo es haber venido a verlo, como todo hermano mayor uno lo tiene de héroe. Lo seguía a todos lados, yo jugué acá porque me trajo él”. 

Para Franco es inevitable hablar y mirar hacia la cancha donde están los chicos entrenando, picando la pelota como muchísimas veces lo hicieron ellos y sus hermanos. 

“Yo me crié acá, empecé a los 5 años y Maxi también, siempre vivimos con la familia en el barrio. Te da nostalgia entrar acá, yo vengo porque siento que si no estoy en falta. Pero en general no vengo porque donde miro está él, el club fue nuestra casa”, dijo emocionado. 

Juan Pablo y Franco eran los hermanos menores de los jóvenes fallecidos hace 20 años.
Juan Pablo y Franco eran los hermanos menores de los jóvenes fallecidos hace 20 años.

Leyendas 

Mirar una tribuna, la pelota, saludar a Aldo Manzotti que los dirigió en aquellos años, significa para Juan Pablo recordar a Maximiliano de manera constante. 

“Sus amigos están acá, mis amigos todos surgieron de acá. Ahora hay chicos nuevos, pero antes cuando venías veías a toda la camada que eran amigos de él, eran personas que se criaron con ellos y era muy fuerte lo que sentías”, expresó. 

Los recuerdos fueron convirtiéndose en palabras de a poco y Juan Pablo recordó que su hermano fue de los primeros cinco jugadores que pisaron el parqué con el que se jugaría el 66° Campeonato Argentino de Básquet. 

Maximiliano Rosso fue un jugador emblemático de El Ceibo al que su hermano describió como "alto y grandote".
Maximiliano Rosso fue un jugador emblemático de El Ceibo al que su hermano describió como "alto y grandote".

Después de… 

Maximiliano y Marcelo tuvieron un accidente vehicular en 2002, que les provocó la muerte cuando la vida florecía para ellos. De pronto, todo desapareció en un instante y el vacío que quedó fue muy grande. 

Un año después, los amigos de ambos propusieron a la comisión realizar en su memoria un torneo nacional de básquet destinado a la categoría U15. La competencia se convirtió en un clásico para las instituciones y ganó prestigio a nivel país.   

Juan Pablo recordó la significancia que tenía esto para los organizadores: “Acá (donde está el galpón de práctica de vóley) había un teléfono y Luciano (Mancuso, uno de los impulsores) era el que llamaba a todos los clubes. Él fue el creador, para nosotros fue un orgullo”. 

La vida obviamente cambió radicalmente para sus familias por lo que presenciar estos torneos se les hizo muy difícil. 

“Cada persona tiene su forma de hacer el duelo. A mis viejos no les hacía bien, de todas las ediciones habré venido a 5 aunque siempre nos mandan la invitación. Siempre es un día difícil, no venimos no porque no nos guste sino porque a ellos no les hace bien. A mí me gusta y me hace bien cuando me cruzo gente que me habla de él, pero en mi casa eso no se habla mucho”, comentó Franco. 

Memoria 

En el caso de Rosso hace un gran esfuerzo para presenciar la inauguración siempre que puede. Sus papás, dice, no hablan del tema y transitan el duelo de otra manera. 

“Para nosotros fue un orgullo, siempre vivimos toda la familia a dos cuadras. La sentía mucho a la camiseta. No me puedo olvidar cuando pasó eso y pasaron los autos acá al frente y estaba todo lleno con la gente aplaudiendo”, explicó. 

Fue tan fuerte todo que Juan Pablo dejó el basquet un año luego de lo que sucedió con su hermano. “Yo vivía acá adentro, después no pude volver más. No tenía algo en contra del club, pero yo entro acá, lo veo al Aldo y lo veo a él. En todos lados está él”, afirmó Rosso mirando a la cancha. 

Rápido como llegaron al club para la entrevista se fueron los dos: uno por Aristóbulo del Valle y el otro por Cabrera, calles que forman la esquina emblemática donde pasaron tantos años divirtiéndose, el punto exacto donde la memoria de Maxi y Marcelo se unieron para siempre.