Son más de las 9 del martes. Es feriado nacional por el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, que se conmemora recién el 2 de abril. Pero, en tiempos de aislamiento social, preventivo y obligatorio poco importa ya que para muchos la jornada no se modifica.

En una de las sedes que Cáritas tiene en San Francisco, Marcelo Valverde, referente de Red Solidaria, y Marcelo Suppo, integrante de la primera, esperan sentados el arribo de la camioneta que saldrá a los barrios con los bolsones solidarios. Es tiempo de pandemia y el coronavirus llegó para modificar hábitos y a muchos les complicó la vida, a tal punto que les cuesta poner un plato con comida en la mesa cada día.  

La máxima de hoy es clara: #Quedatenencasa. Pero… siempre hay peros en la vida, no solo son los médicos los que no pueden hacerlo, o personal de seguridad -entre otros-, encargados de velar por la comunidad y reconocidos cada noche con efusivos aplausos. También en esa lista se encuentran los voluntarios, los que hacen trabajo social, los que salen cada día a repartir alimentos en los sectores vulnerables. Con su barbijo, con su alcohol en mano, con sus temores a cuestas, pero sobre todo con su empatía a flor de piel.

La camioneta, una Fiat Strada gris oscuro, llega al lugar tras la desinfección diaria y obligatoria por estar circulando en la calle. La conduce Cecilia Galli, miembro de Cáritas y a su lado viaja Gonzalo Giuliano Albo, docente e integrante de Red Solidaria. Minutos después se suman Emilio Amé, director de la organización perteneciente a la Iglesia católica y Verónica Boscarol, trabajadora social.

Son casi las 10. Amé desenfunda una lista con los nombres de las familias que serán asistidas durante la mañana. Esta vez es el turno de Frontera, donde llegarán 50 módulos. La camioneta viajará al tope en minutos.

Que llegue a todos

Amé y Valverde tienen el mismo desafío: que los bolsones le lleguen a todos lo que necesitan, hasta el último eslabón de la cadena. Ese es el objetivo. Claro que reconocen que es muy difícil relevar en momentos donde no se puede ingresar a un domicilio. Por ello las listas son armadas con información de cada institución y además del municipio.

“Si se estima que la pobreza es del 30 por ciento, en una ciudad de 70 mil habitantes como la nuestra, donde hay 15 mil hogares, serían unos 5 mil domicilios a los que hay que llegar. Por eso hay que agudizar el ingenio y poner criterios. Tenemos que llegar al más pobre de los pobres, eso con seguridad”, aseguró Amé a El Periódico.

Cáritas y Red Solidaria no es la primera vez que trabajan juntos, aunque esta vez reconocen desde ambos lados que es otra la situación. Por eso necesitan de una coordinación especial.  

“La ayuda que más ayuda es la que se organiza decimos siempre. Relevando pedidos, haciendo controles para que no llegue dos veces el bolsón a la misma familia, seguramente nos vamos a equivocar, pero son los riesgos que se corren”, reconoció el director local de la organización católica.

Los que hacen el trabajo social en tiempos de pandemia, tampoco paran

Valverde resaltó las donaciones recibidas de muchos particulares y a su vez a los voluntarios que son quienes las acercan: “Hay mucha gente que no puede trabajar y hay que asistirlos. A veces es difícil pedir paciencia cuando la comida no está en la mesa. Con el estiramiento de la cuarentena va a ser más complejo todo. Por eso queremos tomar muy bien los datos para llegar al que realmente lo necesita”, señaló.

Empatía

Cecilia Galli lleva varios días conduciendo la camioneta. Aclara que es una de sus primeras “experiencias fuertes” desde que está en Cáritas: “Cuando pasaron inundaciones o tormentas nunca participé, es mi primera experiencia fuerte y me genera varias cosas, primero estar al servicio y ser empático con el que más necesita, lo que me llena. Es una experiencia personal para mí, para vivir una manera diferente”, contó a El Periódico mientras hurgaba en la “chata” del vehículo buscando golosinas para un niño que salió con su madre a recibir el bolsón sobre Calle 100, en Frontera.

La trabajadora social Verónica Boscarol es la encargada de manejar la lista. Informó que las demandas llegan todo el tiempo y por numerosas vías: personalmente, por teléfono y redes sociales: “Trabajamos en red porque es clave para que todos puedan recibir la ayuda”, subrayó.

Los bolsones están armados con aceite, harina, yerba, fideos, arroz, polenta, latas de arvejas, jugos en sobres, gelatinas y, en algunos casos, elementos de limpieza.

Las entregas ya se realizaron en domicilios de barrio Parque, La Milka, Roque Sáenz Peña, Bouchard y en muchas viviendas de distintos puntos de San Francisco.

En la parte trasera de la camioneta es Gonzalo Giuliano Albo quien custodia los bolsones. Sostiene que en cada sector “entramos a los pasillos de casas bien pobres”, donde los servicios, claramente, no abundan: “La situación que se vive en muchos lugares es bastante brava. Esta pandemia potencia más las diferencias sociales y las carencias. Mientras más periférico es el barrio más se nota el descontento y la exigencia de bolsones. Hay gente que se acerca y te dice ‘dejen algunos más’”, narró.

Hasta la mañana de este viernes, Red Solidaria y Cáritas llevaban entregados más de 500 módulos, aunque la acción solidaria no terminará en esa cifra sino que irán por más. Pese a que reconocen que les faltan voluntarios, garra les sobra.