Formada en una etapa en el mundo de la ingeniería en sistemas, la escritora sanfrancisqueña Laura Pratto considera que en paralelo y desde adolescente mantuvo una búsqueda y romance con la literatura. Ya sea con la escritura de su diario íntimo o cuando en las clases de la UTN jugaba a buscarle un doble sentido a las palabras con las que exponían los docentes. Hasta que en la última etapa de su carrera como estudiante, partió hacia Buenos Aires y allí abrazó definitivamente a la poesía, a la que no tiene previsto soltar.

Ya viviendo en la ciudad capital del país comenzó a coordinar en San Francisco el Taller Literario municipal, un espacio que todavía sostiene, además de su tarea como correctora en la Editorial Recovecos. Tiene cuatro libros de poemas publicados, el primero de ellos nada menos que con un premio del Fondo Nacional de las Artes: “Alcance” (2006), “El hilván” (2009), “Cría” (2009) y “El menor escándalo” (2014). Después de estos años sin publicar otro, hay una posible quinta obra que comienza a imponer su lugar.

También participó en algunas antologías con poemas y cuentos y colaboró años atrás con El Periódico en su recordada columna “Visitas íntimas”.

Instalada nuevamente en San Francisco desde 2019, y contenta con esa decisión, se imagina sus próximos años integrando distintos proyectos en equipo, sin la necesidad de estar en el foco del asunto.

Siempre sagaz y reflexiva, capaz de ver un poco más allá de lo frontal y evidente, considera que la poesía es el género que le permite mayor libertad, ya que no tiene la obligación de cumplir algunas normas literarias o llevar la acción hacia un punto.

- Tu formación inicial no tuvo nada que ver con la literatura. ¿En qué momento viste que lo tuyo iba para otro lado?

- Es un espacio que le tengo tanto cariño al de la UTN, siempre me gustó estudiar. Más allá de que en el momento, para mi generación, no había tanta oferta y hubiera agarrado lo que hubiera agarrado sin preguntarme demasiado sobre si era lo que quería hacer. Me gustaba más estudiar que trabajar. En el medio, la mudanza a Buenos Aires por motivos personales. Yo ya estaba en cuarto año, implicó hacer todas las equivalencias para rendir allá solo una materia que me habilitó como analista de sistemas, que ya no ejercí porque apenas puse un pie allá me puse a buscar otras cosas.

- ¿Era ya una necesidad buscar otra forma de expresión en la poesía y literatura?

- Me parece que siempre estuvo eso en paralelo. Ya de adolescente transitaba por espacios del Taller Municipal de Teatro, el Taller Literario. Siempre cuento como una anécdota que con una amiga cuando estábamos en las clases de la UTN escuchábamos al profesor hablar y tomábamos notas de todos los dobles que aparecían en las cuestiones que él anunciaba. La búsqueda de otros caminos del sentido ya estaba ahí, para mí todo está atravesado por la búsqueda de lo poético.

Laura Pratto: “Para mí todo está atravesado por la búsqueda de lo poético”

- Es decir que fue en Buenos Aires donde ya tuviste tu descubrimiento e inicios como escritora.

- Fue un gran despertar, con mucha suerte también de los maestros que se me cruzaron en el camino, que no sé si es suerte, me parece que ahí conectás con algo. Por unos años estuvo en paralelo la búsqueda de lo teatral y lo literario, y después se fue inclinando por lo literario creo que por mi incapacidad de trabajar en equipo, después se desmiente eso finalmente porque coordino el Taller Literario municipal, que es todo trabajo en equipo. En Buenos Aires por el lado del teatro pasé por el laboratorio de Alejandro Catalán, una referencia en aquel entonces del teatro independiente y fue alimento para la creatividad. Y mi maestra Irene Gruss, una poeta argentina de la generación del 70. Ahí hizo la diferencia y preparé con ella mi primer libro, me comentó de la existencia del concurso del Fondo Nacional de las Artes, presenté ese borrador y fue premiado, una cosa que todavía no entiendo cómo pasó.

- ¿Porque eran todavía tus comienzos?

- Imaginate. Aparte como que venía de un lado que podría haber quedado como un eterno borrador en el cajón y se van acumulando hojas. Muchas veces hablo con los integrantes del taller y digo a veces simplemente hay que concretarlo para poder pasar a otra cosa, porque si no es como que te atrapa esa instancia dando vueltas, no lo soltás. Después está ese azar de cómo lo va a ver el lector y quizás mirar para atrás y decir por qué lo saqué tan pronto, como me puede pasar ahora con textos que reescribiría. Da como miedito. Todo eso fue posible gracias al paso de Irene por mi vida.

- ¿Ahí fue donde elegiste a la poesía como tu género favorito o lo que más te representaba?

- Sí, se fue dando así. Siempre estuve tratando de incursionar en otros géneros. En una época hasta en El Periódico y Piache tenía las columnas que para mí era muy divertido hacerlas. También participé con un cuento de terror en una antología. El intento está pero la poesía sigue siendo como el refugio. Entro en esas otras zonas, algo me asusta y vuelvo. A un refugio que pocos eligen, no digamos que es un refugio muy hospitalario tampoco.

- Por esto de que la poesía no es el género más elegido por quienes escriben a veces se comenta como que no sirve para mucho o para nada, cosa que no creo que sea así sino al contrario. ¿Cómo lo ves vos?

- Creo que cuando escuchamos esto de que la poesía no sirve para nada, un poeta o un lector amante de la poesía dice ¡vamos! Porque es el gran orgullo de lo poético no servir desde el lugar práctico o funcional del sistema. En ese sentido identificamos otros discursos como el de la publicidad, el de los medios y hasta la narrativa con cierta exigencia de rendir, de servir para algo. Hasta un cuento tiene la exigencia de cumplir con ciertas normas. Creo que a la poesía le encanta que le digan que no sirve para nada y lo podemos desmentir desde un montón de lugares. Sirve mucho para reflexionar, para deconstruir lugares comunes que tenemos con el uso del lenguaje. En el taller les digo que cada vez que traigo un poema, el poema te deja de cara siempre. Y una amiga me decía sí, te pone nerviosa. Ese nerviosismo de decir por dónde lo agarro a esto, para dónde va.

- Claro, está funcionando de alguna forma.

- Esa incomodidad es la garantía de que estamos en esa zona, y con un poco de arrojo para transitar esa zona después le vamos a encontrar cosas para las que es muy apropiado. Yo siempre digo está bueno leer poesía aunque no se escriba poesía, aunque no se escriba nada. Es casi como un estado meditativo. Trato de contagiar ese amor por ese nerviosismo y la incomodidad que provoca. En la poesía quiero llevar a mi interlocutor, a mi lector, a una zona a la que ni yo sé cómo voy.

- Tu poesía parece autorreferencial y como que no escondés nada. Hay que tener valentía para eso, porque normalmente uno tiene máscaras donde va mostrando lo que tiene. En tu caso pareciera que tenés menos filtros.

- Identifico como dos momentos de mi escritura. Mis dos primeros libros considero que están todavía bastante tomados por la máscara y hay algo ahí que asoma y no se termina de animar, pero ya lo quiere decir. Me retrotraigo a otra anécdota de adolescencia, el diario íntimo que siempre era como un cuaderno con un montón de barbaridades abiertas y sin ningún tipo de candado, como esperando que todos en la casa lo encuentren. El cambio se da con Cría, ahí es como que digo bueno, esto soy yo, vamos para adelante. Y de ahí se puso cada vez más “gore” la cosa. Cada vez me parece que me animo un poquito más. Creo que el yo poético siempre es un personaje para decir, por más coincidente que pueda ser con la figura autobiográfica. Siempre hay un recorte, a veces hasta por cuestiones de sonoridad una palabra cambia. Está bueno ese juego, es como el que trato de alentar en las personas que pasan por el taller.

- ¿Cómo vas haciendo tu producción? ¿escribís todos los días?

- No, escribir todos los días nunca. Sí leo todos los días y leo poesía todos los días, como un ejercicio. Cada vez estoy más convencida de la importancia de vivir para contar, aunque sea un poema. Entonces experimento como periodos de mucha experiencia, de intensidad, decir bueno estoy viviendo esto porque esto en algún momento va a decantar en escritura. Son como fases. De hecho, mi último libro fue en 2014 y pasó un montón de tiempo. Ahora me hablaron para ver si me interesaba trabajar sobre un borrador, hace años que tengo un libro y no tengo ningún apuro por publicar. También está siempre eso no querer repetirse, no volver a decir lo mismo y tener algo para decir.

- Es una exigencia alta lo de no poder repetirse y tener siempre algo nuevo.

- Claro, yo soy bastante exigente y quizás no tendría que pedir tanto, pero registro que los últimos años parece que algo me está deteniendo, al menos a la exposición. Hay algo que ya no se lleva tan bien con el primer plano. Disfruto de ser la DT, de llevar otras cosas al primer plano.

- La escritura y la poesía como medio de vida están complicadas con el tema de generar ingresos…

- Sí, y ni hablar del género poético, donde si lográs no pagar por publicar es un montón. El género poético no vende, o sea que tampoco podés esperar que los libros te mantengan. Y finalmente transas con posiciones intermedias, como puede ser corregir para una editorial, coordinar un espacio, colaborar en un guión, pero no dejan de ser lujos lujos que no terminan de cubrir todas las cosas. Yo abrazo el espacio del taller porque he conocido personas tan hermosas que desde algún lugar me sostienen en cosas que en realidad están sin resolver. Por momentos es todo desgracia y otras veces lo abrazás. Por suerte San Francisco es como un gran colchón, mi experiencia en el regreso es como una ciudad donde se sufre menos.

- Por ahí los que nos fuimos a vivir a ciudades más grandes y volvimos al pago encontramos cosas muy disfrutables y la cercanía de todo.

- Sí, como caricias después de tanto curtirse en un montón de aspectos que están en los lugares más grandes. Lo bueno de este retorno de gente de nuestra generación es que alimenta cosas nuevas que están pasando en la ciudad. La cantidad de bares de cafeterías que hay, hace 10 años buscar un lugar donde tomar un café en San Francisco era una odisea. Hoy hay y es creo no solo por las generaciones nuevas que están impregnando con vitalidad un montón de circuitos sino también por los que hemos vuelto con ciertas prácticas que mantenemos.

- ¿Te ves de acá a 10 años viviendo en San Francisco? ¿qué te gustaría que pase?

- Sí, me veo disfrutando de todo, sin cuentas pendientes. Que vuelva mi escritura al primer plano es como un sueño que no lo voy a forzar, creo que ahora se está encaminando. He quedado mucho del lado de la coordinación, veo que la energía se puede multiplicar en espacios, en equipos de trabajo. Me veo en equipos de trabajo con un código de relacionamiento que tenga más que ver con el amor, buena onda, que no haya maltrato.