Beatriz Casalis tenía 28 años cuando en la noche del 7 de marzo de 1977 fue detenida en la Terminal de Ómnibus de nuestra ciudad. Venía de tomar exámenes en el bachillerato técnico Carlos Saavedra Lamas de la localidad de Balnearia. Estuvo 21 meses detenida. Su súbita desaparición no pasó desapercibida por sus alumnos, o por lo menos para uno de ellos, que 40 años después la hizo protagonista de un libro titulado “Las horas robadas”.  

Días atrás, Jorge Pirazzini, aquel alumno al que lo desveló el arresto forzado de su docente, presentó en el Centro Urbano de Expresión Moderna (CUEM) el libro de lo que vivió durante su adolescencia. Realizó una amplia investigación recolectando testimonios y documentos de lo sucedido por aquellos años y causó una profunda impresión en la docente e historiadora Beatriz Casalis.

“Me removió muchos recuerdos de mi otra vida-sostiene la mujer-. Lo que pasó te parte al medio, una no puede ser igual a lo que era antes. Con lo que pasó me quebraron la inocencia”.

¿Por qué cree que fue detenida?

Se enseñaba a pensar a los chicos. Nosotros hacíamos tarea de campo y de laboratorio, esas fueron las cosas que se señalaron. Por mi tarea como docente, áulica y extra áulica. A los chicos se les hacía leer el diario y pensar, discutir sobre la realidad, cosas que hoy son comunes antes eran vistas como atípicas. Hubo toda una mala intención o una intención de escarmentar a toda la región porque después de las detenciones a nadie le quedó ganas de hacer ninguna innovación. Fue una denuncia de padres y tuvo que haber habido un seguimiento. Allanaron mi casa en San Francisco y la de mis familiares en Balnearia. Fue bastante tremendo, sobre todo para mi familia. Un asalto a la intimidad que no tuvo nombre.

¿Cómo fueron sus momentos como detenida?

Me detienen en la Terminal de Ómnibus. Me llevaron a la Policía departamental y fui trasladada a Córdoba, a la penitenciaría San Martín. Por último a Villa Devoto, donde pasé a la órbita del Poder Ejecutivo Nacional. El mío fue un régimen muy riguroso, recién en Villa Devoto se parecía a una cárcel, donde nos permitían leer y recibir visitas. Siempre tuve la ilusión de que lo mío era una cosa momentánea, tenía la sensación de que iba a vivir pero fue un calvario que duró 21 meses. Recuperé mi libertad en la Navidad de 1978 en Buenos Aires, sin dinero y aparte había pasado tanto tiempo que no conocíamos más el valor del dinero. Nos habían dado la libertad a tres personas que pedimos limosna para volver.

¿Cómo fue volver a dar clases?

Todos me decían que iba a ser diferente porque había pasado mucho tiempo. Pero a mí no me pareció. No tuve ningún problema. Regresé a Balnearia por unos seis meses y volví a darles clases a los hijos de las personas que me habían denunciado, pero no tenía ningún rencor. No es que no me acordaba, pero los chicos no tenían ninguna culpa de lo que había pasado. Y de igual forma los seguía haciendo leer el diario para debatir (risas).

¿Se cuidaba a dar ciertos temas?

No, al contrario. A mí la Provincia me devuelve las horas de historia con Formación ética y tenía que hablar de derechos humanos y esos temas. Pude dar mis testimonios en mis cátedras.

¿Cómo fue saberse protagonista de un libro?

Hace más de cuatro años que Jorge vino con la inquietud. A mí me impresionó mucho que cuente esta historia un alumno mío, fue muy impresionante. Hizo la tarea de todo historiador, de reconstruir aquellos momentos, buscó documentación y entrevistó a muchas personas, hizo una obra muy valiosa sobre parte de la historia que pasó en la región.

¿Hay algún fragmento del libro que la emocionó?

Todo. Está hecho de una manera muy directa y accesible. Hay unas partes donde revela cómo fueron las cosas que me puso la piel de gallina. La tapa también es muy significativa, muestra el Fiat 600 color rosa que fue mi primer auto y la ‘renoleta’ que era del director-Luis Dávila, también arrestado durante la dictadura-. Fueron detalles muy hermosos.