Una joven pareja de San Francisco tuvo un bebé sin la menor sospecha de que la mujer podía estaba embarazada. Todo comenzó hace unos días, cuando Valentina Prata debió irse más temprano de su trabajo, al sufrir algunos dolores. Le avisó a su pareja, Gustavo Contreras, para que la retire del lugar, y en unas horas la vida les cambió totalmente.

“Arrancamos ese día normal, a la mañana fui a trabajar y como a las tres de la tarde le aviso a mi pareja que no estaba bien, que me viniera a buscar. Llegando a casa pensaba que eran dolores normales de toda mujer, pero no. Me empecé a sentir muy mal así que llamamos al servicio de emergencias y a la media hora ya estaba en el sanatorio”, explicó a El Periódico.

Una vez en el centro de salud le hicieron una ecografía, momentos en que la confusión fue en aumento: “Sentí un corazón que latía, pero no tuve tiempo de nada. A los 10 minutos estaba en la sala de parto y en otros 10 minutos ya la tenía en brazos a mi hija”, señaló.

Fiorella llegó el martes 3 de agosto a las 17.30, pesando poco más de tres kilos.

Este tipo de embarazos, aunque no sean frecuentes, tienen una denominación: crípticos. Según estudios médicos, ocurre un embarazo de este tipo por cada 2.500 gestaciones normales y en mujeres que tienen menstruaciones irregulares, menopausia precoz o practican deportes de alto impacto.

Todo en pocas horas

La pareja bromea con que fue un embarazo de cuatro horas: “Yo estaba en la cama con muchos dolores, creía que menstruales, pero eran contracciones. La doctora que vino a mi casa me empezó a tocar y me preguntó de cuántos meses estaba. Le dije que no estaba embarazada pero ella me dijo que le parecía que sí. Entonces nos fuimos volando al sanatorio. Cuando me hacen la ecografía me dicen que tenía un embarazo muy avanzado y yo no caía. Pensaba cómo, si no tenía panza, ni síntomas; si siempre había estado bien. Así que me llevaron, pero ni siquiera sabía si iba a ser cesárea o parto”, narró.

Gustavo, su marido, llegó a sospecharlo en algún momento, pero nunca estuvo seguro. “En estos meses me doy cuenta de que ella no tenía su periodo, pero ella es irregular y ha estado sin menstruación varios meses, entonces pensé que era normal. Y nunca tuvo náuseas, ni estuvo asqueada por algo, más bien todo lo contrario. Nosotros hicimos vida normal durante todos estos meses. Y como ella nunca presentó un síntoma que fuera muy notorio, nunca lo sospechamos. Yo siempre confié en lo que ella me decía, porque obviamente a una mujer embarazada su cuerpo le avisa. Le dije que se hiciera la prueba pero como ella estaba tan segura de que no estaba embarazada lo dejamos ahí”, agregó.

El momento del parto

La ecografía develó un embarazo de 38 semanas. “No entendíamos nada, yo me largué a llorar, pero no de miedo, sino que estaba feliz. Ella me decía que tenía miedo y sí, teníamos inseguridad porque no nos preparamos, ni con controles médicos ni para recibirla. No teníamos nada”, explicó Gustavo, todavía asombrado.

Luego de unos llamados a los familiares pudieron conseguir lo que les hacía falta: “Yo le transmitía tranquilidad a ella pero por dentro estaba desesperado, no teníamos coche, cuna, mamaderas, nada; no nos habíamos podido preparar ni mentalmente ni económicamente para poder recibirla”.

Valentina destacó que el parto fue sencillo y se mostró feliz. “Fue un trámite gracias a Dios, fue muy lindo. Pedí ir caminando a la sala pero me dijeron que tenía que ir en silla, pero fuera por mí salía caminando. Llegamos a la sala y ya estaba la cama llena de cosas”, comentó.

“Es nena, dijo la partera”

El sexo de la bebé también fue una sorpresa. “Cuando la enfermera me pone una mantita y me dice ‘si todo está bien ya te la doy’, ahí me enteré de que era una nena”, dijo la mamá.

Aunque no se veían tan pronto siendo padres, era algo que la pareja planeaba y hasta tenían los nombres pensados, por lo que elegirlo fue sencillo. “Más o menos lo teníamos pensado, porque siempre hablábamos, más allá de que no planificamos que ella naciera en este momento, la deseamos un montón. Hace muchos años que estamos juntos y es algo que siempre deseamos”, indicó Prata.

“Yo le decía a ella antes de entrar a la sala de parto que Dios tiene el control, que no nos preocupemos, y así fue. Dios se encargó de todo, de la formación de ese cuerpo sano, porque estaba sana cuando nació y siempre nos dicen que está perfecta”, cerró Gustavo.

Sin síntomas

El parto los tomó por sorpresa ya que no estaban al tanto del embarazo. Con pocos síntomas, los minimizaron o los confundieron, y lo explicaron: “Me sentía un poco más gorda, pero por ahí era porque hacía unos meses que no menstruaba, que era muy normal en mí, capaz me sentía hinchada como me solía pasar. Y me habían salido granitos de acné, los síntomas de siempre, pensé que ya se me iban a ir. Y cuando la tuve sentí un alivio, y ahí me di cuenta de que tenía algo en la panza”.

“Atábamos cabos en casa y ahí me daba cuenta de que a veces tenía muchas ganas de comer tal cosa o de que me dormía temprano porque estaba súper cansada, yo lo veía normal. Y era la criatura que tenía adentro que me consumía las energías”, recordó ella.

Sobre las explicaciones que recibieron, el papá dijo: “Nadie lo creía, nadie nos supo decir. Es como que toda persona que se enteraba de que no sabíamos, no nos creía. Ni las enfermeras, la pediatra, el obstetra, nadie”. Ella agregó: “Tampoco sentía movimientos, nada”.

Respecto a la panza, el papá manifestó: “Tenía la panza más grande pero yo creía que era por un tema hormonal, porque tampoco fue una panza como las de algunas embarazadas a las que en los últimos meses se les tensa. Y hay mujeres que pasan hasta días con contracciones prenatales y ella no. Es más, el día anterior a tenerla fue dos horas al gimnasio y entrenó”.

Valentina: “Decimos que fue un embarazo de cuatro horas, desde que nos enteramos hasta que pasó todo. Para mí el ejercicio fue súper necesario para que todo fuera tan rápido. Salimos de ahí con todo y más, gracias a nuestras familias”.

Gustavo: "Tengo familia en el extranjero e inmediatamente me mandaron dinero. Hasta una amiga de la infancia, esos ángeles que uno no cree que van a aparecer. Hemos tenido ese respaldo de las amistades y de la familia, que estuvieron con nosotros”.