Stella Almada revuelve la olla repleta de tallarines. La escena se desenvuelve en su casa de Antártida Argentina 456, en barrio La Milka, donde funciona el comedor solidario “Los Pekeñitos”. En unas dos horas aproximadamente, son las 17, varias familias irán llegando al lugar para retirar su vianda, su cena.

En este popular barrio de San Francisco los comedores y merenderos funcionan a pleno. Y a medida que pasa el tiempo se suman nuevos. Tal es el caso de “Emanuel”, otro sitio que tuvo su génesis hace un par de semanas, como desprendimiento del “Paso a Paso” que también brinda ayuda a la comunidad. “Quiere decir Dios con nosotros”, contó a El Periódico María Emilia Terraf, una de sus integrantes.

El otro comedor solidario –que también otorga la merienda- y funciona en el barrio es “Compartiendo sueños”, a cargo de Stella Maris Juncos.

A ellos se les suma el merendero “Milkeñitos de Corazón” y el espacio de contención de Cáritas parroquial.

Entre todos, cada semana entregan unas 400 raciones de comida entre almuerzo, viandas nocturnas, meriendas y desayuno. El triple que hace al menos dos años atrás.

Los destinatarios son en su mayoría niños desde su primer año hasta adolescentes, padres de estos y últimamente se observan abuelos, algo que se daba esporádicamente.

La Milka y su emergencia alimentaria: ya suman cuatro espacios de ayuda más la presencia de Cáritas

Crecimiento

Que estos espacios hayan brotado como hongos en los últimos años tiene una rápida explicación: la salvaje crisis económica y su impacto en las clases populares. La Milka es un barrio de familias trabajadoras, de clase media y también baja. El recorte de horas extras en fábricas puede ser un indicador del dinero que dejó de entrar a la casa, por ejemplo. El cierre de comercios en el barrio o simplemente la caída del consumo que pudo haber afectado a los comerciantes minoristas también.

Cáritas diocesana tiene presencia en el barrio brindando ayudas puntuales, la merienda y el apoyo escolar a varios niños.

Para María Eugenia Giletta, a cargo de la organización en la parroquia Perpetuo Socorro, estamos ante un “contexto difícil” donde “mucha gente no llega a pagar el alquiler, por ejemplo”.

Emilio Amé, al frente de Cáritas en el departamento San Justo, aseguró que colaboran con todos los espacios comunitarios “repartiendo ayuda al cien por ciento en el departamento y también en Frontera y Acapulco. A todos con algo llegamos, no dejamos de hacer asistencia; yo estimo a esta altura del año que es millonario lo que dimos, es un importante aporte que está haciendo la Iglesia”.

Sobre la particularidad de barrio La Milka, Amé manifestó: “No tengo certezas de lo que podría estar pasando en ese sector, no lo relaciono a algo puntual como por ejemplo una empresa que haya cerrado. Tal vez la situación económica interpela mucho más a la gente de La Milka y es la forma de responder de la gente, lo cual también es válido”, sostuvo.

Se cocina mucho más

Stella Maris Juncos es una de las pioneras con su comedor y merendero Compartiendo Sueños, ubicado en 9 de Septiembre 702 de barrio La Milka, en el predio del ferrocarril. Desde hace seis años ofrece el desayuno y el almuerzo los sábados y domingos y hace dos que le anexó la merienda los martes y jueves. En total atiende a 67 niños, habiendo comenzado con 17.

"Contamos con un grupo de personas que nos ayudan, por eso conseguimos las donaciones de carne o pan. Hemos formado una mesa barrial con la gente del colegio (Lucía Vaira de Aimetta) y el jardín. No damos viandas, pero el comedor tiene unas diez familias más a las cuáles también ayudadmos”.

La Milka y su emergencia alimentaria: ya suman cuatro espacios de ayuda más la presencia de Cáritas

Juncos expresó que las necesidades “están a la orden del día” y que en muchos casos la gente “no puede comprar un kilo de azúcar o una caja de mate cocido”.

En el comedor Los Pekeñitos el escenario no difiere mucho. Entregan viandas a familias los lunes, martes, miércoles y viernes y ofrecen la merienda los jueves y sábados.

Stella Almada, quien está al frente, contó que nacieron hace poco más de cuatro años dándole de comer a 40 personas. En la actualidad abastece a cien chicos y más de diez abuelos.

“La necesidad es muy grande, no sé si es necesario seguir abriendo lugares, pero cada uno decide qué hacer. Yo veo que la situación empeora, aumenta la gente que viene y ya no de La Milka sino que recibo de Frontera, de barrio Acapulco y algunas familias de barrio Parque”, explicó.

Al ser consultada sobre si en alguna oportunidad se quedan sin viandas, Almada respondió que está pasando: “Van dos o tres noches que nos quedamos sin comida, por ahí los hacemos esperar y se van con algo que les cocinamos o si es muy tarde le damos para que se cocinen”, contó.

Emanuel es un comedor comunitario que funciona hace unos días y ya recibe 52 comensales entre niños y padres. Funciona tres veces por semana: martes, jueves y viernes y los sábados ofrecen la merienda y actividades recreativas para los chicos.

“La situación del barrio es muy complicada, se nota bastante, pero viene mucha gente de Frontera. De todos modos, la necesidad en La Milka está a la vista”, consideró María Emilia Terraf.

Además de estos comedores funciona desde febrero de 2016 el merendero Milkeñitos de Corazón, que recibe en la actualidad a 80 chicos, cuando en sus orígenes eran 35. Atienden lunes, miércoles y viernes. “La necesidad existe, es visible. Conozco muchas familias de chicos porque vivo en el barrio, es gente trabajadora que la está pasando mal”, afirmó Matías Maritano, al frente del espacio.