Ignacio Montecchia Villarreal tenía tres años y solo un apellido cuando su mamá Alicia Graneros conoció a Claudio Montecchia. El hombre se enamoró de ella y el hijo que era de su esposa pasó a ser de los dos. 


Aquel momento sucedió hace 24 años y ahora Ignacio y Claudio volvieron a abrazarse como las primeras veces. No es para menos porque los embargaba la alegría al cumplir un deseo que callaron por mucho tiempo. 

Sus nombres serán recordados en alguna biblioteca jurídica como los protagonistas de un caso señero, ya que por primera vez en San Francisco se concretó la adopción por integración de un padre a su hijo mayor de edad. 

Claudio ahora tiene 55 años, Ignacio 27 y tiene otros dos hermanos de 18 y 15. A todos les sobraba amor, pese a que les faltaba el apellido, y fue la Justicia la que dijo “sí se ha probado el vínculo padre e hijo”. 

Proyecto
 

En esta historia lo que sobra es cariño y respeto. Ignacio tuvo a su papá biológico, lo visitaba, le hablaron de él y se conocieron. No obstante, la plenitud de la paternidad fue desarrollada por el propio Montecchia. 


Son dos personas que se eligieron una a otra desde el primer momento y así lo recuerda Claudio: “Desde chiquito él me decía papi, yo lo trataba como cualquier padre”. Jugaban a la pelota, compartían tiempo juntos y en ningún momento este hombre se alejó de él. 

En el recuerdo de su esposa Alicia queda aquel instante en que comenzó a conocer a su esposo y le dijo sinceramente que ella no estaba sola. “Ignacio siempre tuvo relación con su papá, pero desde pequeño tuvieron un vínculo. Mi hijo lo adoptó como papá y yo le dije siempre que si me quería a mí tenía que quererlo a él”, dijo la mujer a El Periódico


“Claudio fue quien le dio consejos, lo llevó por el buen camino y lo ayudó a ser una buena persona. Estoy muy orgullosa de la familia que formé”, añadió embargada de alegría. 


Silencios
 

La lucha de un padre de San Francisco para adoptar a su hijo mayor de edad

La sentencia de adopción es de 2024, pero el deseo de hacerlo data de hace más de 20 años. Desde un principio, quizás cuando Ignacio le dijo “papi” Claudio quiso que lleve su apellido. Sin embargo, había muchos miedos en medio.
 

Conocí a Alicia y desde un principio tuve ese deseo en mi corazón (de darle el apellido), pero no lo compartía porque él era chico, él tenía su papá, no sabía si se podía hacer o si quería. Pasaron más de 20 años casi y ahí tomé fuerza para decírselo a mi esposa. Le gustó la idea, ella lo pensaba también y dijo que consultáramos”, recordó el hombre.
 

No fue el único que lo pensó. Alicia explicó que siendo pequeño Ignacio le preguntó sobre esa situación, averiguaron y no se pudo por diversas circunstancias, parecía así que el tiempo no era el adecuado. 
 

Es un cambio en lo personal, lo social y en la familia, porque en muchos aspectos cambia todo en lo que es la identidad. Desde chico cuando me encontraba en otros ámbitos donde había relaciones de padre e hijo con el mismo apellido yo pensaba ‘ah mirá’ y lo analizaba”, reveló el joven. 
 

El anhelo de Claudio era tan grande que hace 10 años cuando atravesó una enfermedad muy dura, lo operaron tres veces y en la segunda se dio cuenta de ese objetivo aún no alcanzado. 
 

Hace 10 años tuve que pasar por un problema de salud muy grave. Me operaron tres veces porque la situación no era fácil y cuando vos estás en cirugía se te vienen muchas cosas a la mente, lo primero fue el deseo sobre Ignacio – expresó entre lágrimas -. Estando ahí, lo recordé y dije no voy a poder cumplir ese deseo. Dios me dio más vida para cumplir mi sueño”.
 

La justicia los escuchó
 

Muy emocionado, Claudio repite que se encuentra asombrado por la respuesta que le dio la justicia y la rapidez con que trabajaron los abogados Ada Lucantis (MP 5-596) y Emiliano Oyola (MP 5-862). 


Ambos profesionales asumieron el desafío de hacer algo garantizado por la ley, pero que en la práctica en San Francisco no se había dado. Oyola resaltó que “se trataba de una adopción muy especial” y desde su perspectiva “Claudio tuvo una gran valentía”. 
 

“En los estudios jurídicos muchas veces vemos papás que piensan en cumplir con lo mínimo o saltar el escollo, son muy pocas las ocasiones donde un papá quiere hacer algo y estar presente. Es un ejemplo de valores y compromiso”, reconoció con pesar.
 

Lucantis y Oyola presentaron la demanda para solicitar la adopción en 2022, un 27 de diciembre. No era fácil porque debían demostrar el amor y la relación padre e hijo de Claudio e Ignacio. 
 

La abogada sostuvo: “Estas historias te demuestran que el amor siempre suma, se necesita la unión de muchas voluntades orientadas al mismo fin. En realidad, la unión se dio desde que se conocieron, siempre fueron una familia y llega a su fin con un broche de oro”. 
En la práctica jurídica lo que debía probarse es lo que el Código Civil y Comercial llama “estado de hijo” y que es uno de los dos requisitos en la adopción por integración. Se trataba de probarle a la Justicia de que la unión entre ellos y el trato había sido de esa forma, más allá de que no había lazo sanguíneo. 


“Había que plasmarla en la práctica y era difícil porque era la primera vez que se hacía. Lo que resaltamos también es que siempre Ignacio agradeció y valoró la vida a través de su papá biológico (Villarreal) y mamá, después vino la construcción social donde se inserta Claudio como padre”, afirmaron los abogados. 


Sumar


En la vida de Ignacio se sumó a Claudio como papá y no se borró la figura de quien lo engendró junto a su madre. 


Aunque para la ley sí hay una ruptura porque la adopción por integración – en este caso - tiene efectos de tipo plena, donde se disuelve el vínculo biológico y se lo crea con el del adoptante.
A pesar de este tecnicismo jurídico, eso no significa que Ignacio debiera dejar el apellido de su progenitor. Por el contrario, eligió conservarlo y anteponer el de Montecchia. 


No es que porque ahora tenga el apellido Montecchia desestime todo lo demás. Él (por Villarreal) me dio la vida, yo podía ir a visitarlo y nos encontrábamos, luego falleció. En la justicia se dice que es una adopción de parte de él (Claudio), pero yo lo tomo como algo natural”, aseguró. 


Su identidad ahora está completa con el reconocimiento a quien lo unía la sangre y a quien le dijo desde muy pequeño “Papi”, el hombre que lo ayudó siempre, al que admira y le transmitió valores.