La integración escolar se entiende como un proceso dinámico y cambiante, donde se agrupa dentro del contexto educativo a estudiantes heterogéneos en relación a sus necesidades educativas; las cuales pueden desarrollarse a través de diversas modalidades y distribuciones institucionales, donde la diversidad de alternativas de acción educativa viables responde a las características y necesidades particulares.

En este sentido, subyace el concepto de diversidad, capaz de encerrar significados interculturales, necesidades educativas especiales, individualización de la enseñanza…

La inclusión entonces, hace referencia a todos los niños y jóvenes en las escuelas; su presencia, su participación y sus logros; y supone el combate activo contra la exclusión; sea esta en la escuela, en el currículo y/o en las prácticas del aula.

Por tales motivos, una escuela inclusiva pretende compensar ciertas dificultades de adecuaciones de acceso y/o adecuaciones curriculares significativas en varias áreas del currículum; con el diseño de estrategias y recursos específicos que buscan dar respuesta a las necesidades educativas especiales que se presentan.

Para ello, existen acciones significativas que se llevan a cabo al tomar decisiones en relación al qué, cómo, cuando enseñar y evaluar; implementadas por el docente para lograr la individualización de la enseñanza.

Una escuela inclusiva es una escuela en movimiento y no la que ha llegado al estado de perfección. La inclusión por consiguiente, es un proceso que exige una vigilancia continua. (Educ. Inclusiva. Revista Perpectiva Nº 1 – 2008)