Son miles las personas que reciben órganos todos los años en todo el país. Según datos del Incucai, en Argentina se produce un trasplante cada cinco horas, mientras que un solo donante puede salvar la vida de hasta diez personas. Durante el 2016 se realizaron 1694 trasplantes: 1273 provenientes de donantes fallecidos y 412 de donantes vivos.

Oscar Quaglia es una de las tantas personas que hoy puede seguir viviendo gracias a este “acto de amor”, como él mismo define. El artista fue trasplantado del corazón en 2008, muchos años después de conocer su diagnóstico, una malformación congénita de nacimiento por la cual la válvula aórtica era bicúspide en lugar de tricúspide, lo que le ocasionaba algunos problemas de salud.

“Fue en 1965, yo tenía 17 años cuando me enteré. Jugaba al fútbol, me hicieron una revisación y se dieron cuenta de que tenía este problema. Así que tuve que dejar todos los deportes”, explicó.

Antes del trasplante

Previo al trasplante, Quaglia la pasó bastante mal. Sumado a que por su inconveniente de salud no podía hacer numerosas actividades, como caminar dos cuadras hasta la cochera, debió soportar un cambio de válvula, la colocación de un marcapasos y la instalación de un resincronizador. “Me dieron la extrema unción dos veces y yo estaba consciente”, reconoció a El Periódico.

El reconocido artista plástico contó que, para pasar los días, realizó retratos de gran parte del equipo médico: “Al doctor que me operó lo dibujé tres años antes, le puse ‘De corazón a corazón, del trasplante encargate vos’. Lo tiene en la casa, en la entrada”.

“Él me abrazó y me dijo que iba a salir vivo de la operación y que en cinco días iba a irme a casa. Pero se me complicó un pulmón, se agrandó, se llenó de líquido y me apretó una arteria. Entonces me sacaron de la lista de espera porque aparentemente no iba a soportar un trasplante. Me lo cuenta el residente. Decirme que me iban a sacar de la lista, que era mi última esperanza, o decirme que me iba a morir era lo mismo. Como a la hora pasa el médico. Y yo que soy una persona de buen humor de nacimiento, estaba serio. Entonces se volvió, me preguntó qué me pasaba y le conté. Me apretó el brazo y me dijo ‘yo soy el que sabe, yo soy el que te va a trasplantar y en cinco días te vas a ir a tu casa’. Me dijo eso y me volvió el alma al cuerpo”, contó.

Finalmente, el trasplante tuvo lugar el 17 de octubre de 2008. “Durante un día no me funcionaron los riñones, me hicieron diálisis, después empezaron a funcionar”, explicó.

Ponerse en manos de los médicos

Para Quaglia, “la regla número uno para poder salir bien, salir sano, es confiar en los médicos y ponerse en sus manos, hacer lo que dicen, cumplirlo, a mí me dio resultado”.

“Estoy muy a favor de la ciencia. Salva vidas. Te hace crecer en calidad de vida”, agregó.

“Es un acto de amor”

Quaglia asegura que el Incucai es uno de los organismos más serios de Argentina. “No sé cómo será en otros lugares, pero acá el que está en emergencia es porque está en emergencia, se respeta el orden”.

Según el hombre, “cualquier persona tiene que donar órganos, tiene que donar lo que pueda para salvar vidas. Es un acto de amor. Vos estás dando vida cuando estás por dejarla. Es el mejor legado que le podés dejar a tu familia, a tus amigos, cualquier persona que dona es una buena persona. Vas a tener el agradecimiento de toda esa familia mientras te recuerde y no perdés nada”.

Por último, respecto a cómo le cambió la vida luego de la operación, afirmó: “Estoy vivo. Puedo caminar, salgo y camino cuatro o cinco kilómetros. Mi vida es prácticamente normal. Es una maravilla. Y lo más hermoso es que puedo disfrutar de mi nieto”, concluyó.