Mía Solange Bornia (32) hizo hasta segundo año en la escuela secundaria, la que decidió abandonar en ese momento porque –dice- le costó mucho adaptarse. Enseguida surge de sus labios la palabra “discriminación”, como respuesta a todo. 

“Quedé libre por faltas. Iba a Educación Física y no había forma de que me adaptara porque había dos grupos: los chicos un día y las chicas el otro, y me costaba. Entonces no fui a las clases y me quedé libre”, recuerda. 

Mía Solange es una chica trans de San Francisco que decidió el año pasado retomar sus estudios con un serio objetivo: “Me motiva poder tener un trabajo mejor, otra calidad de vida y que la sociedad nos vea de otra forma. Ya con el solo hecho de ser una persona trans te miran, la gente a veces se burla o te marginan por ser como sos”, señala.

“Me motiva poder tener un trabajo mejor, otra calidad de vida y que la sociedad nos vea de otra forma”, dice Mía Solange Bornia.
“Me motiva poder tener un trabajo mejor, otra calidad de vida y que la sociedad nos vea de otra forma”, dice Mía Solange Bornia.

Es lunes por la tarde. Mientras el sol quema la piel afuera, en una de las salas que tiene el edificio del exferrocarril Mitre, donde tiene su lugar la Murga de la Estación que fue quien lo recuperó, Evelin Ferratto (64) reparte algunos libros a los estudiantes que la acompañan y tienen el mismo desafío que Mía: cerrar una importante etapa en sus vidas.

Evelin es quien oficia de profesora de apoyo. Pese a estar jubilada nunca dejó de enseñar, es por ello que nació este grupo que priorizó de entrada a personas trans que buscan terminar el secundario, aunque luego se fue sumando más gente.

Mario Sánchez (34) es uno de ellos. Le cuenta a El Periódico que dejó la escuela secundaria de adolescente porque –remarca- tuvo que salir a trabajar. Es el mayor de once hermanos, viene de una familia humilde y sus primeros pasos los dio en el rubro gastronómico.  

Agrega que es una deuda pendiente, de mucho tiempo atrás, terminar de estudiar: “En todo ese tiempo no he podido retomar por los quehaceres personales y laborales. Si bien al secundario lo dejé avanzando, fue hace mucho tiempo así que voy a empezar a rendir las materias de cero”, resalta con optimismo. 

Referente de la murga “Innombrables del Parque” y del espacio comunitario “El Cultu” en el corazón de barrio Parque, Mario sostiene que es tiempo de hacer algo por él: “Siento que voy a sentir orgullo al terminarlo, hoy tengo ganas de hacer cosas para mí y es esto algo de eso”, dice, proyectando en un futuro cercano comenzar la Licenciatura en Trabajo Social.   

“Siento que voy a sentir orgullo al terminarlo, tengo ganas de hacer cosas para mí y es esto algo de eso”, señala Mario Sánchez.
“Siento que voy a sentir orgullo al terminarlo, tengo ganas de hacer cosas para mí y es esto algo de eso”, señala Mario Sánchez.

Cortando cebollas, así nació un grupo de estudio

Ferratto es profesora de Matemática y Física, además de ser educadora de adultos. Forma parte del Espacio de la Memoria y Derechos Humanos de San Francisco, del Grupo de Teatro Comunitario Murga de la Estación y del Espacio Cultural Somos Viento. Su activismo en derechos humanos hizo que se involucre con el colectivo de mujeres trans.

“Nosotros nos conocimos con el grupo de chicas del colectivo antes de la pandemia en una reunión de la Mesa del 24”, una organización de derechos humanos en San Francisco.

Luego dejaron de verse ante el parate que originó el virus en todo el mundo. Fue en ese tiempo que parte de este colectivo se involucró en la cocina de dos merenderos (uno en Frontera y otro en La Milka), el que hizo base finalmente en edificio del Ferrocarril Mitre.

“El año pasado nos instalamos acá; empezamos picando cebollas, charlando de sus trayectorias incompletas y el interés por completarlas. En este momento eran cinco chicas trans con quien hacíamos las clases de apoyo. Rindieron libres el primario y ahora comienzan en un Cenma semipresencial. Hoy son cuatro chicas a las que se le sumó Mario”, explica Ferratto, quien trata de aportarles conocimientos en las diferentes materias, aunque a veces la acompañan otras colegas ya jubiladas.

Evelin se define como “docente de vocación” y asegura que enseñar, pese a estar jubilada, le da energías: “Me apasiona enseñar y ver cómo crecen las chicas, cómo se empoderan, hablamos de derechos y de la necesidad de reclamarlos también, que no sean una letra muerta sino algo vivo y eso es energizante”, confiesa.

“Me apasiona enseñar y ver cómo crecen las chicas, hablamos de derechos y de reclamarlos también”, manifiesta Evelin Ferrato.
“Me apasiona enseñar y ver cómo crecen las chicas, hablamos de derechos y de reclamarlos también”, manifiesta Evelin Ferrato.

El grupo se junta a estudiar los lunes, miércoles y viernes. Pero no solo “Eve” es quien enseña, sino que en cada encuentro el aprendizaje es recíproco: “De ellas aprendí usos del teléfono y otras cosas. Me divierto mucho”, recalca.

La docente jubilada además le dedica un párrafo aparte a Alberto Orellano, referente murguero y voluntario social quien puso en condiciones el edificio histórico donde ella puede brindar sus clases de apoyo, pero en el que además se hacen talleres y se dictan charlas: “Lo del ‘flaco’ también es para destacar”.

La voluntad de Evelin es reconocida por sus alumnos y alumnas: “Ella siempre está, si no vamos nos llama e insiste y si no tenemos en qué venir, nos busca”, dice Mía Solange, quien agrega sobre las clases: “Es importante educarse para ser alguien en la vida, para que la gente vea que podemos superarnos”.