Los famosos grisines son de las primeras cosas sobre las que uno se abalanza cuando se sienta a la mesa de cualquier restaurante y desde siempre fueron una opción en la propia casa mientras se espera cualquier comida.

En nuestra ciudad la panificación del grisín se ha transformado en una verdadera industria que vende sus productos a distintas provincias del país. Según datos del Sindicato de Obreros Panaderos de San Francisco, el 80 por ciento de las grandes y pequeñas panificadoras producen grisines.

Larga tradición

La panificadora Dovis tiene una larga tradición en la elaboración de grisines y se hizo famosa por la creación de sus famosas “lengüitas”, similares a los grisines aunque con forma de planchuelas más alargadas.

La panificadora data del año 1949 y se caracterizó por la fabricación de dichos productos. Hoy Dovis elabora unos 5 mil kilogramos mensuales de grisines y lengüitas, con una amplia red de distribución que abarca distintas provincias del país desde Córdoba hasta Buenos Aires, Santa Fe, Santiago del Estéro y Jujuy, entre otras.

Según Jorge Dovis, propietario de la panificadora, el grisín tiene tres características distintivas que lo definen. “Un alto grado de palatabilidad, excelentes propiedades organolépticas y un amplio período de aptitud. Es decir –explica-, es grato al paladar, tiene una textura, un color y olor distintivo, y posee un tiempo de duración para su consumo mayor que al del pan, por ejemplo”.

Variedades

Como todo producto el grisín fue objeto de diferentes cambios en su elaboración que va desde su forma hasta su sabor.

Dovis produce los grisines tradicionales, con gluten y light. También sus lengüitas fueron objeto de cambios, hoy se las elabora con distintos sabores como queso, orégano, cebolla, salame y con salvado.

“Desde los años 90 venimos comercializando grisines con gluten, creo que en ese aspecto fuimos unos adelantados”, sostiene Dovis. Y agrega: “Las lengüitas fueron un invento de mi papá probando hacer un grisín chato. Comenzamos vendiéndolo al público y como tuvo mucha aceptación los distribuidores comenzaron a pedir que los fraccionáramos en bolsitas. Hoy hay fabricantes de lengüitas en todo el país”.

“Acompañamiento ideal”

La panificadora Doña Teresa también es una de las grandes productoras de grisines en la ciudad, aunque su elaboración tiene como destino exclusivo distintas localidades de la provincia de Buenos Aires.

“Nuestro mercado está centrado en las grandes urbes donde la gente no tiene tanto tiempo como para comprar el pan, entonces el acompañamiento de las comidas se hace con grisines”, explica Iván Portilla.

Doña Teresa también produce unos grisines más chatos que los tradicionales que, aseguran desde la empresa, se venden muy bien. “Casi a niveles de los bizcochos de grasas, son un acompañamiento ideal para cualquier tipo de comidas”, destaca Portilla.

Actualmente la panificadora produce tres variedades de grisines, los clásicos, con sabor a queso y con sésamo.

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El origen

El grisín es un tipo de pan de procedencia italiana (grissini) crocante y de forma fina y alargada.

Estos modestos palillos tienen un origen aristocrático: parece ser que en 1668 el médico del duque Vittorio Amadeo II de Saboya, un tal Teobaldo Pecchio, le pidió al panadero de la corte, Antonio Brunero, que hiciera un alimento panificado que se pudiera digerir sin inconvenientes. Así nació el grisín, ese bastoncillo seco y crujiente.