Gustavo Panero (52) vive apaciblemente en un pequeño departamento de calle San Juan en barrio Vélez Sarsfield. Hasta 2019 fue el propietario de Aquelarre, bar emblema del under rockero en San Francisco. Hoy pasa sus días a bordo de un remis, alejado de la noche aunque recuerda con nostalgia aquellas veladas llenas de música que, según sostiene, una ordenanza se ocupó de quitarle a las bandas la posibilidad de mostrarse en vivo.

Fueron 13 años de Aquelarre en la esquina de Iturraspe y España, lugar por el cual pasaron casi todas las bandas de la ciudad y algunos rockeros de primer nivel del país. Incluso cuenta lo que le confesaron varios músicos locales: que formaban sus grupos con el solo fin de tocar en el escenario del recordado bar.

En la actualidad, Gustavo se desempeña como remisero. Manifiesta que vive más tranquilo, aunque reconoce el “hueco” que dejó en la cultura rockera el cierre de su pub.

El mítico bar nació en Las Petacas (Santa Fe), de donde es oriundo Panero, que, por sus deseos de progresar, lo trajo a San Francisco en 2006.

“Se dio la posibilidad de venir para acá, conseguí ese local que estaba bueno, accesible y los primeros tres años fue un bar temático de rock con música en video en pantalla gigante. De a poquito empezamos a hacer música en vivo. Siempre estuvo la intención, pero no tenía escenario armado ni nada, de a poco fui adaptándolo, mejorando el sonido y la acústica del lugar. Eran eventos ocasionales, pero se empezó a hacer cada vez más seguido”, recuerda.

Para cuando el bar se hizo conocido y gracias a las redes sociales, Aquelarre contaba con numerosas fechas para tocar en vivo y las bandas que solicitaban su lugar debían esperar entre tres o cuatro meses.

Fue dueño del bar más rockero, hoy conduce un remis: “Vivo más tranquilo”

La noche y el cierre tras el cambio de horario

“En los últimos dos años de Aquelarre estaban todas completas las fechas -rememora Panero-, se trabajaba con mayoría de bandas locales, algunas que estaban empezando y otras más consagradas. Pero también el fuerte empezó con la movida de los tributos que convocaban mucha gente”.

El bar abría sus puertas alrededor de las 23 y a la medianoche ya empezaba a tocar una de las bandas. Generalmente se armaban fechas con una o dos agrupaciones. “Alrededor de las tres terminaban las bandas y continuaba como bar. En ese momento era cuando se renovaba la gente, se iba el público de las bandas y entraba aquel que quería tomar algo. Todo hasta el horario de cierre que era a las seis”, describe.

Para mediados de 2018, una serie de accidentes vehiculares que involucraría a jóvenes alcoholizados como protagonistas, además de la presión de bolicheros por la extensión de “las previas” en bares, pubs y viviendas, llevaría al Gobierno municipal a redactar una ordenanza para limitar el horario de acceso a locales de espectáculos públicos. El objetivo era bajar los horarios de las salidas y acortar las previas, para evitar descontroles. Aquelarre, según su dueño, fue el mayor afectado.

“La ordenanza que restringía el horario de ingreso a los locales de espectáculos públicos hasta las 2 de la mañana me quitaba toda la segunda parte de la noche, porque cuando se iba el público que veía a las bandas ya no se podía ingresar. Yo quedaba cortado al medio. Entonces, dejó de ser viable, decidí suspender todo lo que eran bandas y volver a los comienzos, un bar de rock. Pero la gente estaba muy acostumbrada a la música en vivo, duré un año más y a fines de 2019 lo cerré. Así terminó la historia de Aquelarre”, dice con nostalgia.

Fue dueño del bar más rockero, hoy conduce un remis: “Vivo más tranquilo”

- ¿Costó desprenderse del bar?

- Costó, por ahí lo extraño muchísimo, todo el mundo que me cruza me pide que vuelva Aquelarre y por ahora no creo. Que haya un lugar así me encantaría, pero no estar detrás. Es más, les presto el nombre si quieren, es una marca de San Francisco. Yo también lo necesito y me gustaría ir a un lugar así.

- ¿Cómo ves la movida under del rock?

- Las bandas solo están tocando en el evento que hace la Municipalidad en el Centro Cultural o en algún evento organizado por algún privado, pero no tienen lugar todas las bandas. Incluso, me parece que hay menos bandas que cuando estaba Aquelarre. Pero te aseguro que si pudiesen tocar en bares habría rock en vivo todos los fines de semana. Todas las bandas fueron under alguna vez, un grupo que se forma ahora no puede pretender que le den una fecha en Bomberos o ser teloneros de una banda consagrada si no tocan en vivo. Los obligan a tocar en garajes, en la clandestinidad, podría decirse, entonces lugares como Aquelarre son necesarios.

Remisero de día

Después del cierre de su bar, Gustavo no tenía definido qué iba a ser de su futuro. Pese a que varias personas de su entorno lo instaron a continuar en el rubro, no veía con buenos ojos empezar de cero en otro espacio.

“La noche cansa, satura, fueron muchos años -insiste-. 23 años seguidos que estuve con bar, toda una vida. Ya con hacer algo distinto estoy más cómodo, más relajado, tengo tiempo para hacer otras cosas. La noche te esclavizaba mucho y el bar no estaba estructurado para que funcionara sin mí”.

Así fue que le surgió la posibilidad de trabajar como remisero con un auto propio: “Empecé con eso, me agarró la pandemia, fueron meses duros pero hubo gente que la pasó peor. Sobreviví y acá sigo como remisero. Trabajo durante el día, a la noche no, ya trabajé muchos años. No creo que vuelva a hacer algo gastronómico por el momento, pero nunca se sabe”, admite.

Dice que trabaja bastante con el remis, que no hay tantos móviles como antes: “Por la pandemia se bajaron muchos autos, entonces trabajo hay. Aunque no es tan rentable, te hacés tu sueldo, pero el costo del mantenimiento de un auto es altísimo y no tiene relación con lo que se gana”, asegura.

Junto a Jorge Araujo y su banda (en el centro).
Junto a Jorge Araujo y su banda (en el centro).

- Ahora como remisero, ¿te genera algo pasar frente a lo que fue tu bar?

- Algo de nostalgia porque también fue mi casa (risas). Vivía arriba en un entrepiso, tenía como la piecita arriba y abajo usaba la cocina. Ahora el bar es otra historia, otra onda, seguro les va mejor que a mí.

- ¿No era redituable Aquelarre?

- Y a veces no me rendía, nunca hice plata, sobrevivía. Por ese motivo tampoco hay tantos lugares así. Si te ponés a buscar en la región te diría que no hay, salvo en Rafaela y la verdad que hacen falta en San Francisco para darle lugar al género del rock.

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Algunos gustos personales

En su trayectoria como empresario del circuito under rockero, Panero se pudo dar algunos gustos personales como disfrutar de grandes músicos que visitaron el bar para hacer buena música.

Entre ellos recordó al baterista Jorge Araujo -ex Divididos-, Claudio Gabis- considerado uno de los pioneros del rock en Argentina-; “Gady” Pampillón y trabó amistad con César Andino, líder de la banda Cabezones, entre tantos.

Entre sus pendientes, se lamenta el no haber podido reprogramar una fecha que tenía pautada con el legendario Willy Quiroga -fundador del grupo Vox Dei-: “Eso me duele, el tipo es una leyenda del rock”, se lamenta.