Los comedores comunitarios y merenderos fueron espacios clave en la vida de miles de familias de San Francisco, Frontera y barrio Acapulco (Josefina) durante la pandemia. Sobre todo mientras duró el confinamiento, momento en que muchos jefes y jefas de hogar no tuvieron la oportunidad de trabajar. En muchos casos, por primera vez en su vida, debieron apelar a estos lugares.

Por ese entonces, contando también las ollas populares nacidas para paliar el hambre, entre estas tres jurisdicciones sumaban alrededor de 20 lugares donde la gente podía llevarse un plato de comida. El surgimiento de lugares nuevos era posible gracias a la donación de particulares, testigos también de un duro momento económico y social.

Dos años después son menos los comedores y merenderos. Las ollas populares fueron desapareciendo y las donaciones fueron mermando. Pero: ¿es menos la gente que necesita ayuda? No, todo lo contrario. Encima, conseguir carne o leche es muy difícil.

Gonzalo Giuliano Albo, quien colabora en el merendero La Amistad (Frontera), afirmó que en la llamada pospandemia el escenario de estos espacios se reconfiguró: “Las donaciones son espontáneas, las privadas se acabaron o mermaron, los servicios discontinuos o directamente ausentes”, explicó.

El docente, quien había relevado la cantidad de estos espacios en 2020, señaló que actualmente son menos y fundamentó: “Aparecieron nuevos pero en total son menos de los que había en épocas de aislamiento, momentos donde existía una mística de la ayuda, de la colaboración hacia el más débil y sin trabajo. Hoy la gente está focalizada en sus necesidades, no se los puede culpar porque se ven obligados a tener más trabajos, a estar más ocupados. La ayuda mermó, es esporádica, pero nosotros no podemos bajar la guardia”.

Comedores y merenderos: dan más asistencia, pero reciben menos donaciones que en la pandemia

El comedor y merendero La Amistad, que funciona en Calle 100 casi avenida Sastre, asiste a numerosas familias con raciones de comida tres veces a la semana: se preparan unas 300 viandas, cien más que en el peor momento de la pandemia.

“Se pensaba tener un alivio cuando pasara lo peor del covid, pero tenemos más bocas para alimentar y muchas veces nos vemos obligados a no inscribir a más personas porque nuestra cuota queda restringida al presupuesto que nos otorga el Ministerio de Desarrollo Social de Santa Fe, que nos asigna un dinero exclusivamente para alimentos”, comentó Giuliano Albo.

Este espacio cuenta con panificadora y una quinta para la generación de alimentos. También promueve cursos de trabajo en red con la agrupación Mujeres con Oficio y ayudan con equipamiento pedagógico a las escuelas donde asisten los niños del merendero.

La mitad de la leche necesaria

Norma Vocos está al frente del espacio Sonrisas para un niño, que funciona en barrio Acapulco (Josefina). Este sitio también fue determinante en la pandemia ya que no solo brindaba alimentos a familias de ese barrio, sino también de San Cayetano, en San Francisco, y de Frontera, por su cercanía. 

“En la pandemia nunca cerramos, pero ahora cada vez tengo más chicos para asistir. En tiempos de cuarentena eran unos 70, además de jóvenes en situación de calle con problemas de adicciones y adultos mayores. Hoy son más”, afirmó la mujer ante la consulta de El Periódico.

Vocos aclaró que en épocas de frío la demanda es mayor y señaló que cayó muchísimo la donación de leche: “Es muy importante para la merienda, pero bajó mucho la donación. Por mes recibíamos 45 litros de leche y hoy llegamos a la mitad y no alcanza, por eso cubrimos con té y mate cocido”, contó; y agregó que lo acompañan con tortas y productos de panificación que ellos mismos elaboran: Por ahí recibimos la donación de harina, de dulce y panificamos para toda una semana”.

Comedores y merenderos: dan más asistencia, pero reciben menos donaciones que en la pandemia

En este espacio se sirve la merienda tres veces a la semana y una vianda caliente los viernes por la noche, donde de una olla popular surgen 150 porciones de comida.

“Vienen chicos de padres separados, otros que viven solo con su mamá o papá, son gente de muy bajos recursos. La situación es angustiante. No tenemos ayuda del municipio (Josefina), es todo a pulmón”, dijo Vocos.

En barrio Hospital, un nuevo lugar

Romina Paz abrió hace menos de un año una copa de leche en barrio Hospital de nuestra ciudad. También ofrece un plato de comida caliente. Aunque la idea es colaborar dos veces a la semana, hay momentos en que las donaciones no alcanzan.

“Arranqué con la copa de leche. Y hay dos personas que me ayudan para conseguir la carne para también dar un plato de comida. Unos 30 chicos son los que vienen, de 2 a 13 años”, describió.

Paz indicó que notaba muchos chicos con necesidades en el sector donde vive y que no había un espacio para contenerlos con alimentos.

“Vienen muchos chicos que por ahí no tienen ni zapatillas y a uno le da cosa. Yo pasé de chica muchas necesidades, me crió un tío que siempre me dio todo lo que tenía. Me siento un poco identificada y ayudar para mí es gratificante”, aseguró.