Franco Tesio es un atleta de San Francisco que hace poco compitió en el Ultraman de Villa General Belgrano, considerada una de las carreras más extensas del mundo. Una competencia feroz, con más de 600 kilómetros de recorrido que pudo finalizar.

Para él, este desafío al que calificó como una “locura” lo hizo con la intención de dejar un mensaje ya que, previo a ello, debió superar un cáncer de riñón y también la pérdida física de su padre, ante un diagnóstico similar.

Tesio pasó por el ciclo 2022 de Yo Digo, el programa de entrevistas de El Periódico TV (martes a las 19), y que desde este año también se replica en El Periódico Radio FM 97.1.

- A quienes nos cuesta correr más de dos cuadras o no estamos tan empapados sobre el runner estaría bueno que expliques de qué se trata un Ultraman que, ya desde el nombre, mete algo de miedo.

- Realmente es una competencia feroz, son 602 k. Una locura. Y como decís el nombre asusta, pero todo es entrenamiento y voluntad. Me focalicé en hacer algo loco y estaba esta carrera que fue la quinta edición en Villa General Belgrano. El primer día fueron diez kilómetros nadando, más 200 kilómetros de ciclismo. Terminé agotado y algo deshidratado por un error de alimentación. Al segundo día me levanté, preparé la bici y largamos los 300 kilómetros. Fue ahí que empezaron las preguntas: ¿qué hago acá?, o aparecen las ganas de abandonar, o estás dolorido.

- ¿Esa sensación de dejar la competencia a mitad de camino se va sucediendo a lo largo de la carrera o se puede ir dejando atrás a medida que se avanza?

- Yo lo defino como una pared que tenés que romper en ese momento. Todo deportista lo pasa y cuando eso sucede le das hacia adelante. Pero sí, el cansancio, el dolor, lo que te falta de recorrido empieza a jugar en la mente en su totalidad. El físico es como que se desconecta de la cabeza. Pero bueno, es ahí donde aparecen las imágenes de la gente que te apoya y también lo hacés por ellos.

- Son imágenes que motivan.

- Claro, es una carrera de 70 por ciento cabeza, es muy dura. En mi caso pude tener a dos amigos que me asistieron como Gustavo Rosso y Gabriel Artero.

- Definiste al inicio tu participación en la competencia como una “locura”. ¿De dónde surge?

- Me focalicé ahí por el fallecimiento de mi viejo en el 2020, en medio de una pandemia. A mí además me diagnosticaron un cáncer de riñón a los dos meses y me operaron. Al mes ya estaba corriendo de vuelta, trotando suave. Empecé a entrenar con Gastón Montenegro y me puse este objetivo, el de hacer esta carrera por todo lo que había vivido. Quería dejar un mensaje, ese de poner voluntad, fuerza, fe, positivismo, unos de los mejores medicamentos para eso. Yo al cáncer lo tomé como un resfrío, pese a asustarme por todo lo que significa. Pero lo tomé así, haciéndome los controles, siguiendo con actividad física y tratando de recuperarme.

Franco Tesio en Yo Digo: “Correr genera placer, te desenchufa y es una terapia”

- ¿Cómo se prepara uno para una carrera de este tipo? Porque mencionaste una deshidratación en algún momento y me imagino que eso genera riesgos.

- Hace 23 años que hago triatlón, tengo mucho conocimiento de mi cuerpo. Venía con la experiencia en otras carreras. Durante el primer día erré en algo, entonces pude corregir al segundo. Empecé a comer cosas más sólidas.

- La gran pregunta: ¿qué se come en medio de un tria?

- Los geles que se toman cada 40 minutos, huevo duro, pude comer un sándwich de jamón crudo con queso, pan lactal.

- Bueno en lo que refiere a alimentos no te castigaste.

- (Ríe) Un sándwich en un momento así viene como un asadito. Son muchas cosas las que se pueden comer, las barras energéticas, cereales, nueces, almendras, pastillas de sales que son muy buenas para levantar y hace a una buena hidratación. Así pude terminar el segundo día.

- Eso también forma parte de las fuerzas que necesitás para afrontarlo, una buena alimentación.

- Para mí fue clave para poder largar al otro día. Pero pude sacar fortalezas, también pensando en mi viejo, lo que pasé yo, el tiempo que le robé a mi mujer y mis hijos entrenando y a quienes me ayudan. Eran cuatro o cinco horas diarias de entrenamiento de lunes a viernes y los sábados era lo más duro porque eran hasta siete horas. Los domingos descansaba.

- Claro, no vivís de correr. A eso hay que sumarle el laburo.

- Exacto, soy totalmente amateur, lo hago por amor al deporte.

- ¿Qué secuelas deja una carrera de este tipo?

- El tercer día de competencia fueron 92 kilómetros corriendo y ya venía paleado. La uña de los dedos que están por salirse, dolores físicos que te quedan, en la planta de los pies, las rodillas. Le va tiempo para recuperarse. Pero cuando llegué a la meta faltando 500 metros me cayó la ficha sobre el sacrificio que hice, que siendo amateur pude llegar. Estaban mis amigos, la verdad que fue una carrera muy emocionante.

- Empezaste de chico. Me imagino que cuando en la secundaria hacías el Test de Cooper en el colegio te salía de taquito.

- Mirá, sí. Pero arranqué después del secundario. De todos modos me destacaba, me gustaba mucho correr.

- ¿Recordás la primera experiencia?

- Fue en la ciudad y me anoté para saber qué era una maratón. Pura inexperiencia. Pedí una bicicleta prestada, inflé lo que más daba las gomas, era una mountain bike. Le dije a mi vieja ‘haceme algo de comer porque voy a competir’ y recuerdo que comí pollo asado, con ensalada de repollo y gaseosa. Nada que ver con lo que tenía que comer (se ríe). Estaba hecho un globo de lo inflado, la bicicleta encima frenada…

- Una mala experiencia que no te jugó en contra sino que fuiste por más.

- No para nada. Quedé enganchado, contento y me dije ‘le hablo a Javier Dona’ que es un deportista destacado. Así que me lo crucé corriendo una vez, lo frené… pensaba que le iba a robar (vuelve a reír) y le pedí que me entrene. Así arrancó toda esta locura. Después viajando con otro amigo, Nicolás Venier, éramos los tres locos que corríamos en todos los circuitos entrerrianos en esa época.

- ¿Y hoy que pensás cuando mirás para un lado y el otro y vez remeras fosforescentes y gente que corre?

- Realmente creció mucho la movida. Me pone contento que se fomente el deporte en la ciudad, el ciclismo, el maratón. Recuerdo los primeros de Fasta y era poca gente. Hoy son unas 200 personas siempre, la cantidad de grupos de running, el grupo de triatlón.

- ¿Qué genera correr, qué te inyecta?

- Primero te tiene que gustar o ser curioso en eso. Mucha gente no quiere saber nada. Correr te activa para todo el día, arrancás a full, nada de pachorra, entusiasmado. A mi particularmente me genera placer, me desenchufa del trabajo, de la realidad. Es una terapia, lo mismo el ciclismo. Te desconecta de todo.

- Recordaste el fallecimiento de tu viejo en varios momentos. ¿Cómo fue su partida?

- Fue también por un cáncer. Se enfermó en noviembre de 2019 y seguimos con los tratamientos en Córdoba, donde nos dijeron que eran cinco o seis meses de vida. Uno, pese a todo tenía fe de que lo podía revertir. Fue un cáncer de estómago, sufrió mucho y nos quedó ese sabor amargo de verlo sufrir hasta el último segundo. Eso en medio de la pandemia.

- Con ese antecedente me imagino el impacto de tu diagnóstico en la familia. Fue todo muy cercano.

- El 10 de abril (de 2020) cuando falleció mi viejo estuvimos muy golpeados, muy mal. En mayo me fui a hacer un estudio de la columna, soy viajante pero por la pandemia no estaba viajando entonces no podía echarle la culpa de los dolores a los viajes. Fui de un traumatólogo amigo, me dice que la columna no era y que me haga una resonancia. Es ahí donde encontraron el tumor. Empecé con estudios, me pidieron que me opere y no tuve tiempo de procesarlo. Quise que sea todo rápido, con lo de mi viejo había quedado golpeado. Tomé este diagnóstico como un resfrío. Había que extirparlo, curarse y salir adelante.

- ¿Qué se te vino a la cabeza cuando escuchaste la palabra cáncer?

- Primero mi papá, terminamos de enterrar a mi viejo y ahora lidiar con esta situación. Mi vieja, pobre, que quería ser dura pero por dentro estaba destrozada. Sobre todo en época de pandemia, el aislamiento solo después de la primera consulta, sin mi mujer y mi hijo, solo en mi casa maquinando lo que se venía. Después ir con mi mujer y quedarnos solos tras la operación. Fue una operación muy larga. Pero lo tomé como una enseñanza más de vida, no hay nada comprado en la vida, hay que luchar, ser fuertes e ir por los objetivos que uno quiere. No bajar los brazos y tratar de superar los problemas. Con esta carrera quise dejar este mensaje de que se puede. Al menos, en mi caso, hasta los 80 o 90 años que me dé el cuerpo le voy a dar para adelante.