42 años y 38 días es el tiempo que trabajó Luis Rocchia en la sede del Banco Nación de nuestra ciudad, hasta que este año la edad le marcó que era tiempo de colgar los zapatos y la corbata para jubilarse y disfrutar la vida desde otro lado, sin ese lugar que fue tan importante para él por tanto tiempo. En su casa de Barrio Jardín, Luis le contó a El Periódico cómo fue que todo arrancó: “Comencé a trabajar en el banco el 2 de noviembre de 1972. Yo había terminado el colegio secundario en el San Martín y con el título de perito mercantil era muy normal que vos termines el secundario y encuentres trabajo. Yo rendí para ingresar y mientras esperaba el resultado, trabajaba en una casa de remates, Gilli Hermanos. Al poco tiempo el banco me llama y me confirma que había quedado”.

Asumo que no fue fácil dejar el Banco después de cuatro décadas

El Banco Nación a mí me dio todo, la seguridad de que el anteúltimo día del mes te pagaba el sueldo, más allá de las épocas económicas del país, que han sido buenas y malas, y yo gracias a eso pude hacer estudiar a mi dos hijos. Es un trabajo que es seguro, lindo, limpio y que, incluso, te da posibilidades horarias por si te hace falta tener otro trabajo.

¿Cómo era trabajar en el Nación en 1972?

Prácticamente no existían máquinas de escribir, había muy pocas. Todo era con lápiz y lapicera, y a los números había que hacerlos mentalmente. Había muy pocos bancos en San Francisco y había muchas empresas en la ciudad. Cuando yo entré había alrededor de 100 personas trabajando en la sucursal, y hoy si se lo contás a los chicos jóvenes no te creen.

¿En qué lugar del Banco se sintió más cómodo a la hora de trabajar?

Son muchas labores las que vas cumpliendo ahí adentro. Distintas etapas, secciones, y te iban cambiando de una a otra. A mí siempre me gustaron los números y en el banco estaba en el lugar ideal.

Por el banco es una persona muy conocida en la ciudad

El Banco Nación era una vidriera. Había gente de todos los ámbitos y uno cosechó mucha gente conocida y querida. Yo salía a pasear por el centro con mis hijos y me saludaba mucha gente que uno veía y atendía en el banco.

Correr, el cable a tierra

Con 66 años, hoy Luis no se ha jubilado de sus otras actividades primordiales en su vida: el atletismo y el fútbol.  Sigue saliendo a correr y cuando se realiza alguna carrera de calle, Luis participa. Y cuenta que los sábados disfruta de ir a jugar al fútbol.

¿Cuándo empezó a practicar atletismo?

De más grande me dediqué al atletismo, a correr carreras de calle. En San Francisco y en la zona se realizaban muchísimas competencias y yo trataba de estar en todas. El deporte siempre fue mi cable a tierra. Siempre jugué al fútbol y desde chico a la mañana siempre salgo a correr 6 o 7 kilometros, haga calor o llueva. En la época del “corralito” estábamos muchas veces hasta las 9 de la noche en el banco y lo primero que hacía era llegar a mi casa, cambiarme y salir a correr para despejar la mente.

Esa pasión por el deporte permitió que Rocchia incurriera en el periodismo deportivo. Durante el mes de enero estuvo comentando la edición del Campeonato Nacional de Baby Fútbol y dice que le ofrecieron ser el columnista deportivo de una FM barrial de la ciudad, lugar que le gustaría ocupar y que todavía no se decide a hacer porque se superpone con el partido de fútbol de los sábados.

La voz de la experiencia

¿De un día para el otro dejó de trabajar o fue de a poco?

El banco tiene un sistema que es muy bueno que se llama prejubilatorio. Los últimos 6 meses empezás gradualmente a ir menos. Dos meses vas dos horas menos, otros dos meses vas tres horas menos y los últimos dos, vas tres días y entrás a las 11 de la mañana. Entonces de a poco te vas alejando de la sucursal, para que no sientas tanto el impacto.

A lo largo de los años has sido compañero de mucha gente más joven, ¿cuáles eran tus consejos para quienes recién ingresaban al Banco?

Lo primero era que hay que atender al público de buena manera, el público es lo principal. La gente viene y no podés dejar esperándola mucho tiempo. Y a su vez, por el conocimiento de años, le explicaba cómo se hacía una cosa u otro. Y siempre les decía que a la gente no hay que mentirle. Si vos no sabés algo, consultá con quien sabe, pero no hay que dejar con dudas a la gente.