Ramón Adrián González entró a la galería de El Espacio y recorrió emocionado sus propias obras de arte, esos cuadros que tanto tiempo demoró en hacer, pero a los que les imprimió lo mejor de sí mismo. El señor tiene ahora 61 años y hace una década -cuyo aniversario está próximo a cumplirse - lejos estaba de los pinceles, era un hombre con ropa de obrero de fábrica de esos que van y vienen por San Francisco. 

La vida le cambió hace 10 años por un accidente laboral que trajo como consecuencia la amputación de sus dos brazos. “Cuando ocurrió eso pensé ¿qué voy a hacer ahora? ¿cómo seguir? Aparte yo era el sustento del hogar, mi señora no podía trabajar porque en ese momento teníamos un hijo con discapacidad (Franco falleció en 2020)”, reflexionó. 

Fue un golpe muy duro que lo dejó desnudo ante la realidad de que nada sería igual y debía reinventarse, por suerte su esposa Rosana fue la que le trajo luz y una oportunidad incentivándolo a pintar.

Desde cero

En su momento al inicio ideó con una botella plástica que encajara en su muñón lo que sería el antebrazo y en el extremo tenía un lápiz. “Yo no dibujaba antes, tenía una vida muy ocupada como empleado metalúrgico, incluso en mi casa tenía un pequeño taller donde seguía trabajando después de hora. Le dedicaba muchas horas al trabajo”, recordó. 

Los movimientos le permitieron dibujar trazos en papel, iluminar una vida que tenía miedo que quedara en la oscuridad. Aprovechó cada una de las clases de dibujo que tomó con una profesora porque tenía que aprender a hacerlo, así como también debió reconocerse sin sus brazos. 

“Después me contacté con Oscar Quaglia y estaba convencido que íbamos a llegar a hacer una exposición. La hicimos en 2014 y no hacía un año que yo había empezado a pintar”, dijo emocionado a El Periódico. 

Adrián (como también lo llaman) comenzó a dibujar con una prótesis autofabricada.
Adrián (como también lo llaman) comenzó a dibujar con una prótesis autofabricada.

Vivir feliz

Los trabajos que están exhibidos y a la venta en la galería tienen entre tres y cinco años, “Los hizo en la medida de sus posibilidades y tomándose su tiempo”, porque se atrevió a disfrutar cada momento del proceso, algo muy distinto del metalúrgico que fue que vivía trabajando. 

“Esto lo hago también con como una terapia, me ayuda mucho después del accidente que tuve que ya van a cumplirse diez años. No tienen ninguna inspiración especial, por ahí como mi señora (Rosana) saca muchas fotos ella me las muestra o a veces le pido una y sobre eso trabajo. Yo no las copio, siempre les voy haciendo las modificaciones necesarias según la pintura, los tonos, los colores”, detalló.

González se reconoce "totalmente feliz".
González se reconoce "totalmente feliz".

¿Vive feliz a pesar de todo? “Totalmente feliz -expresó con seguridad - más allá de de mi voluntad esto también lo tengo que atribuir a mi familia que fue fundamental para salir adelante sino es imposible. Lo que más me hace feliz es que mis hijos me vean trabajar, no me vean acostado y triste en una cama. Por el contrario, ellos me ven siempre activo haciendo cualquier cosita en la que yo pueda ser útil".

Se nota a leguas que el arte no solo le dio la posibilidad de ver la misma vida desde otra perspectiva, también le permitió liberar al hombre que es hoy. “Esto…esto es fascinante, por ahí pienso y digo cómo llegué a lograr esto. No me estoy comparando con ningún pintor. No. Lo mío, es lo mío nada más y me hace sentir realizado”, cerró recorriendo de nuevo con su mirada la galería.