“El mozo debe estar atento, ser respetuoso, tener memoria, concentración y ganas”, dice con una sonrisa Fernando Rostagno (63), gastronómico con 39 años de servicio que hoy se desempeña como mozo en la tradicional pizzería Colón.

Se inició allá por el año 1977 en lo que era la concesión del comedor de la Terminal de Ómnibus, perteneciente a la firma de Juan Moreno. Luego sirvió en lo que fue el reconocido comedor La Giralda, trabajó para el comedor de la familia Ronconi durante 10 años y nuevamente regresó con la familia Moreno, al emprendimiento de la Colón.

“A mí el trabajo siempre me gustó, es una actividad muy llevadera en la que uno ha cosechado muchos amigos y conocidos.  Lo único negativo es que lo que más se sacrifica es el tiempo con la familia, sobre todo al tener que trabajar fines de semana y días feriados”, reconoce Rostagno.

Memoria prodigiosa

Fernando pertenece a los mozos de la vieja escuela que a la hora de tomar las órdenes de los clientes se manejan simplemente con su memoria.    

“Se trata solamente de concentración”, comenta. “El mismo trabajo te va llevando, ya sea para atender una mesa de dos personas, diez o solo una, el servicio tiene que ser igual. Tenés que dedicarle atención y cordialidad al cliente, por ese lado el mozo va ganando terreno en el asunto de memorizar las cosas”, asegura.

¿Mozos eran los de antes?

Muchas veces se escucha aquella frase que dice que “mozos eran los de antes”, pero en este sentido Rostagno prefiere no polemizar y explicar que cada época tuvo y tiene una forma distintiva de trabajar.

“Antes al mozo se le requería más presencia, se trabajaba con moño, chaquetilla, camisa blanca, zapatos bien lustrados y así durante todo el año. Hoy eso no se exige y no lo veo mal, pero a mí me gusta mantener mínimamente aquel estilo”, sostiene. Y agrega: “Los chicos de ahora tienen otra forma de trabajar, son distintas épocas que no hay que mezclar. El mozo de antes tenía su presencia, el de ahora otra actitud de mayor confianza”.

De todos modos, para Fernando, la sonrisa y la amabilidad son fundamentales a la hora de ganarse la confianza del cliente. “Hay que lograr que la persona sea sienta cómoda y bien atendida para que regrese”, recomienda.

Ante esto asegura que tiene clientes que de los que sabe de antemano el plato qué van a ordenar, solamente pregunta con una sonrisa: “¿Lo de siempre o cambiamos alguna cosita?”

No hay secretos

A la hora de manejar la bandeja con los pedidos. “Es cuestión de concentración y confianza en sí mismo. El mozo tiene que acomodar bien todo lo que lleva en la bandeja para cuando la calce con los dedos puede llevarla de la mejor manera, siempre mirando al frente”, explica.