Nicolás Bottero (27) y Carolina Carrizo (27) son dos sanfrancisqueños nacidos a fines de la década del 80 y principios de la década del 90 que, como muchos otros jóvenes de su generación, decidieron abandonar todo e ir tras sus sueños. En este caso, sus anhelos tenían que ver con conocer otros países, otras culturas, otras formas de vida. Y con algunas similitudes y algunas diferencias los cumplieron.

Tres meses en México

Carolina supo desde siempre que iba a conocer México. En su caso ayudó el hecho de que una amiga suya, de su misma edad, ya había vivido durante tres años en el lugar y se lo recomendó. Y que otra de sus amigas la invitó a viajar reavivándole el deseo nuevamente poco tiempo después.

Lo que la detenía era el trabajo, ya que en el momento en que le surgió la propuesta ella se encontraba trabajando en relación de dependencia, a la vez que había comenzado un microemprendimiento que le consumía gran parte de su tiempo.

“No podía ir porque había abierto un microemprendimiento, una sandwichería, y además estaba trabajando en relación de dependencia. Con el tiempo lo empecé a masticar bien y empecé acomodar las cosas para poder hacerlo. Dejé de trabajar en relación de dependencia porque se me terminó el contrato y al negocio tuve que cerrarlo por cuestiones personales. Ahí vi la posibilidad de hacerlo”, contó.

Lejos de la rutina

Al momento de tomar la decisión, llevaba ya dos años sin tomarse vacaciones. Así que cuando se decidió, recibió numerosos comentarios positivos. “Era gente que sabía que yo venía trabajando en lugares que demandaban muchas horas y que hacía dos años que estaba acá. Me decían ‘sos joven, andá, hacelo’”, relató.


Sobre cómo se preparó, explicó que contaba con ahorros previos a los que se les sumó el ingreso por la venta de parte del negocio. “Fui con todo cubierto para tres meses y fui a ver de qué se trataba. Sabía que iba a volver porque tenía fecha de regreso, tenía un compromiso y tenía que terminar la tesis”.

Carolina debió vencer su temor a viajar sola en avión. Sabía que allá la esperaban algunos conocidos. Del viaje, entre otras cosas, se trajo la inquietud de gestar un microemprendimiento. En él, hoy está trabajando.



Pasaje de ida

La decisión de Nicolás fue un poco más imprevista. En su caso, un trabajo que le generó estrés le hizo enturbiar sus relaciones y enfermarse.

“Estaba conviviendo, trabajando mucho, no me sentía muy bien en el trabajo, era súper estresante, eso me llevo a estar mal en todo: amigos, familia, mi novia y el propio trabajo. Dejé a mi novia, empecé un tratamiento, me separé de la sociedad que tenía con mi hermano. Empecé a recuperarme muy de a poco, hice una gran huerta orgánica con un amigo”, explicó Nicolás acerca de cómo vivió los momentos previos a su decisión.

Sin embargo, una helada acabaría con sus plantas y con lo único que, a su criterio, lo aferraba a su ciudad natal.

“Eso fue lo que rebalsó el vaso. Dije ‘me voy’. Tenía un amigo vacacionando en México, así que lo llamé y le dije que iba para allá”, recordó.

Nicolás, que solo sacó pasaje de ida, hace ya dos meses y medio que se encuentra en el país azteca.



Sin planes

“Planes no tengo –aseguró-. Voy recorriendo y si me gusta el lugar me quedo un tiempo. Por ahora pienso seguir recorriendo México, no tengo planes ni de quedarme ni de volverme”.

Y reveló: “La estoy pasando a pleno, conociendo un montón de gente de distintas partes del mundo. Es una experiencia única”.


El joven, que manifestó que extraña a su familia, a sus amigos y a sus perros, también reveló que el dinero que viene gastando “es la mejor inversión” que pudo hacer en su vida y que no se arrepiente.

Y concluyó: “Viajar es increíble. Te llena de satisfacción el alma. El que tiene la oportunidad de hacerlo no lo tiene que dejar pasar”.