El profesor Daniel Lario recibe a El Periódico en su casa de barrio Cispren sobre Jerónimo del Barco Norte, aunque en la entrada ataja al periodista que lo va a entrevistar: “¿Me pongo el saco? Porque si no creo que muchos no me van a reconocer”, sostiene.

- Es su casa, como a usted le quede cómodo-, le respondimos.

Lario, que es profesor de Historia hace más de 25 años y se desempeña hace dos décadas como docente en la escuela Normal Superior “Nicolás Avellaneda”, accede a dialogar “de civil”, aunque sin dejar de comentar, invadido por una sonrisa: “Te aseguro que algunos se van a sorprender de verme así”.

Su seriedad y su forma elegante de vestir lo hacen todo un personaje en el ámbito educativo de San Francisco, sobre todo en su escuela, a la que se refiere con particular cariño. Allí, además de trabajar, también realizó sus estudios iniciales y de nivel secundario. “Soy normalista con todas las letras como se dice comúnmente, desde hace casi 50 años, es prácticamente toda una vida. He recorrido sus pasillos como alumno y ahora los estoy recorriendo como como docente”, admite.

Historias - Daniel Lario

El amor por la profesión

Como en muchos casos, en los que uno de los padres es docente y traspasa ese amor por la profesión a sus hijos, en Daniel Lario fue su madre la que le inculcó el cariño por la enseñanza. Es hijo de Américo Lario, propietario de una de las primeras inmobiliarias de San Francisco -comenzó a funcionar en la década de 1960- y de María Teresa Chiarotto, maestra Normal nacional que durante gran parte de su vida trabajó en lo que fue La Casa del Niño.

De todos modos, aclara: “En mi caso mi mamá fue docente de nivel primario, pero la docencia va más allá de esa cuestión familiar, viene también por el gusto por la lectura; desde chico siempre me gustó leer y cuando llegaba el momento de la lectura siempre prefería las cuestiones sociales y estaba en eso el gusto de la historia. Ya en la secundaria la materia que más me gustaba era Historia”.

El “profe” también subraya la influencia que tuvieron ciertas docentes “que enseñaban la Historia de una forma diferente” en la escuela Normal y “fueron marcando una pauta y ciertos gustos o características con respecto a la elección de la profesión”, comenta.

Daniel Lario, el “profe” de saco y corbata: un apasionado de la historia y la investigación

Luego confiesa: “En realidad mi idea no era ser docente, lo que me interesaba y todavía hoy, era la investigación de la historia. Cuando finalizo mi nivel secundario quería irme a estudiar a Córdoba la Licenciatura en Historia, pero por los vaivenes de la cuestión económica del país, y familiares también, decidí no ir. Opté por quedarme uno o dos años en San Francisco y estudiar el profesorado en el Instituto Inmaculada Concepción”.

Lo que el joven Daniel no imaginaba era que, poco a poco, las materias didácticas y esa posibilidad de transmitir conocimientos terminarían por definir su profesión. “Finalmente terminé el profesorado. Incluso cuando estaba en segundo y tercer año tuve la oportunidad de hacer suplencias en el nivel secundario, no siendo docente aun y eso me abrió no solamente la cuestión laboral, sino también el deseo de comenzar a incursionar en la docencia. Y bueno, hace casi 25 años que estoy en la docencia, comencé en otras instituciones en zonas aledañas a San Francisco, pero en los últimos 20 ya en la escuela Normal”, destaca.

- ¿Se arrepiente no haber podido ir a Córdoba o eso ya quedó en el pasado?

- Creo que ya estoy en este momento de mi vida en donde tengo que comenzar a cerrar ciclos, o empezar a pensar en, no digo el fin de la carrera, pero ya los últimos años (sonríe). Sí me quedó la idea de obtener el título en la licenciatura en Historia, pero eso no significó que no haya investigado en forma particular y presentado trabajos en el Centro de Estudios Históricos de la ciudad de San Francisco.

La historia en el aula

Lario repite una y otra vez “el desafío” que representa la enseñanza de la Historia en las aulas y hace particular énfasis en “la construcción de la autoridad docente” frente a sus alumnos, atravesados por el uso continuo de las nuevas tecnologías, entre ellas, el celular.

“Como profesor de Historia en particular y de ciencias sociales en general -refiere-, si uno quiere ser escuchado y que el alumno te atienda, tenés que apelar al contacto con la realidad. Recordemos que la Historia no es solamente la ciencia que estudia el pasado, sino que interpela el presente para poder comprender lo que pasa y también poder proyectarnos al futuro. Entonces ese diálogo, entre el pasado, presente y futuro es interesante y día a día recorre las aulas. No tengo dos clases iguales, no tengo dos grupos iguales, la forma de dar clases o la forma de la dinámica de la clase es totalmente diferente en general. Uno tiene que estar predispuesto a estudiar lo que está ocurriendo en el momento, pero también estar predispuesto a escuchar si es que querés lograr que el alumno te escuche también”.

- ¿Cómo encuentra el contexto áulico en la actualidad?

- A lo largo de estos 25 años he notado muchos cambios con respecto a la tecnología que se ha introducido de manera definitiva en las aulas. Los docentes en general hemos sido reticentes con respecto a introducir la tecnología en las aulas pero creo que también hubo un quiebre con el tema de la pandemia, que nos obligó a los profesores a reformular todas las actividades y la forma de dar clases con las TIC -Tecnologías de la información y las comunicaciones-. Si bien antes estaban las TIC, las dirigía el docente como herramientas pedagógicas y didácticas más limitadas. Pero hoy, con los celulares, son una constante y están dentro del aula. Las TIC son una herramienta sumamente poderosa pero hay que tener cuidado cómo se las usa.

- ¿Cree que se mantiene el respeto por el docente con la penetración de las tecnologías?

- En los últimos años el tema de la autoridad del docente tiene que estar en continua y permanentemente construcción. Antes entrabas al aula, saludabas, dabas la clase y terminabas, hoy la autoridad se tiene que construir todos los días. Es un desafío.

- ¿A qué se refiere con construir la autoridad?

- Tiene que ver con: ‘¿Me escuchan? ¿Se entiende? Conteste, por favor’. No admito un ‘no me interesa’ como respuesta, aunque sea que el alumno me diga que no está de acuerdo o no le gusta, pero no la falta de interés que termina siendo la nada misma. Uno pretende tratar de llegar al alumno para que vea a la clase como algo interesante, por eso yo decía que es una construcción permanente, todos los días tengo que tratar de pensar cómo llegar a ese grupo de alumnos para que les interese el tema.

Daniel Lario, "de civil"  en su domicilio.
Daniel Lario, "de civil" en su domicilio.

- ¿Se han politizado un poco las aulas en los últimos años?

- En realidad deberíamos hacer la diferencia de lo que significa la política y partido, porque de política se puede y se debe hablar en las escuelas, lo que hay que tratar de evitar es el partidismo, es decir tomar una posición, con una determinada cuestión partidaria subjetiva. La crisis del 2001 también fue un quiebre en muchas cosas y a partir de ahí, primero incipientemente y después en forma gradual, se notó cada vez más la necesidad, sobre todos los cursos más grandes, de preguntar cuestiones e incluso hubo alumnos que tienen una posición fijada ante ciertas temáticas. Como docente uno tiene que tratar de mantenerse como mediador, ser objetivo y que todos se escuchen, sobre todo porque estamos hablando del tema de la diversidad, estamos hablando de la pluralidad de opiniones.

Mucho por aportar

Lario se define como lector voraz y apasionado investigador que ya ha realizado valiosos aportes al Centro de Estudios Históricos de San Francisco y la Región.

Para el docente, “la historia de San Francisco es sumamente interesante, enmarcada en una gran historia nacional pero también regional. A pesar que tenemos escasos 136 años aun hay mucho por escribir todavía”, asegura y dice que “uno como investigador siempre ve una veta por dónde poder continuar indagando”.

La historia del saco y la corbata

El “profe” Lario es reconocido en el ambiente educativo por diferentes motivos, su seriedad a la hora de dar clases pero también por su pulcro, correcto y formal look. De prolijo peinado, con camisa, corbata, saco y pantalón de vestir, el docente se parece a un personaje salido del siglo pasado y hasta el propio hombre reconoce que su apariencia “puede haber quedado desfasada”.    

Sin embargo y con simpatía, accede a contar sobre su singular forma de vestir y admite que no se trata de un personaje.

“No es un personaje -insiste-, tiene que ver que con cuando empecé a trabajar. Estando en primero o segundo año del profesorado, con solo 19 años me dan la oportunidad de hacer una suplencia en nivel secundario, tenía uno o dos años más que los chicos a los que les iba a dar clases, entonces me dije: ‘Qué hago, me van a confundir, no me van a dejar entrar’. Entonces me puse camisa, corbata, saco y pantalón de vestir, por lo menos parecía un poquito más grande y así empecé mi carrera. Así como las escuelas les piden a sus estudiantes el uniforme, yo lo tomo como mi uniforme”.

- ¿Nunca pensó en cambiar el look?

-(Ríe) No, el día que vaya a trabajar sin corbata o no tenga saco, hay algo que no está bien y tendría que pensar en la jubilación.  

Daniel Lario, el “profe” de saco y corbata: un apasionado de la historia y la investigación

“Unidos por la historia”

La Historia como ciencia de estudio y profesión también marcaría el futuro de Daniel Lario desde el costado sentimental, ya que en el profesorado que se dictaba en el Instituto Superior Fasta Inmaculada Concepción, conocería a su actual esposa y madre de sus dos hijos, Verónica Luque, también profesora en Historia que se desempeña en el Colegio Superior San Martín desde hace 15 años.

Según contaron los docentes entre sonrisas, todo habría comenzado con el pedido de unos apuntes, aunque coincidieron en que los une la pasión por la materia que dictan.

“Nos conocimos en el profesorado -sostiene Verónica-, yo arrancaba el primer año y él estaba en el último y ahí comenzó nuestra historia. Hace 24 años que somos esposos y seguimos también con nuestras carreras docentes, con muchísima pasión, con alegría, perfeccionándonos cada día y con los desafíos que nos demanda hoy en día la escuela. Nos une mucho de no haber perdido la pasión por el aula”.

Los profesores Daniel y Verónica.
Los profesores Daniel y Verónica.

El matrimonio tiene dos hijos, Federico de 20 años -estudiante de abogacía- y Matías, de 16, que cursa sus estudios secundarios en el colegio Normal.  

Al respecto, Daniel comenta: “Todos en la familia seguimos el camino de las ciencias sociales, acá no hay matemáticas, no hay física, no hay química y los debates que tenemos son políticos, sociales; es una cosa interesante la mesa familiar”, cierra.