“Lo hacemos por necesidad”, coinciden los distintos vendedores instalados en diferentes puestos de churros, pan casero y pastelitos en avenidas de nuestra ciudad y de Frontera.

En las últimas semanas se multiplicó la cantidad de estos puestos sin contar los numerosos vendedores ambulantes que recorren la ciudad. Las dificultades económicas y la necesidad obligan a muchos a subsistir de esta manera, produciendo churros, pan casero, pastelitos y tortas; y pasar largas horas a la intemperie esperando por los clientes.

A veces los días son favorables y se vende toda la mercadería, en otros vuelven a sus casas con lo poco que han recaudado.

Viven por el pan casero

Un padre y sus cuatro hijos se ganan la vida vendiendo pan casero en distintos puntos de la ciudad. Un negocio familiar que hace años los ayuda a subsistir.

“Somos una familia numerosa y la única entrada de dinero que teníamos provenía de mi papá, así que empezamos de adolescentes a vender en la calle, no nos quedó otra que ayudarlo”, cuenta Abi, de 23 años, que junto a una de sus hermanitas vende este producto casero en la esquina de 9 de Septiembre y el Camino Interprovincial.

“Vimos que moviéndonos y poniendo esfuerzo se vendía bien y ahora dependemos de esto”, asegura.

La joven cuenta que trabaja de lunes a lunes desde las 16 hasta las 20 y que el invierno es la estación ideal para el pan casero. “En el puesto arrancamos a las 16 hasta que se termine todo. Hay días que se agota todo en dos horas”, reconoce. Y agrega: “Elegimos este lugar porque no había nada cerca cuando empezamos y por el gran movimiento de gente. Además acá no molestamos a ningún otro comercio”.

Ayuda para su nieto

Miriam (52) lleva cuatro meses vendiendo churros en su puestito móvil que bautizó “El Rey del churro”. Hace poco le incorporó una sombrilla para protegerse del sol y de la lluvia. “Los días fríos y de lluvia son cuando más se vende”, confiesa, y mira su sombrilla abierta: “No ataja mucho pero es lo que hay”.

La historia de Miriam es la de una luchadora. Todos los días se levanta temprano a preparar sus churros y alrededor de las 15 se dirige a su puesto a vender. Lo hace para tener algo para comer pero sobre todo para ayudar a que su sobrino de 14 años no abandone la escuela. “Lo crié desde chiquito y me estoy haciendo cargo de él”, comenta.

La mujer comenta que en este último tiempo surgieron varios puestos de ventas “Todos están por necesidad. Nadie se va a sentar en la calle a pasar frío varias horas por gusto y ganas, se hace porque necesitamos una salida”.

El puesto de Miriam está sobre el interprovincial y 9 de Septiembre, sobre el predio de Bomberos en Frontera. “Elegí acá porque hay mucho tránsito y se trabaja tranquila. En otros lados los inspectores de San Francisco me decían que me tenía que ir. Así que me vine para acá”, explica.

Para tentarse

El pan casero se vende a 13 pesos el común o con chicarrón. Los rellenos de jamón y queso o saborizados cuestan 16. Los churros valen 30 pesos la docena, 15 la media o se puede llevar 4 por 10  pesos.