“De la cuna a la tumba es una escuela. Por eso lo que llamas problemas son lecciones”, recitaba el maestro y cantautor Facundo Cabral. De esta manera lo tomó Josefa Ardiles de Albarracín (61), una jubilada de nuestra ciudad que reside en barrio La Milka y que a comienzos de 2021 tuvo un terrible accidente de tránsito; como resultado se fracturó la tibia y peroné, pero también le destrozó parte de su rodilla izquierda.

Imposibilitada de caminar, con una dolorosa prótesis que atraviesa casi toda su pierna y temerosa de caer en una depresión, se envalentonó y decidió que no podía quedarse sin hacer nada en plena pandemia. Fue así que retomó sus estudios primarios, aquellos que había abandonado hace más de 50 años, con ayuda de una amiga y una dedicada docente de nivel inicial.  

Adriana Fasano, profesora de primaria para de la escuela ‘CENPA Julio A. Roca’, que funciona en instalaciones del IPEM n° 315, destacó el ejemplo de voluntad y perseverancia de Josefa para estudiar en medio de tantas complicaciones. “Me sorprendió su gran fortaleza para seguir adelante, nunca flaquear y tener clara esa meta de querer terminar sus estudios. Ella es muy cumplidora, agradece cada cosa que le toca aprender y hace sus tareas con muchísimas ganas”, aseguró.

Con 61 años y las secuelas de un un grave accidente, Josefa estudia para terminar el primario

El accidente

El grave siniestro del que fue partícipe Josefa sucedió el 27 de enero en la esquina de 9 de Septiembre con Irigoyen, cuando un automóvil marca Jeep conducido por un joven de 19 años, quiso doblar y por causas que se desconocen, impactó contra la motocicleta Guerrero Trip 110 cc. en la que iba una mujer de 44 años y Josefa como acompañante.

Los dos vehículos circulaban sobre avenida 9 de Septiembre. A raíz del impacto, las ocupantes de la moto se llevaron la peor parte, pero sobre todo Josefa. “Siempre digo que por suerte llevaba el casco puesto, sino no la estaría contando, quizá. Caí de espaldas y cuando me levanté y me vi la pierna toda doblada para atrás, empecé a los gritos. Fue un dolor terrible”, recordó.

El diagnóstico fue fractura de tibia y peroné de pierna izquierda y su rodilla destruida. Tuvo que pasar casi un mes para que fuera operada y luego le colocaron una prótesis para fijar sus huesos; en total le valieron 18 puntos de sutura.

Luego de la larga cirugía, la recuperación se fue haciendo muy lenta para Josefa en su casa de 1° de Mayo, en el corazón de barrio La Milka. Fue allí, en esos momentos de soledad y tristeza, que apareció el estudio para mantenerla ocupada y, según aseguró, feliz y activa. 

50 años después

Ya desde el año pasado una amiga de la mujer, María Ester Retamoso, la alentaba para comenzar juntas los estudios primarios. Se decidió que lo haría en 2021, pero el accidente casi que descartaba esa posibilidad.

Sin embargo, esa querida amiga no se quedó de brazos cruzados y habló con la profe Adriana, esta última se contactó con Josefa, se puso al tanto de su panorama, la inscribió y de esta manera comenzaron con las clases.

Hubo un tiempo en que la nueva alumna pudo asistir presencialmente en silla de ruedas y con la llegada de la segunda ola de coronavirus, y las restricciones, continuó con una suerte de clases virtuales y asistencia de la propia docente.

“Con las nuevas restricciones le propuse ir enviándole material vía WhatsApp o sino le acercaba cuadernillos a su casa -relató Fasano-. El seguimiento era diario, nos comunicamos por teléfono, por chat, estamos bien comunicadas. Ella está trabajando muy bien, me manda sus actividades, es una excelente alumna, tiene la meta bien fija de poder terminar y estoy contenta por ella, me parece un ejemplo para muchas otras personas”, destacó.

Por su parte, Josefa contó que cursó hasta cuarto grado en la escuela Mariano Moreno de Villa Concepción del Tío, pero tuvo que abandonar para trabajar y que la familia pudiera subsistir. “Éramos varios hermanos y había que salir a trabajar para alimentarnos, trabajábamos de peones de tambo, de niñeras, de lo que fuera para tener para comer”, señaló.

A los 18 años se casó y recorrió parte de la provincia con su marido hasta radicarse en San Francisco, allá por el año 1993. En nuestra ciudad se desempeñó como cocinera en importantes restaurantes y rotiserías, entre ellos, el recordado local La Giralda. Es mamá de cinco hijos, tres varones -Oscar, Daniel y Pablo- y dos mujeres-, Laura, Belén-, que ya la hicieron abuela y bisabuela.

Con 61 años y las secuelas de un un grave accidente, Josefa estudia para terminar el primario

Tras jubilarse y a pesar de seguir trabajando en la cocina, sus hijos le pedían que se mantuviera en alguna actividad, fue así que, a pesar del accidente, la escuela y el estudio la salvaron y revivieron una antigua materia que la mujer tenía pendiente. “Lo tomé como un desafío y además como no me puedo mover mucho -recién hace semanas comenzó con un andador-, el estudio y las tareas me entretienen y me encanta”, remarcó. Y agregó: “Ya sabía escribir, lo que me confundían eran cómo colocar las comas, los puntos pero lo fui encaminando gracias a la profe, es divina”, describió.

Josefa se ilusiona con que vuelvan las clases presenciales y poder asistir algunos días –si es que el dolor de su pierna se lo permite- al colegio. También confesó querer continuar el secundario.

La difícil tarea de enseñar en pandemia

Fasano confesó que utiliza varias modalidades para que sus alumnos puedan seguir estudiando, desde la virtualidad, mensajes y tareas por WhastApp, aunque para varios de ellos prepara cuadernillos y que ella misma se encarga de entregar casa por casa.

“La pandemia y la virtualidad afectó un poco el cursado de algunos alumnos, sobre todos aquellos que están en proceso de alfabetización y que ni siquiera saben usar el WhatsApp. Si no está el docente al lado no se puede hacer mucho, hay muchos adultos que están solos y necesitan la presencialidad para avanzar de mejor manera”, reconoció la docente.