Fernando Terisotto tenía 12 años cuando una travesura casi le termina costando la vida. Sin embargo, no pudo evitar sufrir graves secuelas que lo acompañan al día de hoy. Hizo lo que cualquiera pudo haber hecho de niño alguna vez: mentir para poder conseguir algo de dinero e ir a disfrutar con amigos de una tarde en la pileta del club Sportivo Belgrano, que en el 1994 se encontraba concesionada. La atracción de ese entonces era un súper tobogán acuático al que Fernando se subió una tarde de enero, de sol radiante y calor sofocante, aunque el mismo no ofrecía la seguridad adecuada. La travesura de ese día le salió carísima.

Hoy con 40 años recuerda cada detalle y hasta se castiga por su comportamiento en ese momento, lo que cree fue el causante de lo sucedido: “Haberme accidentado fue consecuencia de mis acciones; creo en el destino y las cartas estaban echadas. Yo era bastante travieso y desobediente”, señaló en una charla con El Periódico, y reconoció que lo ocurrido forma parte de un pasado que pudo superar.

La violenta caída luego de un rápido deslizamiento de cabeza terminó con un golpe de mentón contra el agua y, en eso, el tobogán jugó su parte. La lesión implicó una luxación de las vértebras, cortándose una y astillándose otra, que entrecruzaron a la médula y la dañaron. Automáticamente, Fernando perdió los movimientos y la sensibilidad, pero no el conocimiento, sufriendo una cuadriplejia.

Sufrió un grave accidente en una pileta: perdió parte de sus movimientos pero no sus ganas de salir adelante

Fernando junto a su hija Guadalupe: “Era un desafío ser padre y lo pude cumplir”, dijo.

Una mentira piadosa

Todo ocurrió el 13 de enero de 1994. Fernando jugaba al Baby Fútbol para Defensores de Sportivo y en esa oportunidad alojaba a un niño de Buenos Aires. La tarde de verano no se soportaba y un chapuzón en el agua era una opción más que válida. Sus amigos se organizaron para ir al predio recreativo de Sportivo Belgrano, el cual contaba con dos natatorios, pero Terisotto ese día no tenía el dinero para poder abonar el día de pileta: “Se nos ocurrió hacer una despedida a los chicos de afuera. En ese momento no tenía los 2.50 pesos que valía la entrada. Empecé a recorrer la ciudad para conseguirlo, mis viejos no tenían, mis tíos y mi nona tampoco. Fui a la casa de mi otra abuela, le dije que necesitaba esa plata para comprar un sándwich y otras cosas para despedir a un amigo, lo que no era cierto. Con ese dinero saqué el ingreso a la pileta”, narró Fernando, quien se definió como un “niño bastante travieso”, aunque aplicado en la escuela.

“La estábamos pasando bien en grupo y los demás se entraron a tirar de cabeza en el tobogán acuático. Cuando me toca tirarme a mí eran las 15.40 de ese día, me desestabilizo en la curva y cuando entro al agua no lo hago con la cabeza metida para adentro, como para ingresar como una bala, sino que la acción previa hace que pegue con el mentón contra el agua”, explicó.

Ese tobogán acuático era toda una atracción ese verano, aunque no aportaba gran seguridad a los bañistas: había mucha distancia entre el final del trayecto y el agua, que a veces se encontraba en un nivel más bajo al adecuado. La curva, por lo visto, se tornaba peligrosa.

Al caer, Terisotto quedó boca abajo: “Nunca perdí el conocimiento, quedé boca abajo y cuando quiero mover el brazo no podía; empiezo a tragar agua y Andrés Pipino (un amigo) pensó que estaba bromeando e intentó darme vuelta y ve un hilo de sangre en la nariz. Ahí le dije ‘sacame que estoy tragando agua y no me puedo mover’. Todos empezaron a llamar al bañero que cuando vino a retirarme de la pileta no tuvo consideración de la situación y me alzó como un bebé, ahí yo vuelvo a girar la cabeza para atrás y me termino de lesionar”.

Una vez fuera del natatorio, Fernando fue acostado sobre el borde: “Tenía mucho calor, perdí la sensibilidad, cuadriplejia del cuello hasta la punta de los pies. Recuerdo que vino Ucemed y el médico sacó una aguja bien larga y me la hincó en la planta del pie y yo no respondí al pinchazo y ahí veo que se agarra la cabeza. Me acostaron sobre una tabla y me llevaron al sanatorio”, contó.

"Cuando me toca tirarme a mí eran las 15.40 de ese día, me desestabilizo en la curva y cuando entro al agua no lo hago con la cabeza metida para adentro, como para ingresar como una bala, sino que la acción previa hace que pegue con el mentón contra el agua”.

Operación y rehabilitación en Las Rosas

Eduardo Teófilo Martínez fue el neurocirujano que operó a Terisotto, a quien debieron aplicarle un sistema de poleas que lo obligaba a mantener la cabeza estirada hacia atrás para lograr desinflamar la médula: “Estaba el miedo de no resistir a la anestesia, cuando me intervienen y abren encontraron un panorama diferente”, aclaró. Su estadía en la terapia intensiva fue del 13 de enero al 19 de febrero.

Su primera etapa de rehabilitación fue en Alpi en nuestra ciudad, con el propósito de ganar fuerzas en sus piernas.

La intención de la familia de Fernando era llevarlo a Cuba para que siga el tratamiento de manera más integral, aunque la economía del hogar no alcanzaba: “En ese momento cuando me accidenté se pedían 80 mil dólares (eran pesos por la Convertibilidad) para ir dos años a Cuba y rehabilitarme. Pero la comisión que estaba al frente de la pileta no lo aceptó y se inició una demanda civil”, dijo.

Sin embargo, dieron con un médico cubano que en ese momento rehabilitaba a un joven de Las Rosas que había sufrido un grave accidente que le provocó el corte de su médula lumbar: “A mi papá le cuentan de esta situación. En este ínterin mi abuela se ganó en la tercera cuota un auto cero kilómetro. Ella se sentía muy mal por lo que había pasado, por haberme dado ese dinero que usé para entrar al club. Con la Convertibilidad eran 18 mil dólares. A fines del ‘94 me voy a Las Rosas, me aloja una familia y el médico me rehabilitaba unas ocho horas diarias con el método cubano”, indicó Terisotto y agregó: “Fui en silla de ruedas, pero empecé a independizarme, a bañarme solo, a caminar, me podía cambiar. No se trata de una rehabilitación física o motriz, sino que fue integral porque este médico me inscribió en la secundaria, me acompañaba a la iglesia, me llevaba de mis compañeros a estudiar, a ver fútbol”.

Sufrió un grave accidente en una pileta: perdió parte de sus movimientos pero no sus ganas de salir adelante

Recorte de diario donde se observa el viejo natatorio de Sportivo y su tobogán (Fuente: Archivo Gráfico)

El proceso en Las Rosas duró de los últimos meses de 1994 hasta los primeros días de 1996: “Mi médico se volvió a Cuba y yo regresé a San Francisco”, recordó. Los estudios secundarios los retomó en el colegio Normal, tras un intento fallido de ingresar a Fasta.

- ¿Cómo fue esa vuelta a la ciudad? ¿qué recordás?

Las secuelas que me quedaron son grandes. Yo me fui de acá en silla de ruedas pero volví  moviendo una pierna al 60 por ciento y otra un 20, la motricidad fina me afectó porque no puedo abrir los dedos de la mano y un brazo no lo puedo levantar. Me quedó muy alterada la sensibilidad, por ejemplo, me quemo me lastimo alguna parte del cuerpo y no me doy cuenta.

 Fernando terminó el secundario y durante su cursado se destacó en los tradicionales modelos de la ONU dentro del ámbito escolar. Luego empezó a hacer sus primeros trabajos con un Plan Primer Paso (PPP), fue jefe de sala en el Bingo de San Francisco y trabajó en política, algo que en la actualidad volvió a retomar en el equipo de Gustavo Piscitello. Y, desde el 2008, por gestiones de Hugo Ferrero (ex camarista) ingresó al Poder Judicial de nuestra ciudad en el marco de la Ley 25.689 de Sistema de Protección Integral de los Discapacitados, que otorga un cupo para personas con discapacidad. Arrancó primero en la fiscalía de Bernardo Alberione y su secretario Oreste Gaido, a quienes considera sus “formadores” y hoy trabaja en el Centro Judicial de Mediación.

- ¿Cómo fue el proceso de demandar judicialmente a uno de los clubes más importantes de la ciudad?

Eso duró 15 años, lograr un acuerdo. En este punto me ayudó mucho haber entrado al Poder Judicial y haber conocido a gente que estaba a cargo de la comisión directiva de Sportivo. En 2009, María Cecilia Roffé (Terisotto trabajaba junto a su padre Carlos Roffé) le contó a Oreste Gaido (también dirigente del club) lo que me había pasado. Se empezó a gestionar el acuerdo, también con Pablo Esser y Rubén Boetto. También fueron claves Héctor Campana, Juan Schiaretti y Martín Llaryora. Era una muy buena época del club, en pleno ascenso deportivo y yo traté también de darle oxígeno, por lo que accedí a un sistema de pago en cuotas para que Sportivo tenga las facilidades para hacerse cargo de la situación. Económicamente vivía otra cosa porque el club tenía problemas, con embargos pero deportivamente estaba emergiendo.

Sufrió un grave accidente en una pileta: perdió parte de sus movimientos pero no sus ganas de salir adelante

- ¿Qué te quitó este accidente y qué cosas positivas podés marcar?

A mí me pasó un episodio traumático para darme cuenta como hay que valorar la vida. Si bien sufrí una disminución motora y motriz en cuanto a la motricidad fina también, nunca me faltaron las ganas de salir adelante. Con la voluntad, el esfuerzo, la ayuda del Estado y profesionales que realmente te ayudan con dedicación podés salir adelante y ves las cosas de otra forma, desde otra óptica. La cosmovisión mía es tratar de ayudar e integrar a esas personas que no la están pasando bien.

- ¿Te quedaron rencores?

Pensar si Dios existe y preguntarse ‘por qué me tocó a mí, porque me castigó’.

Pero después caí que fueron consecuencias de mis acciones haberme accidentado, creo en el destino y las cartas estaban echadas. Yo era bastante travieso, desobediente, enfrenté a mis padres y ese mal comportamiento me llevó a desafiar a la vida. Lo bueno es que estoy con vida ahora y pude ser papá de Guadalupe.

- No sentís que te castigás demasiado? Eras sólo un niño.

Pero si hubiera sido un chico más apaciguado, tranquilo, de hacerle caso a mis viejos, no tan reaccionario... A los 40 años lo entiendo de esa forma.

- ¿Lo de tu abuela, el hecho de sentirse culpable por haberte dado ese dinero, pudiste hablarlo con ella?

Mi abuela Avelina Martín murió. La verdad nunca nos detuvimos a profundizar en el tema. Me hubiese gustado que conozca a mi hija. Ella tenía un sentimiento de culpa tan profundo que ni bien fue adjudicataria de un plan de capitalización y ahorro me regaló el auto para que me pueda rehabilitar. Ella lo que sí veía era el avance constante de mi rehabilitación física y además que escolarmente me iba bien y le demostraba que con valentía, esfuerzo y tener un objetivo en la vida se podía salir de una situación traumática.