Por Oscar Romero.

Muchas personas dan fe de que un amigo es una relación profunda que puede durar décadas sobreviviendo a la distancia, las diferencias y a las ocupaciones diarias.

Hoy cuando la palabra “amigo” se utiliza en forma superficial para denominar a un contacto en las redes sociales, en la ciudad existen testimonios, historias y lugares donde la amistad se celebra día a día sin importar fechas ni modismos.

Es lo que sucede en el taller de chapa y pintura de Raúl Peretti (68) y José S. Carrizo (68), en la esquina de calle Libertad y Echeverría de barrio Catedral. Estos hombres llevan en su oficio más de 50 años y su lugar de trabajo se ha convertido en centro de reunión para muchos amigos y conocidos que van y vienen, que encuentran un refugio y algún buen mate en la rutina diaria.  

Desde pequeños

La amistad de  Raúl y José arranca cuando ellos tenían 12 años. En aquella época, la necesidad y sus padres los obligaron a comenzar a trabajar.

“Hace 56 años que estamos dando vueltas en el barrio con el taller –cuenta Raúl-. Cuando entramos esto pertenecía a tres socios, Busso, Gottero y Racca. Empezamos haciendo tareas pequeñas y así aprendimos el oficio y fuimos quedando. En el año 1971 compramos este galpón que pertenecía a la familia Tampieri, sobre Libertad y Echeverría. Desde entonces estamos acá”.  

El taller mecánico puede considerarse para los hombres como la peluquería para las mujeres. Un lugar de reunión de amigos, conocidos y clientes donde siempre hay algún tema para conversar. Y así fueron naciendo las amistades que se mantienen hasta nuestros días.

Fútbol, autos y… mujeres

Los amigos se ríen pero admiten que son los principales temas que se debaten en el taller. Por la tarde, cuando el clima está más templado suelen aparecer cuatro o cinco hombres que entre mate y mate, mientras los dueños trabajan, intercambian conversaciones y pasan el rato. Son los amigos de siempre, algunos de la infancia, otros del barrio y alguno que otro que fue cliente.  

“Se puede decir que el taller es un lugar de paso-asegura Carrizo-. Tenemos amigos de la infancia que vienen a visitarnos, clientes con los que hemos hecho amistad, siempre hay gente que viene y que va con la que charlamos de todo”.

“Y sí, se habla de todo- agrega Raúl-, de fútbol, autos y de las chicas (ríen), no sé para qué, pero bueno…”.

El taller ha sido espacio para múltiples asados y comilonas, pero con el correr de los años y el frío que golpea, ahora los amigos prefieren las tardecitas de los viernes para comer unos ricos choripanes hechos con una parrillita eléctrica. “Es más rápido”, dicen sonriendo.

El trabajo

“Muchos nos han preguntado cómo nos aguantamos después de tantos años juntos –comenta José-. Y esto duró porque nunca hubo mucha plata y no se metieron las mujeres (ríen ambos). Fijate que en las sociedades que hay, cuando empieza a haber plata, ahí se arma el lío”.

En la actualidad los propietarios del taller ya llevan tres años como jubilados pero siguen firmes en el taller, principalmente porque les gusta lo que hacen, lo necesitan, los hacen sentir útiles y además porque siempre está la compañía de los amigos para hacer el trabajo más placentero. 

“Seguimos trabajando porque nos pagan la mínima jubilación –ironiza Raúl-, y además porque trabajamos tranquilos. Hoy nos damos el lujo de poder elegir los trabajos. Laburos grandes como se tomaban antes ya casi no hacemos, ahora manejamos nuestros tiempos”.