En 2020 Marta Zampach se vio obligada a cerrar su kiosco en el Colegio Superior San Martín por las restricciones de la pandemia, por lo que en aquel momento había quedado casi a la deriva. Fue internet la que la condujo a nuevos emprendimientos como el de la realización de macetas de yerba usada.

Hace unas semanas una profesora del Colegio le propuso que les enseñara a los chicos de 1° año a realizar estas particulares macetas y el asombro fue tan grande que habrá una próxima clase donde los estudiantes podrán hacer una con sus propias manos.

En el Colegio de San Francisco todos conocían desde hace mucho que Marta es una gran defensora del cuidado del medio ambiente, lo que quizás no se sabía bien es por qué llegó a ese emprendimiento.

Todo empezó cuando cerraron las escuelas en 2020 y ella se quedó sin su principal fuente de ingresos. Un día se encontró buscando en internet qué cursos hacer y aparecieron las macetas de yerba, esta actividad no solo le dio dinero, también satisfacción de hacer algo por el medio ambiente.

“Esa situación (de la pandemia) te generaba una impotencia de decir ‘¿de qué vivo ahora?’ porque estaba 11 horas ahí. - dijo sobre aquel momento – Pero yo siempre fui una persona que busca la posibilidad de salir adelante en todos los aspectos de mi vida. Es mi esencia”.

En la escuela donde tienen el kiosco una profesora la animó a enseñarle a los chicos de 1° año su técnica de las macetas.
En la escuela donde tienen el kiosco una profesora la animó a enseñarle a los chicos de 1° año su técnica de las macetas.

La fe le abrió nuevas puertas

En esos momentos de incertidumbre la fe siempre la sacó a flote a través de las manos solidarias de muchas personas que la querían, entre ellas las de la parroquia San Francisco de Asís a la que asiste y el sacerdote, Gonzalo Biarzi.

“Me sorprendió la solidaridad de las personas. Es gente que solo sabía que soy Marta la que atiende el kiosco del San Martín. A eso se sumó la gente de mi parroquia San Francisco de Asís. Después el sacerdote Gonzalo Biarzi me empujó a hacer un taller para ser animadora del Laudato Si (encíclica del Papa Francisco) que significa el ‘cuidado de la casa común’, nuestro planeta”, explicó a El Periódico.

Con lapicera y papel, a la vieja usanza, fue escribiendo su proyecto y formándose. Sin pensarlo de a poco se unió a un grupo de defensores del medio ambiente que tienen en común la fe. Ella define a este pequeño movimiento de una forma particular: “Nosotros somos ecologistas católicos. No hacemos marchas ni nada de eso, pero intentamos que haya una conversión ecológica en nuestra comunidad con cosas pequeñas e incluso en nuestra propia casa”.

Las macetas de yerba se convirtieron en el sello de Marta.
Las macetas de yerba se convirtieron en el sello de Marta.

Una opción económica

En este taller había un proyecto final y ahí ante la duda apareció de nuevo la fe que la había guiado y sacado adelante desde 2020. Su idea de presentación fue que para promover el cuidado de esta “casa común” se podía reutilizar la yerba y darles forma de maceta.

Esa propuesta le cambió la forma de ver las cosas y le abrió nuevos caminos. “El tema de la yerba es algo simple, se trata de un proyecto muy lindo. En esa página enseñaban como reciclarla y es algo que tenemos en casa y fue todo un aprendizaje. Vi que me encantaba”.

Con las macetas como estrella lanzó su emprendimiento BioLuz (en Instagram @bioluz.sf) y se incorporó al Paseo de los Artesanos. Allí lleva varios productos que nacieron de la técnica del reciclaje como las latas intervenidas, los colgantes de macramé, entre otros.

A Marta la vida la ha golpeado duro varias veces, pero siempre las manualidades fueron un cable a tierra, lo mismo que sus plantas que le dan buena energía. Por eso de cada pequeño paso que logró dar en este tiempo ella sigue guardando un recuerdo, el día que fue docente por un rato es uno más.