Aldo José Pecchio (75) espera fuera de su casa de bulevar Roca al 3200. El hombre, que lleva cabellera y patillas largas blanquecinas, remera verde casi estridente, un jean desgastado y unas sandalias del estilo franciscanas, nos invita a pasar a la casa. Ya dentro, camina por las distintas habitaciones en búsqueda de sobres que acerca a una mesa. Luego aparecen dos guitarras y un bajo que acomoda a su alrededor. Antes de sentarse recoge su capelina color negro, la coloca sobre su cabeza y ahí sí se deja caer sobre una silla. Inmediatamente toma su bajo, como un instinto, y lo apoya en su regazo.

Pecchio se presenta como fotógrafo profesional, pintor y músico, actividades que comenzó a desarrollar casi paralelamente durante su adolescencia. Mientras habla va develando el contenido de los sobres que había apoyado sobre un escritorio donde descansa un viejo monitor de PC: son todas fotografías que conserva en excelente estado y en las que se lo ve posando o tocando con diversos músicos de distintas orquestas y bandas musicales que integró.

Según Aldo, la fotografía era para él en su niñez un gran misterio que quería develar: “Tenía 8 o 9 años y mi madre me llevaba a la plaza General Paz; ahí veía a los fotógrafos que se metían debajo de la tela negra para sacar las fotos en máquinas enormes y a mí eso siempre me llamó la atención. En el último año de la primaria, en una revista Billiken explicaban todo el proceso de la fotografía y eso fue un disparador. Entonces comencé a comprarme una camarita y las cosas para revelar, así empecé a experimentar”, recuerda.

Tras ello admite que la música llegó “casi por casualidad” ya que su hermano más chico había comprado una guitarra pero nunca la tocaba: “Yo cuando volvía de la fábrica –tuvo que comenzar a trabajar a los 13 años-, me ponía a zapar por dos o tres horas”.

Nacido en noviembre de 1945 en Santa Clara de Saguier, Aldo es hijo de un italiano de profesión carnicero, Agustín Pecchio, y de Carolina Mazzucci, ama de casa que luego sería la encargada de mantener a los cuatro hermanos tras el fallecimiento del padre. Por esto, de adolescente debió rebuscárselas trabajando en una fábrica, luego pasó por un taller de tornería, otro mecánico hasta que logró ingresar a la firma Corradi.

Aldo Pecchio, un bajista todoterreno que quiere volver a los escenarios

Cosas o personas que pasan

Por esas cosas que pasan, o personas que se cruzan, un amigo, Omel Mansilla, le propuso juntarse con otro guitarrista y formar un grupo folclórico. Esa fue la semilla germinal que luego florecería como el grupo Los Volcánicos.  

“Allá por 1963 empezamos a juntarnos con la idea de hacer un trío de folklore pero sin un objetivo claro. Oscar Bolaño -luego reconocido escultor-, tocaba la guitarra de manera fabulosa y aparte cantaba muy bien, él propuso hacer una orquesta”, remite Pecchio.

Los Volcánicos fue la tercera banda en tocar rock and roll en San Francisco. Influenciados por la música de Elvis Presley, la agrupación estaba formada por Bolaño en primera guitarra, Jorge Ruata en segunda, la voz a cargo de Omel Mansilla, en bajo eléctrico y guitarra rítmica se encontraba Aldo; Mario Magnani estaba en armónica y Juan Carlos Herrera, en batería.

“En aquellos momentos, The Beatles ni los Rolling Stones existían, lo que hacíamos era tomar temas de Elvis y los cantábamos en castellano. Éramos tres bandas de rock o de la nueva ola, como se decía en esa época y todos teníamos cualquier cantidad de bailes”, asegura el músico.

Creatividad ante las dificultades

Para las florecientes bandas, conseguir instrumentos a comienzos de los ‘60 resultaba una verdadera travesía.

Los Volcánicos, por ejemplo, tuvieron que ingeniárselas al no poder comprar guitarras y terminaron construyendo dos instrumentos. “Las guitarras de aquella época eran todas importadas y eran carísimas. A Don Roque Bustos, un peluquero que además era un gran músico, le explicamos el problema y nos planteó que si podíamos armar el cuadro de la guitarra él nos hacía el diapasón. Así que me puse con un cartón a dibujar el cuerpo de la guitarra, se la llevé a un carpintero, y después le fui dando forma. La parte eléctrica la conseguimos en Rafaela y el vendedor nos terminó haciendo los amplificadores de sonido estilo Karlson”, explica entre risas.

Recuerda también que a comienzos de los ‘60, “las bandas cuarteteras venían una sola vez al año a Bomberos o Tiro y Gimnasia. Nosotros -por las bandas locales- nos presentábamos en San Isidro donde la gente tenía que ir de saco, corbata y zapatos. Y en San Francisco se consumía la música que venía de Buenos Aires, incluso venían grupos desde allá”.

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Formación de Los Volcánicos. 

¿Complot?

Mientras las agrupaciones continuaban de baile en baile, un supuesto complot denunciado por Aldo y otros músicos locales comenzó a sacar del escenario a las bandas originarias. “Fue todo un ardid del Sindicato de músicos de Córdoba que con ayuda de algunos políticos promulgaron una ley para tomar exámenes a todos los músicos de las agrupaciones locales. Ahí se terminó el rock and roll en los bailes”, denuncia el bajista.

El último show que brindaron Los Volcánicos fue en los carnavales de la localidad de Suardi, en el año 1966.

Durante aquel tiempo, Aldo ingresó a la firma Corradi, donde el tema de su cabello largo siempre fue un tire y afloje con los encargados: “Me apuraban con que me tenía que cortar el pelo. Yo lo tenía largo y con patillas desde los 14. Cuando me apuraban, me lo cortaba un poco y me lo iba dejando crecer hasta que vuelta me pedían que lo corte y así fue siempre”, sostiene.

Haciendo historia

En 1972, narra la historia, Oscar Rivero y Aldo Güelfi fueron a buscar a Pecchio con una propuesta inusual para aquellos tiempos: formar un trío de “rock pesado”.  Así nació Trío Raíces, con Rivero en guitarra y voz, Güelfi, en batería y Aldo, en bajo.  

“Era algo que nunca se había intentado en la ciudad. Teníamos nuestros propios temas y una creatividad impresionante para la época donde se mezclaban ritmos con toda la potencia del rock pesado”, subraya Pecchio.

- ¿En esa época cambiás la guitarra por el bajo?

Con Los Volcánicos íbamos intercambiando y de acuerdo a los temas uno tocaba la guitarra o el bajo. Pero ya con el Trio Raíces comencé a dedicarme al bajo. Me era indistinto, porque también me permitía poder moverme por el escenario, saltar y tirarme al suelo.

- ¿Ahí también aparece el estilo rockero y de showman?

Aparece el sombrero tipo capelina, las patillas las llevo desde los 14 años. El sombrero fue para tener algo distintivo, siempre fui de la idea que un músico tiene que ser distinto y la imagen también vale. Tampoco me va el tocar parado, tengo que correr, saltar, es algo que me sale.

Pese a imponer una impronta nunca antes vista en los escenarios locales, el trío se iba a ver inexorablemente atravesado por la historia. Corría el año 1975 y la supuesta “amenaza revolucionaria o comunista” imponía un estricto control en lo que la comunidad hacía. El rock no estaba exento. Entonces, previo a un recital que iba a brindar Trío Raíces, una presunta “junta inspeccionadora” le informaba a la agrupación que si querían tocar, tenían que cambiar las letras de sus canciones.

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El Trío Raíces. 

“Nada de revolución espiritual, ni de soles rojos, ni de estrellas que asoman en el firmamento. Todos eran enemigos, el aire, la tierra, el agua y el fuego. Decidimos no tocar. Y también supimos que había llegado nuestro final. Pero sabíamos que habíamos sido los primeros en tocar hard rock y que habíamos dejado una huella”, confiesa.

Luego vendrían experiencias con las bandas Alma negra y Engendros del ayer, que se fueron separando por distintos motivos. En particular esta última, algunos de sus integrantes querían probar suerte en Mar del Plata, pero Aldo valoró los 16 años de trabajo que llevaba en Corradi, antes que aventurarse a buscar un incierto futuro musical.

“No quiero tocar música pedorra”

A finales de 1978, otro reconocido músico, Oscar “Cachi” Salas, junto con Jorge Gilletta también fueron a la búsqueda de Aldo para armar una banda y salir a los escenarios.

“No quiero tocar música pedorra -fue lo primero que contestó Aldo ante el pedido-, armemos un repertorio con temas que tengan un mensaje. Y así nació Grupo Solariun, fue la única banda que hizo bailar a la gente en Bomberos, música de hard rock”.

La banda comenzó a tocar por toda la zona y hacían noches de dobletes, es decir que tocaban en alguna localidad, desarmaban todo y partían para otro escenario. Hasta que la comisión directiva de Bomberos los fue a buscar para que se presentaran en el gigante. Los integrantes de Solariun pidieron un show exclusivo. La dirigencia les pidió entonces un ensayo en vivo. La música causó tanto impacto que a la semana ya estaban contratados para tocar en el escenario mayor de la ciudad.

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Luego la banda fue soporte de la legendaria Vox Dei y terminada la presentación de los locales, Aldo recuerda: “Nosotros estábamos en una punta detrás del escenario y Ricardo Soulé, ‘Yodi’ Godoy y Willy Quiroga –integrantes de Vox Dei- estaban en la otra. En un momento, Solué se me acerca y me dice: ‘Loco, ¿cuántos años tenés?’ 33, contesté. ‘Mirá -asegura que dijo el músico-, el tren pasa una sola vez en la vida, esta es la dirección de mi casa, ándate ahí, te quedás todo el tiempo que quieras, tengo un amigo que necesita un bajista y vos sos el que va para ellos”.

Al respecto, Pecchio confiesa: “Me quedé con el papel y todavía lo conservo porque en ese momento me era difícil dejar tantos años de trabajo, irme a Buenos Aires, una ciudad que no me gustaba. No me arrepiento, porque si me iba la banda se iba a desintegrar y andábamos muy bien”.

Pero por diversas cuestiones, grupo Solarium se separó a finales de 1979, allí, el músico ofuscado sostiene: “Dije no toco más. Cuando todo va sobre rieles como iba esa banda y se va uno, es un volver a comenzar y me había cansado. Colgué el instrumento por 10 años”.

Durante ese trajín, Aldo presentó su renuncia a la fábrica y comenzó a dedicarse exclusivamente a la fotografía. Allá por 1985 instaló un estudio fotográfico en Devoto, otro en San Francisco y un tercero en La Puerta. “El objetivo mío era poner un laboratorio importante para trabajarlo y distribuir las fotos a los distintos estudios, no llegué, compré las máquinas pero llegó la era digital y quedó todo a la deriva”, se lamenta.

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El regreso

En 1993, con las ganas de zapar a cuestas, Aldo comenzó un nuevo proyecto: Pentatónica Blues Band, que tocaba ritmos de rock and roll y blues, con temas y grabaciones propias. La experiencia duró hasta 1997, cuando diferencias internas y la supuesta actitud del bajista arriba del escenario resquebrajaron la unidad. 

“Siempre fui de andar a los saltos arriba del escenario, de tirarme al suelo, de ir de un lugar para el otro y esas cosas y la gente se copaba conmigo. A algunos no les gustaba y me plantearon que no querían ninguna ‘estrella’ en la banda. Entonces dije, bueno, es mi forma de ser, me voy. Y el grupo se desarmó”, confiesa.

Paralelamente, Aldo integró junto a otro personaje del rock local como Pablo Salvay, el grupo “Niebla Púrpura”, que también integraban Carlos “Beto” Illusi y Hernán Zurbriggen.

Con la salida de Aldo, de la Pentatónica, también se fueron otros integrantes que luego formarían, a comienzos del 2000, Mama Blues, legendaria banda con un gran repertorio y de reconocida experiencia. Sin embargo, con el correr de los años la agrupación iría cambiando de integrantes por distintas cuestiones que siempre atañen a la música local: diferencias artísticas, otros proyectos, cuestiones laborales. Así fue como en 2013, Pecchio “colgó” por unos años su bajo y se dedicó a tocar solamente con amigos en la intimidad.

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- ¿Creés que sos reconocido en el ámbito musical local?

No, para nada. Creo que hay músicos que tocan diez mil veces mejor que yo, lo que pasa es que yo tengo otra manera de tocar. Tengo una impronta arriba del escenario distinta, si le erro una nota me importa un carajo, me importa más lo que represento ahí arriba y lo que puedo generar en la gente. También el hecho de ser como soy me trajo los problemas que tuve, porque la gente se copaba conmigo. Siempre fui así y ya no puedo cambiar.

- ¿Estás con ganas de volver al ruedo?

Tengo ganas de armar algo, es complicado conseguir músicos. A los chicos de hoy le hablás de blues y no saben lo que es. Todos quieren tocar La Renga o ser tributo de Los Redondos y a mi edad es difícil coincidir, es imposible. Pero algo saldrá, música voy a seguir haciendo hasta que me muera.

Coincidencias de la vida

Pablo “Paul” Salvay, otro referente del hard rock local, conoció a Pecchio cuando tenía 7 años y no lo sabía. Eran vecinos y cuando el pequeño salía a dar vueltas en bici por barrio Catedral, se quedaba hipnotizado al pasar frente a la casa de Pecchio. Dos cosas llamaban su atención: una moto Norton 500 cc estacionada en la galería del domicilio y una música estridente que sonaba y nunca había escuchado. 

“Eso pasaba los sábados a la tarde -rememora Salvay-, en ese momento Aldo tenía esa moto estilo choper como se usaba en la década del ‘60, a mí me encantan las motos al igual que las guitarras y me acuerdo como si hubiese sido ayer, de chiquito ir por la vereda y me sentía atraído, me pasaba horas frente a la casa hasta que me acalambrada”.

Luego por 1986, fue Aldo el que tomó las primeras fotos para la banda de Pablo, Moby Dick. “Nos tomó unas fotos bárbaras, él caía a nuestros ensayos y ahí pegamos buena onda”.

“Después en el ’92 -sigue Paul- andaba con ganas de hacer una banda paralela, con un estilo Led Zeppelin y en ese momento había conocido Hernán Zurbriggen que cantaba muy bien y automáticamente le dije: ‘tengo un bajista que seguro se va a prender, es una leyenda del rock’, le hablé a Aldo y se prendió”.  

Sobre Pecchio, Salvay destaca: “Musicalmente tiene la experiencia de haber tocado no solamente rock, sino varios estilos, es un buen músico, muy espontáneo y tiene una cosa poco vista en los músicos de acá: la onda que le pone el tipo para tocar en vivo. A mí me encantó tocar con él porque potenciaba a la banda”. Según Paul, “mucha gente no lo entendía y no es que estaba haciendo un personaje para vender; para mí fue una fiesta tocar con Aldo, la pasaba bárbaro”.

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