Adrián Evangelio Vilchez sintió el llamado del destino cuando tiempo atrás las autoridades de la Clínica Enrique J. Carrá le pidieron las llaves de su consultorio. El médico clínico de 89 años, estaba jubilado pero seguía ejerciendo la profesión por su gran compromiso hacia sus pacientes y su idea era continuar hasta los 90. Sin embargo, este martes 31 de diciembre llegó el final de su ciclo, aunque para el doctor no significó una triste despedida sino la satisfacción de haber dejado todo por quienes él llamaba “sus amigos” y que eran sus pacientes.

En diálogo con El Periódico, Vilchez relató: “Me faltaba un motivo para dejar la profesión, pensaba dejarla en julio cuando cumpliera 90 años pero vino un enviado de los encargados de la clínica para pedirme el consultorio. Ese consultorio me lo dieron casi al final de mi carrera, nunca me había dado nada la clínica. Lo sentí mucho por mis pacientes que son mis amigos, a cada uno le fui explicando el motivo, pero a su vez era como si me hubieran abierto las puertas para que saliera volando”.

“Llegó el momento de pensar en mí-se sinceró-. En primer lugar voy a hacer gimnasia porque tengo la columna hecha pedazos, segundo tengo planeado viajar por el país y tercero, todavía no usé Netflix porque no tenía tiempo, así que me pondré al día”. 

A sus 89 años el doctor Adrián Vilchez dejó la profesión: “Se va el último de los mohicanos”, dijo

Hasta el último día

El lunes 30 las secretarias, enfermeras y algunos colegas organizaron un brindis de fin de año y la despedida para Vilchez. Pero el doctor llegó tarde a su propio homenaje ya que se quedó atendiendo hasta cerca de las 21, hasta que tuvo que ir una de las empleadas de la clínica a decirle al resto de los pacientes que volvieran el martes por la mañana.

“Tenía cuatro pacientes y les a las secretarias que me esperen. Hasta que fue una de las chicas y le dijo al resto que vuelvan mañana  (por el martes) así que los atendí a la mañana, terminé con todos los papeles que tenía que hacer y entregué las llaves de mi consultorio”, sostuvo.

Luego volvió a referirse sobre la decisión de dejar la profesión tras 60 años: “Lo venía meditando, sentí que tenía que dejar, creo que son órdenes que vienen del destino de cada uno. Yo no dejaba la profesión por mis pacientes. Y siempre les decía a mis pacientes que soy ‘el último de los mohicanos’, como yo ya no hay más”, dijo sonriendo.

Por último manifestó: “Me siento bien, estoy en paz, alegre, porque decidí salir, a tiempo, caminando por la clínica y no que me saquen con los pies para adelante. Hubo momentos en que tenía tanto trabajo que me iba mareado a mi casa”.

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Sobre su carrera

Adrián Evangelio Vilchez fue un médico clínico que atendió a los más necesitados. Nació en Villa Dolores -San Luis- en un humilde hogar de nueve hermanos donde conoció la dura vida rural y el trabajo desde niño.

En su juventud se despertó la vocación de ayudar a los demás y se decidió a estudiar medicina en la Universidad Nacional de Córdoba.

Con humildad debió ahorrar y trabajar para lograr su objetivo, y ya recibido dedicó su vida para ayudar a los más necesitados en zonas rurales, al lado de Clelia, su compañera de vida.

A San Francisco llegó por varios pacientes que tenía en los pueblos. En cierta ocasión le ofrecieron hacer guardias en la Cruz Azul los días viernes. Y así empecé. Hacía guardias y volvía a Castelar. Hasta que se instaló en la ciudad en 1988.