Pensar que en alguna oportunidad para ir al cine en San Francisco te exigían ingresar con saco. Era una salida de gala durante el fin de semana en épocas donde la televisión era un proyecto. Pero esa costumbre acabó cuando la tele apareció, entonces las salas de cine no podían darse el lujo de perder visitantes.

Pedro Ángel Lucato es quien rememora esta situación. Hoy tiene 83 años y lleva 72 de ellos dedicados a la sastrería. Quizás sea el último que ejerce este noble oficio en San Francisco, pese a que la industria y la producción en serie de trajes le fueron ganando terreno. Eso sí, el hombre nunca bajó los brazos y la luchó aguja en mano.

“La producción en serie de trajes fue acostumbrando a la gente a la comodidad de tenerlo rápido y no esperar a que el sastre lo haga y luego se lo entregue. Además la posibilidad de pagarlo en varios meses también ayudó”, asegura Lucato, quien pretende que el oficio de sastre no termine. Hasta lo ve con buenos ojos para aquellos que no saben qué hacer de su vida y está dispuesto a enseñarles.

Es que según Pedro, quien todavía realiza trajes para alquilar (estrategia utilizada para resistir la avanzada de la industria), existe demanda en todo lo que se relaciona con arreglos: “Mucha gente necesita de los arreglos porque compra la ropa confeccionada en algún viaje o negocio pero así y todo necesita adaptarlo a su cuerpo. Yo tengo esa clase de clientes para que les acondicione el traje”, indica.

Los inicios

Lucato tenía 11 años cuando decidió aprender el oficio de sastre. Tenía esa necesidad y alguien se lo comentó: “Me dicen que era un trabajo liviano, limpio y bajo techo. Me dije ´vamos a probar` y empecé a buscar que me enseñen”, recuerda. Su primera tienda fue “Scolari”, ubicada sobre bulevar 25 de Mayo, del “colorado” Bevaqua.

Su primera complicación fue la mano que iba a utilizar para trabajar: “Soy zurdo y tenía que tomar la aguja con la mano derecha, entonces me ataban la mano. Eso lo aprendí y es para lo único soy diestro, para manejar la aguja”, comenta Pedro.

Los años fueron pasando y Lucato fue pasando por otras tiendas, una de ellas la de “Carbone y Jovet”, que estaba ubicada por bulevar 9 de Julio. A los 18 años se largó como trabajador independiente.

“Lo más importante del saco es la manga y el cuello, las terminaciones y esto es lo último que se aprende”, manifiesta.

Dejar el legado

El rubro fue cayendo con el tiempo. Y esto afectó a Lucato, a quien en la década del noventa le sugieren cómo seguir: “Debí recurrir a hacer trajes para alquilar. Pero esto no fue iniciativa mía sino de la gente que se casaba y me decían que iba a utilizar el traje solo para esa vez. En ese tiempo era un uniforme para algunos eventos o que utilizaban algunos profesionales”, explica.

Pedro sigue haciendo arreglos y trabajos a pedido y desea que alguien siga su legado: “Es lamentable no poder dejarle este oficio a alguien, puede ser una salida laboral para gente joven. Yo hoy trabajo para seguir viviendo, sigo alquilando trajes. De mi parte podría enseñar lo primario, que son los arreglos y eso sí tiene demanda”, aclara. Y agrega: “Es un trabajo complicado, pero que no tiene las dificultades de un trabajo a la intemperie”.

(La entrevista fue realizada en FM 97.1. Redacción: El Periódico)