El Conservatorio Superior de Música "Arturo Berutti" es cuna de grandes músicos, aunque muchos de quienes viven en la ciudad, donde este edificio funciona, no lo sepan.

Maximiliano Bertea es uno de esos músicos. Un joven pianista que reside actualmente en Capital Federal, donde es profesor en las cátedras de Piano del Conservatorio Superior de Música de la Ciudad de Buenos Aires. Tras su paso por “el Berutti” siguió estudiando en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), luego cruzó el océano para capacitarse en países como Francia y Alemania, donde tiempo después ofreció conciertos.

Y es precisamente a la esencia donde Bertea suele volver para no alejarse “de su propia naturaleza”, aclara en una entrevista con El Periódico parafraseando al pianista polaco Arthur Rubinstein.

¿Cuándo llegaste a Buenos Aires?

Llegué hace no más de siete años. Acá tengo proyectos musicales como solista y también grupales. También la docencia que es una actividad que siempre me interesó.

¿Qué instituciones en San Francisco te formaron como músico?

En primer lugar el Conservatorio. Pasé más de una década ahí, en años que además son cruciales para cualquier persona. Creo que esas primeras imágenes o modelos que uno recibe son determinantes. Lo que sigue en la formación es una ampliación de lo que uno ha recibido de esos primeros maestros.

¿Nostalgia?

No es nostalgia. Yo intento volver todo el tiempo a esos primeros momentos. Y reconocería también a dos instituciones que creo que han sido centrales para la vida musical sanfrancisqueña: el Coro Polifónico Municipal y Amigos del Arte. Gracias a ellos pude escuchar música a la que no sé si hubiera llegado de otra manera.   

¿Por qué el piano? ¿Había alguna influencia musical en tu casa de este tipo?

No, no había ninguna influencia musical en casa. No más allá de la música que se escuchaba por la radio. Por eso insisto en apoyar y rescatar a las instituciones vinculadas a la cultura y el arte. El panorama de la educación musical y de la gestión cultural es desastroso. No haber escuchado nunca la música de Bach es una forma de ser pobre, aun cuando parezca ser menos lacerante que otras formas de la pobreza. Las políticas culturales y educativas hoy crean y reparten algunas de estas pobrezas.

¿Cuál es tu meta?

La pregunta es difícil, así que lo mejor sería citar a alguien que sepa más ¿no? (dice mientras sonríe) Cuando le preguntaron a (Arthur) Rubinstein qué le aconsejaría a los jóvenes, él respondió sintéticamente: “que no se alejen demasiado de su propia naturaleza”. Creo que es eso. Por eso necesito volver a las épocas del Conservatorio porque si pierdo aquellos asombros, entonces pierde sentido lo que estoy haciendo.

¿Extrañás San Francisco?

Suelo visitar a mi familia y amigos. En lo musical volví hace unos años por invitación del Coro Entheus y el año pasado junto al Coro Polifónico. Se complica por el hecho de no existir una sala con piano en la ciudad. Creo que ese sería un buen proyecto, un piano nuevo. Yo dejo aquí mi compromiso a contribuir en lo que pueda. Quizá alguien lea la nota y se decida a acompañarnos.