Alberto Orellano es sinónimo de carnaval en San Francisco. Con su galera, su nariz de payaso y el tambor colgando bajo su pecho impone el ritmo murguero desde hace unas dos décadas por las calles de la ciudad y la región.

Referente de la murga “La Estación” y trabajador activo en el Archivo Gráfico y Museo Histórico (AGM), Orellano entiende que se convirtió en nexo entre el Estado y la sociedad, un rol que fue construyendo –asume- a base de insistencia.

“En estos tiempos hay muchas mezquindades, cada uno cuida su quintita y eso duele. En estos tiempos del sálvense quién pueda, creo lo contrario. Nos salvamos todos juntos o no se salva nadie”, dice en una entrevista con el ciclo Yo Digo que se emite en El Periódico TV y El Periódico Radio (FM 97.1).

- ¿Ya estás en una etapa de balance de año?

- El balance tiene que ver con lo vivido, pero no quiero hacer un cierre. En esta última etapa de mi vida estoy muy comprometido y entendiendo que todo es circular, todo vuelve a empezar. No hay un principio y un fin. Lo que rescato de esta época es el tiempo de Navidad, el clima me apasiona, uno baja los decibeles, las enemistades, busca los posibles encuentros. Me molesta esto de cerrar etapas, terminar y el año que viene es otra cosa. Para mí todo tiene una continuidad.

- ¿Sos de esperar estas fechas? Mucha gente se agarra un dolor de cabeza los fines de año.

- Es una mezcla de alegría y tristeza por los que no están. No tengo a mis padres, mis hijos cada uno está con su familia, sus cosas. Pienso en los demás siempre, quienes tienen carencias económicas, expectativas no cubiertas en niños y adolescentes por parte de sus familias. Desde mi lado siempre apuesto al bienestar de la gente, me siento nexo entre Estado y sociedad, creo en la cuestión asociada cuando encuentro un lugar para trabajar sin presiones y compromisos políticos, acercando a la gente muchas cosas que por ahí por cansancio o falta de medios no llega a recibir. Y de paso esto me permite exigir cuando no hay respuestas.

Yo Digo - Alberto Orellano

- Es un rol que lograste encontrar: ¿creés que te ven como un ejemplo?

- Soy adulto y hay miradas que los más jóvenes con el tiempo van a entender. No soy ejemplo de nada, pero muchas veces me dicen “tenías razón”. Cada uno tiene su proceso y yo lo tuve. Siempre trabajé, aunque alguno me diga nunca te vi con una pala (ríe)

- ¿Hace falta agarrar una pala…?

- Lo dicen con cariño, me ven metido en todos lados y no saben en qué momento descanso. Mi teléfono nunca está apagado. Así es mi vida. Puedo equivocarme, pero las cosas las hago con el corazón. Soy visceral, me involucro mucho con lo que hago.

- Las murgas suelen ser simpáticas. Tienen color, su ritmo es un llamador y aun más con la reivindicación de los carnavales en 2010. ¿Alguna vez sintieron una mirada diferente o prejuiciosa?

- Para nada. La permanencia de la murga te hace ganar un respeto. Hubo un tiempo sin tanto movimiento porque la pandemia casi nos separa y la murga es colectiva, pero igual estuvimos presentes ayudando a muchas familias donde el Estado no llegaba. La gente tiene que tener un lugar donde estar.

- ¿Con qué historias te encontrás dentro de la murga que dirigís?

- A mí me interesa mucho conectarme desde las virtudes, los defectos o problemas quedan para después. Es una forma de empezar con el pie derecho. Si vos venís a la murga porque tenés problemas o porque yo te quiero ayudar creo que no funciona de esta manera. Primero la murga es una elección, uno viene porque quiere. Es muy fuerte, la emoción de los viajes, las presentaciones, el público cambiante, el aplauso necesario. Muchas veces no somos reconocidos en otros ámbitos y el aplauso de la murga es sincero y eso atraviesa toda cuestión. Obviamente acompañamos momentos difíciles, de algún pibe, alguna lucha como puede ser el Ni una menos.

- Luchas que atraviesan.

- Con el tiempo también aprendimos que no son minorías, que son expresiones, luchas que antes no se visualizaban de un grupo de gente de distintos ámbitos y tenemos que estar presentes.

- ¿Cómo se convoca a los chicos?

- Es un trabajo a replantearnos hoy. Los adolescentes empiezan a tener vergüenza. Cuando son chicos se mueven sin problemas. Estamos por empezar un taller pensando en febrero que es el carnaval. Hay chicos que hace muchos años que están. Hay gente que hace teatro, artistas plásticos, la murga dispara muchas cosas porque atraviesa todas las artes. La murga es completa. Sobre todo incorporando la discapacidad, en la murga no debe haber diferencias, se debe integrar y estamos trabajando con eso.

- Se te nota apasionado.

- Viví mucho tiempo de la murga, iba a Arroyito, a La Francia, a Freyre, viajando como un loco con los tambores. Fue una gran alegría ver que se gestaron muchas murgas, incluso en Rafaela, a partir de talleres que hicimos con La Estación.

- ¿Cómo ves ese recorrido hoy? ¿Te deja conforme lo hecho?

- Hermoso. El Dios proveerá, a pesar de que no soy tan religioso, para mi existe. Lo circular tiene que ver con eso.

- También sos un integrante activo en el AGM. ¿Con qué tarea te identificas más?

- Es muy importante el trabajo donde estoy. La cultura cambia vidas. La murga nació de un programa que era Vínculos que contaba con muchas actividades de oficio, pero yo también creo que el arte lo es y el que no quería hacer soldadura ni electricidad podía ser artista. Y después entró en mi vida el Archivo Gráfico de casualidad mientras pintaba la sede del Chalet La Campana. Me avisaron de la aparición del primer resto fósil de San Francisco, así que no dudé en ir a colaborar. Reconozco el trabajo solidario y ad honorem de Arturo (Bienedell) y María Teresa (Milani), también de Beatriz Casalis, desde el comienzo. Tengo la suerte junto a mi hermano de tener un sueldo pero también de trabajar allí. Vivo en el museo, ese es mi lugar en el mundo.

- Y por lo que se observa hacés de todo.

- Desde cortar el pasto y hacer las visitas guiadas. Me encanta ese rol de recibir chicos. Uno puede explotar lo que sabe. En mi caso el teatro que supe hacer en algún momento me sirve para las visitas interactivas, pedagógicas. Tenemos que hablar de un objeto de una forma que sea valorado, que representaba algo para una persona en su momento hasta su donación.

- ¿Cómo te llevás con los ruidos de noche cuando estás solo en el edificio?

- (Ríe) Bien, debe haber fantasmas, se sienten ruidos. Pero no me asustan, le tengo más miedo al hombre que está vivo.

- Hiciste teatro, murga… ¿el Alberto que se disfraza se da libertades al momento de hablar de ciertas cosas o es el mismo sin una nariz de payaso y la galera?

- Es el mismo, pero en cada lugar tiene sus cosas. Uno es referente sin quererlo, a un niño hay que trasmitirle un conocimiento quizás a través de un juego. Pero la murga también tiene un mensaje profundo, porque sus tambores van a sonar mientras haya un derecho para defender. Entonces tenemos trabajo para rato. Para mí, ambas actividades están a la misma altura.