“Lo hice porque necesitaba decirlo, pero no imaginé tanta repercusión. Fue algo de entre casa en un día de guardia… porque el hospital también es mi casa”, explica el médico generalista Horacio Pignatta (57), especialista en medicina de emergencias y geriatría que se desempeña en la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital Iturraspe.

Pignatta sale por un momento de la UTI para charlar con El Periódico. Ya cayó la noche del martes y en el playón del nosocomio solo se siente el frío. Dos empleadas del sector limpieza desinfectan el ingreso a la sala de febriles. Afuera, por el momento, reina la calma. Apoyado sobre una pared, dando muestras de un cansancio evidente ante el difícil momento, el médico que ejerce desde 1993 analiza el rol del personal de salud en la actualidad, cuenta cómo los afecta el contexto en el que trabajan y pide nuevamente –como lo hizo en un video casero que se viralizó el pasado lunes- que la comunidad se cuide del coronavirus: “No es joda, le pido a la sociedad conciencia. Nosotros que vemos la diaria les decimos que no es un invento el virus, el bicho, como le decimos, está a la vuelta de la casa y cualquiera se puede enfermar”. Luego describe cómo la muerte los rodea, pero sobre todo narra cómo los golpea.

- En el video pide a la comunidad que se cuide porque la situación es crítica en varios sentidos. Luego afirma que el escenario para el cual se prepararon cambió abruptamente: ¿qué es lo peor?

Hoy el virus afecta a diferentes rangos de edad respecto al año pasado, donde teníamos un promedio de entre 60 y 70 años. Hoy el panorama es otro. Vimos con el correr de los meses un aumento de casos y el grupo etario ahora pasó a ser de entre los 25 a 55 años. Hoy también nos encontramos con pacientes que se descompensan dentro de las primeras horas y la ventilación mecánica tiene una mortalidad de más del 50 por ciento.

- ¿A dónde quiso llegar con su mensaje?

Como médico generalista, especialista en medicina de emergencia, quise pedir a la sociedad conciencia de que no tenemos camas para la asistencia, por ejemplo, también de aquellos pacientes que no usan el casco y pueden ser afectados en accidentes. Aquellos que hacen reuniones que no están permitidas, yo no juzgo, pero pido que nos cuidemos. En toda la provincia faltan camas para asistir a los pacientes Covid y al resto de las patologías como infartados, accidentados u otras complicaciones habituales. Me enoja mucho los fines de semana… yo vivo cerca de la ruta y escuchar que pasan corriendo carreras con las motos y que la gente no sepa que un posible traumatismo de cráneo hoy no tiene un ventilador mecánico para ser asistido. Por eso les pido que tomen conciencia. No solamente atendemos Covid sino personas con múltiples patologías y eso se está haciendo difícil, la patología banal no dejó de existir, todo lo contrario.

- Es evidente el cansancio del personal de salud.

Estamos cansados, agobiados, hartos como toda la sociedad del encierro; el celular no para y vemos a la gente que alrededor nuestro se muere. Es muy duro poder estar asistiéndolos y tomar decisiones. Alguien que se despide de su mujer, sus hijos, sus seres queridos y es la última vez que lo escucha o ve por teléfono con una videollamada y nosotros al lado, con el equipo de enfermeras, la gente de limpieza, directores, los jefes no sabemos más qué hacer para brindarle todo al paciente, lo que se merece como ser humano. Para nosotros es súper duro, pasar a dar una mala noticia y saber que somos la última persona que escuchó la voz de ese paciente que, repito, entre el 50 y 60 por ciento termina perdiendo la vida (en la UTI).

- ¿Cómo son esas últimas horas de un paciente que no tiene salida?

Muchas veces no lo nota porque la falta de oxígeno por ahí no hace que puedan devolver una respuesta coherente. Nuestras compañeras enfermeras están muy arriba de los pacientes, de sus familias, humanizando la terapia en momentos duros para que ese paciente se vaya con el apretón de mano a través de un guante pero de alguien de su familia porque debe estar aislado. Vivenciar eso es muy duro. La muerte acecha alrededor nuestro, emocionalmente estamos cansados, sin saber de dónde sacar fuerzas, por tener poco tiempo para nosotros, para nuestras familias y en mi caso agradecido de poder tener una familia que me sostiene, también los compañeros de trabajo.

- ¿Cómo sobrellevan el dolor?

No es fácil. Siempre digo ¿quién cuida al cuidador? Es un momento cruel el que vivimos. Se trabajan muchas horas, después seguir con la vida de cada uno o la consulta de pacientes a cada hora. Se pierde la intimidad, la gente necesita de vos y se olvida de que sos un ser humano. No es una crítica, sino lo que se vive. Por eso siempre pregunto quién cuida al cuidador e insisto con el mensaje de que debemos cuidarnos porque así también cuidamos al equipo de salud. Nosotros nos preparamos para asistir a la población, pero cambió el escenario, esto es hora a hora y hay que tener conciencia de cuidarnos hasta que todos estemos vacunados y que surja esta inmunidad rebaño es interesante. La gente se está vacunando y hay seguir con las medidas de prevención.

- ¿En qué se convirtió el hospital, su lugar de trabajo por más de dos décadas?

Es todo muy tétrico. Se terminaron las charlas, las reuniones de mate, las vivencias, cosas que pasaban años atrás. Sí ha crecido el hospital y hay un equipo muy capacitado para poder asistir a la gente.

- ¿Y en qué se convirtió la profesión?

Esta pandemia convirtió el trabajo en una guerra, de uno querer y poder hacer lo que está al alcance con las herramientas que tenemos. Por ahí ves que perdés cosas y te sentís con vacíos, pero te pone contento también cuando sale la gente de esto y es un mensaje de aliento.

- ¿Se replantea algo?

Sería egoísta hacerlo. A veces estoy enculado de venir… pero es por esto que pasa. Trabajar en el hospital, en la clínica, me encanta. Lo que necesitamos es tiempo para nosotros, estamos agotados y a veces uno siente enojo porque se pasa de vueltas y necesita un poco de tranquilidad y paz, disfrutar un momento en familia. Hacía un año que no veía a mi viejo por el miedo de infectarlo y tenerlo y no poder disfrutarlo es difícil.