Claudia Peverengo es una vecina que, luego de pasar 10 días internada a causa del Covid-19, seis de ellos en el Hospital Iturraspe en San Francisco, pudo recuperarse y destacó el gran trabajo que realizan profesionales del nosocomio público.

Su travesía con el virus comenzó con el diagnóstico positivo en el centro de testeos de la Sociedad Rural. "Cuando me da positivo empiezo con algunos síntomas un poco más fuertes, fiebre, malestar, dolor de espalda, y termino yendo a la carpa sanitaria del Hospital porque oxigenaba bajo. Ahí me dijeron que me vaya al sanatorio a internarme", comenzó la mujer.

En el Sanatorio Argentino estuvo internada cuatro días y desde allí iniciaron los trámites para que pudiera recibir suero equino en el Hospital, tratamiento que se recomienda iniciar dentro de los primeros días de la enfermedad.

"Mi doctora movió todos los hilos, se empezaba a protocolizar la entrega de ese producto que es excelente, y me trasladan al Hospital. Y ahí empieza toda mi aventura con este enamoramiento y admiración que tengo por esa institución", dijo Peverengo.

Seis días en el Hospital

La mujer contó cómo fueron sus días en el nosocomio público: "Primero te ingresan en una cama, que ya estaba preparada, y vi después la manera en que la preparan antes de que ingrese alguien, con una higiene tremenda, porque no es que le rocían alcohol, sino que friegan con alcohol, limpian cada ranura de los dobleces que tiene el colchón, lo dan vuelta, dan vuelta todo y ahí no pasan el piso, sino que tres veces por día baldean la habitación. El cuidado y la atención desde el que limpia, el que cocina, el que te sirve la comida, las enfermeras, los médicos, los kinesiólogos son tan cálidos y tan hermosos que yo digo que tenemos país todavía, porque te queda esa sensación de decir 'gracias Señor', porque estamos en San Francisco y existe esto".

"He visto cómo tratan los aparatos. Una enfermera traía a tres o cuatro enfermeras más y con un celular estaba haciendo un tutorial para que quedara grabado cómo se tenía que utilizar un aparato que se estaba estrenando para la compañera que estaba internada conmigo", agregó.

Peverengo también destacó el trato con los pacientes: "He visto orar con las manos puestas sobre la cabeza de una enferma muy grave que está luchándola, y fregarle los brazos a una persona descompensada. Vi todo el amor que no era una película, era una verdad, me impactó tremendamente. Dormir con el gemido del enfermo, acostarme también contagiada con tanto amor, orando por otros también. Ahí hasta el más chiquito te bendice, el puñetito al aire del kinesiólogo, el apretoncito de pie, el decirte 'cómo estás', el monitoreo que tuve yo cuando me hicieron el suero equino, tenía varias medicaciones, y al pie de la cama estaban las personas viendo que mi reacción fuera positiva, bañarme todos los días y que la enfermera no permitiera que yo secara el piso porque tenía que recuperarme. Conocí la mano de Dios verdaderamente, desde el amor de las personas que trabajan ahí adentro".

Seguidamente contó que al tener medicina prepaga nunca había tenido la oportunidad de estar en un hospital público, pero que quedó sorprendida con el profesionalismo con el que se encontró: "No es que me quejo de las instituciones privadas, pero desconocía la excelencia del hospital. Me devolvieron como hace la maestra de jardín a la mamá cuando termina la hora de clase. La doctora no me pudo acompañar, pero sí la enfermera, me acompañó hasta lo de mi marido y le dio dos o tres recomendaciones, pero con esa personalización de estar cuidados, te sentías un bebé en las manos del pediatra que te sacó recién de la incubadora".

Seguir con los cuidados

La mujer pidió que se tome conciencia de la importancia del cuidado de la salud en este tiempo de pandemia y de la labor de la sanidad pública.

"Tomemos conciencia y cuidemos el hospital, no solo con el cuidado de decir 'no lo rompo', colaboremos. Había una sola frazadita y un juego de sábanas por cama, y ese era todo el abrigo que tenía, no había calefacción en la habitación. A lo mejor en otros niveles de complejidad si la había, pero no es que estaban administrando riquezas y cosas exuberantes. Ahí había una administración con la que no te faltaba el suero, no te faltaba la manguerita, no faltaba nada, pero estaba administrado así. Al lado de mi habitación había toda una hilera de provisiones que tiene que ver con lo descartable y era una empleada tomando nota dos abriendo sacando haciendo cuentas me admiré de la prolijidad en la administración de los recursos y no sobra nada", dijo.

Y tras aclarar que no tiene relación con la política, agregó: "Vale la pena, es un orgullo, es una riqueza, un capital que tenemos acá y tenemos que cuidarlo. Hay que colaborar con lo que se pueda. Seguramente hay instituciones de beneficencia y está la Cooperadora del Hospital, desconozco, pero hay necesidades con las que se puede colaborar".

"Cuidemos ese lugar. Hay que sacarse el sombrero por cada trabajador. A esas personas y tenemos que respetarlas y quererlas. Me siento bendecida por Dios nunca tuve una experiencia así", finalizó.