Eichenberger es un apellido con peso propio en el ámbito folclórico de San Francisco y Frontera, generación tras generación todos han aprendido sobre la música mucho antes de nacer. Les viene en la sangre, pero para Yamila y Enzo, dos de los hermanos más chicos, la cuestión es mucho más especial.  

Juntos hace 9 años que luchan por ingresar al Festival Nacional de Folclore de Cosquín, algo que no se ha dado aún, pero sí han aparecido otras oportunidades en el camino. Los hermanos vienen de consagrarse en enero pasado en el Festival Nacional de Malambo en Laborde.  

Las nuevas experiencias como esa elevan su espíritu y conexión con la música para que la “llama” no se apague ni se frustre porque los sueños a veces tardan en cumplirse. A veces todo sucede rápido y casi sin pensarlo; y otras, solo queda remarla hasta el fin. 

En noviembre habían obtenido el “1” en la categoría dúo en el Pre Laborde, enero fue el mes de la consagración para este equipo que funciona como “Los Pimpinela”. Juntos pueden entonar las canciones clásicas y nuevas del folclore a través de una química especial.  

“Era la primera vez que íbamos y no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar, pero fue muy lindo. Que el trabajo te lo reconozca la gente, que reconozcan que trabajás hace mucho tiempo y que el laburo puede gustar o no, pero está bien hecho es muy lindo”, contaron a El Periódico.  

Raíces 

Yamila tiene 31 años y Enzo 25. Ambos están cantando juntos desde 2016, algo que no fue casualidad ya que antes lo hacían individualmente y les iba bien. Por ejemplo, él llegó a los 7 años a la televisión nacional a través de un programa de Marcelo Tinelli, pero sin dudas los momentos más felices los ha sabido vivir con su hermana a la par. 

“Los domingos estamos en familia siempre rodeados de la música, ojalá viviéramos de eso, pero no se puede. Además, a nosotros nos resultó más fácil trabajar de a dos y como no vivimos en la misma casa podemos separar las cosas de hermanos de lo profesional”, dijeron sobre la vida debajo de los escenarios. 

Aunque en las peñas y los festivales ellos son grandes artistas, la cotidianeidad no difiere mucho de la que tiene cualquier trabajador. Ninguno vive esencialmente de cantar y de la música. “Nosotros tenemos nuestro trabajo aparte, yo soy empleada municipal en Frontera”, contó Yamila. Y Enzo agregó: “En mi caso estoy vinculado a talleres de música, canto y sonido”.  

A eso se suma que los domingos su mesa se hace larga y grande ya que están reunidos por la música. No es una rutina que los canse sino una forma de refugiarse entre los suyos para fortalecerse como cantantes. 

Metas 

Yamila y Enzo trabajan también de una forma particular. No hay referentes a seguir en su trabajo, salvo que son ellos mismos. Quien más escucha y tiene oído para saber si algo es probable que lo puedan trabajar es Enzo.  

En este sentido, la joven dijo: “Me gusta mucho escuchar a todos los cantantes, él me pasa mucha música. Pero no tengo una inspiración, conozco a muchos artistas por escuchar nada más y lo que me van recomendando”.  

Los dos con sus ensayos siguen alimentando sueños y buscando lugares donde ganar experiencia. La química ya la tienen y funciona así desde hace 9 años cuando se unieron como dúo, la excusa fue Cosquín.  

Cuando él cumplió los 16 años armamos el dúo. A esa edad ya podía participar y nos unimos”, indicó Yamila. La convicción es muy fuerte tanto como el amor que sienten por la música y por eso siguen intentándolo.  

“La lucha nuestra tiene mucha vinculación con toda la familia porque ellos están pechando siempre. Seguimos intentando a pesar de que vamos hace 9 años y no pudimos ganar aún, pero seguimos en la lucha. Por ahí se hace difícil, pero entre nosotros y con la familia seguimos tirando”, coincidieron. 

Espina 

Intentar y esperar que un día las puertas de la Plaza Próspero Molina se abran enteramente para ellos no es un capricho, es una razón de ser porque ahí está la savia de la música que disfrutan cantar. 

¿Una vida sin cantar? Imposible, ambos explicaron que no sabrían para dónde tomar rumbo si eso sucediera. “Lo decimos de chiste siempre, sin la música no sabemos qué hacer. Crecimos escuchando música, con mi papá los domingos tocando la guitarra y sigue siendo así. Por eso uno de los sueños máximos es ganar Cosquín, queremos sacarnos la espina porque fue un objetivo desde que arrancamos este proyecto y dijimos no importa cuánto tarde”.  

La sensación que queda es que, llevado al plano musical, la ley primera sobre la unidad de los hermanos evocada en el Martín Fierro cobra sentido con estos “Pimpinela” del folclore.