El pasado fin de semana se registraron en San Francisco dos hechos graves de violencia en encuentros de fútbol, uno en la Liga Regional y otro en la Liga Amateur. En ambos casos fueron agresiones a los árbitros, que no pasaron a mayores por el accionar de otros jugadores.

Estos hechos no hacen más que poner una señal de alarma en el fútbol local, principalmente en el amateur. Los directivos de la Liga Amateur indicaron que se trató de un hecho aislado que tomó trascendencia por la viralización del video y que tomaron cartas en el asunto.

Los cierto es que sí se respira un clima de violencia en las canchas cada sábado donde el blanco principal son los árbitros, en su mayoría jóvenes que están dando sus primeros pasos en la actividad. Pero parece que a esto nadie lo contempla. También pareciera que no pueden equivocarse y algunos de ellos pecan de inocentes creyendo que siendo localistas el partido está salvado.

Más allá de los reclamos por los fallos, la queja de los jugadores se centra en otro punto: en las formas, los tratos y las maneras de dirigirse a los protagonistas. Cuando las revoluciones están a mil, de nada ayuda querer ‘prepotear’ al jugador o retarlo como si estuviese en un jardín de infantes. A jugadores que, en muchos casos, nunca fueron integrados de manera formal en el fútbol competitivo.

Otra de las cuestiones que deberían alertar a los responsables de la competencia es la seguridad, que es privada y actúa sólo dentro del campo de juego porque la Policía no puede brindar el servicio adicional a una liga no federada.

Al no haber control (poco, escaso o ninguno) es normal que algunos ‘vivos’ ingresen con bebidas alcohólicas y, solo por la buena predisposición de los que allí concurren al momento nunca ha pasado nada entre las ‘hinchadas’, que por ahora son las que mejor se portan (o lo por lo menos lo hacían hasta el momento de redactar esta parte del artículo).

Por otro lado, también es oportuno señalar que el renacimiento de esta Liga trajo un sinfín de cuestiones positivas para cientos de jóvenes que encuentran en estos clubes de barrio un lugar de contención y nuevos espacios culturales y deportivos en los barrios más postergados.

No está todo mal. Hay mucha gente trabajando de manera honesta tratando de construir un futuro mejor para muchos a través del deporte. Preocupados y ocupados en fortalecer estos espacios con las pocas herramientas que tienen a su alcance.

Pero de nada sirve hacer la vista gorda y minimizar hechos y situaciones que pueden derivar en una escalada de violencia. Tampoco ser oportunistas y buscar la paja en el ojo ajeno. Los hechos suceden, viralizados o no, aislados o no, pero suceden en una liga ‘joven’ que necesita del compromiso de todos los involucrados para sostenerse.

Una nueva jornada de violencia y la responsabilidad del estado

Como todo lo sucedido el pasado fin de semana hubiera sido poco, este sábado se registraron hechos de violencia fuera de las canchas de La Milka y La Florida. En ese marco, el presidente del "Quintero" Fernando Godoy emitió su postura que coincide en gran parte con quien escribe.

El municipio habilitó la Liga (que funciona bajo su órbita) y apoyó su renacimiento con el argumento acertado de revivir viejos clubes de barrio como centros de contención y educación a través del deporte.

Sin embargo, la Policía anticipó que no podía brindarles seguridad en las canchas y poco se hizo para prevenir los hechos registrados este fin de semana. 

El impacto que generó el regreso de la Liga fue impresionante, con movilizaciones y convocatorias de gran número que quedaron 'a la buena de Dios', sin posibilidad alguna que unos pocos dirigentes puedan frenarlos en caso de existir disturbios.

Algo similar ocurrió años atrás, cuando los dirigentes del baby fútbol se manifestaban desbordados ante la violencia en sus canchas. En este caso la señal de alarma es aún más preocupante y el municipio no puede evadir su responsabilidad.