El avance del coronavirus en el país y las medidas sanitarias que se vienen tomando para frenarlo en cada una de las ciudades del territorio nacional, entre ellas San Francisco, recuerda otras enfermedades graves que marcaron una época en nuestra ciudad.

Una de ellas fue la peste bubónica, una plaga sin precedentes que durante más de un siglo (1855-1959) se extendió a los cinco continentes. Cuenta un escrito del doctor Raúl Villafañe, rescatado por el Archivo Gráfico y Museo Histórico de San Francisco y la Región, que uno de los médicos que luchó contra esta peste fue el médico Enrique J. Carrá.

De acuerdo al texto, en los primeros días de enero de 1901 Carrá fue llamado de urgencia por los familiares de un vecino comerciante que tenía síntomas de peste bubónica. La inflamación de los ganglios robusteció su diagnóstico que debería confirmar la investigación bacteriológica. Al día siguiente se produjo otro caso con idéntico cuadro clínico y después otro.

Así fue como Carrá trajo, desde Rafaela, al doctor Patricio Brena, quien ratificó el diagnóstico del joven médico. Se pretendió suministrarle el suero indicado pero la familia se resistió. El paciente fue aislado, el comercio se cerró y a los dos días el enfermo murió. Por su parte, el colono Alejandro Sema -que aceptó el suero- se salvó.

Análisis

Según cuenta el escrito histórico, practicada la autopsia del primer enfermo fallecido, se le extrajo un trozo de ganglio afectado y se remitió a Buenos Aires para su análisis.

Por otra parte, las medidas de aislamiento trajeron la división entre los vecinos de San Francisco. Las prevenciones fueron tomadas como actos de prepotencia y humillación. Carrá había sido dejado de ser persona grata, una especie de "enemigo del pueblo".

Cuando la peste bubónica obligó a tomar medidas de aislamiento en San Francisco
Un sobrerrelieve en el monumento a Carrá, que ilustra sobre su acción en la epidemia de 1901.

En esos días, la opinión de un profesional del Instituto Bacteriológico de La Plata, de apellido Molenchini, que había examinado un trozo de ganglio enviado por otro médico de la localidad era que la peste era una farsa. La furia aumentó y Carrá resolvió enfrentar la situación, por lo que se puso en contacto con el director del instituto, el doctor Silvio Dessy, con todos los elementos para un análisis completo. Conoció a Molenchini y se enteró que el telegrama anunciado estentóreamente en San Francisco no había existido y que lo único lamentablemente cierto era la existencia de la peste bubónica. Con esa certificación volvió al pueblo y logró que el Consejo de Higiene de Córdoba aporte un bacteriólogo de nuestra ciudad. Así llegó el médico Negri, con quien se confirmó otra vez el diagnóstico.

Negri le dejó a Carrá un peligroso trabajo de experimentación: inocular el virus de peste a dos conejos; en uno por vía subcutánea y en el otro intraperitoneal; todos los días les debía tomar la temperatura. Los conejos murieron y a los diez días la peste de los animales había contagiado a su heroico enemigo.

Carrá, preso de la peste, en medio del calor febril que lo devoraba, llamó nuevamente a Brena, quien acudió de inmediato con otro profesional de Rosario.

El oportuno suministro del suero, la diligencia de Brena y el joven y fuerte corazón de Carrá, que no declinó, hicieron que el enfermo sobreviva. 

Hace 100 años, otro brote

Cuando la peste bubónica obligó a tomar medidas de aislamiento en San Francisco
Enrique J. Carrá tuvo un importante papel en la lucha contra la peste bubónica.

El 30 de noviembre de 1919 se hicieron advertencias por un brote de peste bubónica en la ciudad y diez días después la Municipalidad integró una comisión de profesionales, comerciantes y vecinos para procurar la construcción de un sanatorio para internación de los enfermos de bubónica de la ciudad y zona, y alertar a la población sobre las urgencias sanitarias para prevenir esta enfermedad.

El 17 de diciembre llegó, enviado por el Consejo Provincial de Higiene, el doctor Méndez, quien se sumó a los profesionales locales en acción contra la peste.

A comienzos de enero de 1920 se pensó que estaba superado el problema pero siguieron los controles a cargo de Enrique J. Carrá y se informó sobre brotes aparecidos en Brinkmann y Freyre. En mayo se supo que la bubónica continuaba causando víctimas en nuestra ciudad provocando alarma en el vecindario.

* Con información del Archivo Gráfico y Museo Histórico de San Francisco y la Región.