Ricardo Darín recogió ayer martes el segundo Premio Donostia de la 65 edición del Festival de Cine de San Sebastián y se lo dedicó a Argentina “y a toda Sudamérica”, tras recordar que es el primer sudamericano que recibe esta distinción en la historia del certamen.

Darín (Buenos Aires, 1957) recibió la estatuilla honorífica, en reconocimiento a su trayectoria, de manos de las actrices Dolores Fonzi y Elena Anaya, sus compañeras de reparto en “La cordillera”, el thriller político de Santiago Mitre que se proyectó ayer en el Palacio del Kursaal después de la ceremonia.

La simpatía y el cariño que despierta en el público este actor quedó en evidencia desde el momento en que pisó el escenario del Kursaal, en donde fue recibido entre ovaciones, aplausos y con el público en pie.

Darín, que optó por improvisar su discurso, recordó el día en que entregó este mismo galardón a Dustin Hoffman, en 2012. “Parado junto a ese monstruo cinematográfico universal, me preguntaba cómo se sentiría ese hombre, cómo se controlaría frente a tanta calidez”, señaló.

“Hoy me doy cuenta de que no hay forma de controlarse, aunque él quizá no contaba con la ventaja que cuento yo, y es que aquí me siento en casa”, prosiguió entre aplausos antes de desvelar que ha visitado varias veces San Sebastián, junto a su mujer, también fuera del festival.

El protagonista de “El secreto de sus ojos”, “Nueve reinas”, “El hijo de la novia” o “Truman”, por la que consiguió el Goya hace dos años y la Concha de Plata de este festival, ha echado la mirada atrás para agradecer la ayuda de sus colegas de profesión: actores, directores, guionistas, productores y equipos técnicos.

El Premio Donostia es la distinción honorífica más importante del Festival de San Sebastián. Desde que se otorgó por primera vez en 1986 a Gregory Peck ha recaído en grandes mitos del cine, desde Glenn Ford a Robert Mitchum, y desde Al Pacino a Anthony Hopkins, Bette Davies o Glenn Close.