Uno de los policías que fue víctima también de la salvaje agresión ocurrida el pasado fin de semana en barrio Acapulco, cuando intentaban desactivar un partido de bochas y una carrera de motos que se llevaba adelante, contó la desesperante situación que vivieron los seis efectivos que participaron del hecho, en la cual uno de ellos perdió un ojo a causa de un botellazo en la cara.

Un suboficial que prefirió mantener su identidad en reserva, señaló que en el lugar había más de cien personas, pero que varias de ellas despejaron la zona mientras que otras comenzaron a agredirlos. Todo sucedió en aproximadamente 20 minutos, que para él "fueron eternos". "Tuvimos que defendernos, disuadir con el arma reglamentaria, pero era cada vez peor, era una lluvia torrencial de cascotes", contó.

“Fue un momento feo y complicado, nos cerraron todas las calles, pensábamos que no íbamos a poder salir”, agregó.

Todo sucedió en la tarde del último domingo en Calle 24 -contra el campo- entre las calles 5 y 7 de dicho sector, donde los agentes se encontraron con una importante aglomeración de personas no solo jugando a las bochas, sino también en una aparente carrera de motos o algunos que simplemente pasaban la tarde. Al estar prohibidas las reuniones sociales en el marco de la pandemia de coronavirus, los policías ingresaron al predio con intenciones de desalojarlo.

“Un civil me ayudó a levantar, me dolía la cabeza, estaba todo sangrado y no me podía mover. Estoy con puntos en la cabeza, el tabique fracturado y haciendo traumatología”, dijo el suboficial.

El golpe que lo desvaneció

El efectivo explicó que llegaron al lugar con el objetivo de despejar la zona, tras ser alertados de que se estaba desarrollando un partido de bochas y una carrera de motos, violándose la normativa vigente de evitar las aglomeraciones de personas como medida preventiva ante la Covid-19.

“Había un pista de motos y mucha gente jugado a las bochas, un grupo comenzó a retirase por voluntad propia cuando notó nuestra presencia, pero hubo otra gente que comenzó a amenazarnos, insultarnos y empezaron a arrojarnos proyectiles de todos lados. Nosotros llegamos pacíficos, no quisimos exaltar a la gente porque nos superaban más de 10 a 1, alguna gente entendió, pero otra no”, detalló.

El uniformado contó que “comenzaron a llover ladrillos que impactaban en la camioneta, en los compañeros. Primero eran ladrillos, después eran botellas y venía gente de todas las cortadas que nos querían hacer frente. Un caballete de moto -de hierro- me pegó en la cabeza, yo quedé desvanecido, no reaccionaba, el cuerpo no me respondía”.

Y agregó: “Cuando intentamos irnos del lugar, empezó a salir más gente, no podíamos llegar a los móviles. En ese momento le pegaron a mi compañero Capdevilla en la cara, después nos empezaron cerrar las calles y no nos dejaban salir. Estábamos solos”.

Según explicó, el efectivo los agresores eran “hombres de entre 15 y 60 años”.

“Hay que aceptarlo, es el trabajo de uno”

Después de esta agresión, el suboficial no teme volver a las calles y lo que más quiere “es recuperarme y retomar mi trabajo habitual”. “Ante otra situación similar, hay que tratar de preverlo, si bien lo trabajamos con toda la calma del mundo, tuvimos que defendernos. Hay que aceptarlo porque es el trabajo de uno”, indicó.

Y agregó: “Es una zona conflictiva, he trabajado en lugares similares, pero una situación como esta nunca me ha pasado”.