El Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Córdoba confirmó la condena a prisión perpetua de Félix Rodolfo Novarese, en septiembre de 2020, por el crimen de Raúl Egidio Rosso ocurrido dos años atrás. Había llegado al juicio acusado de presunto autor de "homicidio doblemente calificado por alevosía y criminis causa", delito que contempla esa única pena.

El empresario de Brinkmann desapareció el 19 de abril de 2018, apareciendo su cuerpo sin vida el 4 de mayo siguiente en un campo ubicado a unos 15 kilómetros al sur de la localidad de El Tío.

De esta forma, el TSJ presidido por la doctora Aída Tarditti, con asistencia de los vocales Sebastián Cruz López Peña y María Marta Cáceres de Bollati, rechazó el recurso de casación presentado por el abogado defensor del condenado, el doctor Javier Genesio.

Dicha acción coincide con los dictámenes del Fiscal Adjunto y del Dr. Gastón Ignacio Schönfeld, abogado apoderado de la familia Rosso, quienes habían manifestado que debía mantenerse la pena impuesta a Novarese.

Gastón Ignacio Schönfeld, abogado de la familia Rosso.
Gastón Ignacio Schönfeld, abogado de la familia Rosso.

La defensa del acusado, en tanto, había cuestionado la valoración de la prueba hecha por el tribunal del juicio, agregando que existió también una limitación a su derecho de defensa al no postergarse la audiencia de debate y tener que leer diez expedientes en pocos días.

También había considerado que no existe prueba directa que incrimine a Novarese respecto de los hechos a él atribuidos, indicando que todas las pruebas invocadas en su contra son indicios.

Por otra parte, la defensa puede presentar ahora el Recurso Extraordinario Federal para intentar que la Corte Suprema de Justicia de la Nación revise el fallo condenatorio y la sentencia del TSJ.

Un crimen alevoso

Rosso partió ese 19 de abril en su camioneta desde su negocio en Brinkmann rumbo a El Tío, a 125 kilómetros de distancia. El objetivo era concretar unos negocios con su cliente Novarese. Sin embargo, el vendedor de maquinarias agrícolas nunca regresó a su hogar.

Cuando la Policía fue a interrogar a Novarese, este dijo que el vendedor había llegado y, tras entregarle un implemento para una máquina, se había marchado. Nunca le creyeron. Policías locales y bomberos comenzaron a realizar rastrillajes en la zona, aunque sin suerte.

La línea de investigación se intensificó en torno del sospechoso y surgieron testimonios que lo incriminaron seriamente porque, al parecer, habría intentado vender de manera fraudulenta una trilladora y la camioneta de la víctima. Esos puntos, sumados a que unos perros adiestrados marcaban rastros de la víctima en la casa de Novarese, terminaron por cercarlo.

El mismo día en que fue imputado, se hallaron los restos de Rosso. Lo habían matado a golpes, lo enterraron y le tiraron cal y glifosato encima con intenciones de hacer desparecer sus restos.

En el juicio, el principal acusado admitió ser quien enterró el cuerpo de Rosso y lo cubrió con cal, pero dijo que lo hizo obligado por Diolindo Monge (44), de El Tío, que lo amenazó con lastimar a su familia sino lo ayudaba a esconderlo.

Según Novarese, fue Monge el autor material del crimen valiéndose de una varilla de madera para golpear a la víctima hasta matarlo. Pese a ese intento, no logró evitar que se lo responsabilice por el homicidio.