Uno de los locales que mostraba esta “fotografía” era Club Zen, ubicado en la intersección de las calles Perú e Iturraspe. En la vereda había varias mesas, todas ocupadas en ambos laterales de la calle y también sobre la esquina.

Charla iba, charla venía, cervecita y picada de por medio en algunos casos, en otro algún trago o helado para disfrutar la noche, nadie esperaba lo que cerca de la 1 de la mañana iba a ocurrir.

Religión o suerte

Por calle Iturraspe un hombre circulaba en su moto a una velocidad normal. Cuando se disponía a cruzar Perú para seguir su trayecto de manera recta, le apareció por detrás un auto Volkswagen Gol, color gris, conducido por un joven mayor de 20 años, cuya intención era doblar.

Se notó que el conductor del Gol no estaba dispuesto a esperar, porque pasó a la moto a una velocidad de 60 kilómetros por hora y ejecutó una maniobra complicada y casi trágica al querer virar hacia Perú. El vehículo se abrió tanto que no le dio margen para conectar con la otra calle y la máquina gris fue de lleno hacia la esquina.

En esas décimas de segundo habrán pasado miles de situaciones por la cabeza de quienes estaban disfrutando de lo que hasta allí era una maravillosa noche. Se veía venir una tragedia que por arte de magia no llegó.

El conductor frenó y el auto se clavó frente a la mirada atónita de todos. Algún creyente dirá que Dios pisó el freno o puso la mano y detuvo el feroz recorrido del Volkswagen Gol. Otros señalarán “tuvimos suerte”. Lo cierto es que el auto se detuvo y los corazones de todos los que estaban sentados volvieron a latir.

Se desata la ira

Al advertir lo sucedido, el conductor del auto improvisó una marcha atrás en el apuro. Logró ganar unos metros pero el vehículo se plantó. Algunos muchachos de la esquina se le fueron encima, como leones hambrientos en busca de su presa.

El conductor, con el vidrio bajo, logró esquivar algún golpe pero no pudo evitar que estalle su parabrisas cuando un hombre lleno de ira lo increpó y le revoleó un vaso con bebida. En el medio, su pareja intentó calmarlo pero lo logró a medias.

Tras la agresión, el automovilista sacó hacia adelante el auto unos metros pero volvió a frenar. Quienes estaban cerca oyeron que increpó a la persona que le arrojó el vaso. Esto recargó la furia de éste que quiso ir por más. Finalmente el conductor huyó. Para suerte de todos.