El otro relajamiento: no ponerse el casco
A esta altura suena cansador y repetitivo asegurar que el uso del casco salva vidas; diríamos que es un debate ya oxidado.
Aunque parezca mentira, en apenas 10 días la Policía Municipal secuestró en controles casi 100 motos, la mayoría de ellas por falta de casco en sus conductores. Pese a todas las medidas tomadas, pese a las campañas, pese a las sanciones, una importante cantidad de personas sigue sin comprender que se trata de un elemento de protección personal de uso obligatorio, quizás creyendo que las muertes o graves secuelas por accidentes son cosas que siempre les pasan a los otros y que no les va a tocar a ellos. Algo así como creer en los Reyes Magos.
Así como también desde la Municipalidad advirtieron una relajación en la comunidad respecto a las medidas sanitarias en el marco de la pandemia por el coronavirus, sobre todo en lo relacionado a reunirse en domicilios particulares y espacios públicos, a la par parece evidente otra relajación que viene de antes de la pandemia y que es la no utilización del casco en los motociclistas. Nada nuevo, por cierto.
Contando San Francisco y Frontera, el año pasado hubo 12 muertos en accidentes de tránsito.
Según confirmaron desde la Secretaría de Gobierno, en cada jornada de control se levantan unas 20 o 25 en promedio, siendo la principal causa la ausencia del casco no solo en los conductores sino también acompañantes. Y eso con pocos controles.
Gran parte de los infractores llevan colocado el tapabocas, también obligatorio, aunque totalmente inútil en el lamentable caso de un siniestro.
Claro que a nadie le gusta pagar multas ni que le secuestren la moto por no usar casco, algo que termina indignando a muchos. Por suerte hay una forma infalible para evitarlo: usar casco. Santo remedio.
Alarmante
A esta altura suena cansador y repetitivo asegurar que el uso del casco salva vidas; diríamos que es un debate ya oxidado. Hasta suena alarmante ignorar los testimonios de quienes sobrevivieron gracias a su uso, muchas contados desde nuestras páginas.
La falta de conciencia vial es una realidad difícil de modificar, no solo en San Francisco sino en cualquier ciudad. De todos modos es necesario analizar la efectividad de las campañas de concientización que se vienen realizando desde antaño. Hubo y sigue habiendo buenas acciones en este sentido, por ejemplo la aplicación del Programa Municipal de Cultura Vial mientras se realizaban las clases presenciales en las escuelas, hoy impedido ante la pandemia. Pero este es un proceso que verá sus frutos, siendo optimistas, a mediano y largo plazo.
Uno de los aspectos positivos que trajo la pandemia seguida de cuarentena fue la disminución de accidentes de tránsito, sobre todo desde marzo a junio, de más de un 50 por ciento respecto al año pasado.
Por eso hay que revisar la manera en que se efectúan los controles y hablamos de cubrir más de un sector o destinar más horas a los operativos para evitar que los motociclistas –o su mayoría- circulen sin casco desconociendo la norma vigente. Pero para ello se necesitaría sumar más policías de tránsito, algo que en la actualidad está lejos de concretarse. Aunque desde la última semana un grupo de voluntarios colabora con el área de Tránsito en este sentido.
No obstante, la responsabilidad principal en este tema no está en el Estado sino en cada uno de los vecinos. Con controles y leyes no alcanza para evitar más muertes si al final evitamos algo tan simple como usar casco. En varias oportunidades justificaron desde el Palacio Tampieri que no se puede poner un inspector en cada cuadra o semáforo, sino que se apela a la responsabilidad vial de los ciudadanos, esa que hoy sigue acostada en modo relax, aunque llevemos puesto un tapabocas.