Sin lugar a dudas, para un apasionado de los fierros clásicos restaurar un auto de la década del 70 y de fabricación nacional es motivo de orgullo y de satisfacción. Pero compartir esa pasión con el “viejo” no tiene precio.

Es el caso de Jorge Brezzo, de Freyre, quien logró restaurar un Ford Falcon Sprint modelo 1975. Su padre, con quien compartía nombre, lo acompañó todo el proceso de restauración pero no pudo verlo terminado ya que falleció unos días antes de que terminen de trabajar en chapa y pintura.

Hoy, Jorge ya lo tiene en su casa, con algunos detalles que pulir y espera llevarlo a encuentros de autos clásicos.

“Mi sueño era armar un Falcon con mi viejo”, aseguró a El Periódico. “Y gracias a él lo pudimos hacer. El auto quedó espectacular, lo que uno esperaba. Mi viejo no tuvo la suerte de verlo porque falleció el 20 de diciembre y no lo pudo apreciar. Me llamaron el fin de semana siguiente para entregármelo”, contó.

“Yo soy de Ford, un amigo me hizo fanático. Y mi papá tuvo un Falcon Sprint modelo 81, pero este es modelo 75. Él siempre dijo: ‘el día que podamos vamos a armar uno’”, sostuvo. Y lo cumplieron.

De la tierra al brillo

Brezzo aclaró que hace dos o tres años que seguían este Falcon con su padre, pero ninguno de los dos largaba prenda: “Un día yo estaba trabajando en una casa, llegó mi papa y me dijo: ‘¿vos viste lo que hay en el galpón?’. Fuimos, me mostró y estaba el Falcón lleno de tierra. Estaba tirado en un galpón”, relató Jorge.

“Él me dijo rápido que le oferte un dinero al dueño para comprárselo. Yo hacía varios años que le decía que me lo venda y no me lo quería vender. Por intermedio de otro amigo le hicimos una oferta: lo compramos, lo sacamos, lo lavamos completo; nos pusimos en contacto con gente de San Francisco y se empezó a restaurar”, explicó.

“Siempre tuvimos el sueño de restaurar un Falcon Sprint y gracias a mi viejo lo pudimos cumplir. Los dos fuimos aportando ideas para la restauración, fue siempre de los dos”, dijo Jorge.

El auto pasó primero por el taller de Benavídez en San Francisco, allí Diego Albarracín y Germán Benavídez se encargaron de realizar los trabajos de chapa y pintura. Luego, Jorge lo llevó al taller de Daniel Rivas. “Ahí se le hizo toda la parte mecánica, de punta a punta. Se hizo todo completo, un gran laburo de Daniel”, destacó. Además, agregó que Leonardo Luna y Alejandro Medrano también tuvieron un aporte fundamental para la restauración.

Detalles y una expo

Jorge explicó que aún restan algunos detalles, es que siempre surge algo para mejorar y para agregar en un fierro de colección. “Ahora le faltan algunos detalles, pero ya está listo. Le quiero poner todos los cinturones, porque este auto venía con dos cinturones nomás, y mi cuñado le está terminando las luces”.

“Lo tengo para el fin de semana, tengo una hija de siete años. Lo quiero para pasear con la familia”, explicó.

Y agregó: “Hay un encuentro clásico en Porteña y quiero asistir. También me invitaron para ir a Crespo, pero con esto del coronavirus no se va a hacer, quería terminarlo para ir ahí”, concluyó.

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