“Daniel está en ayunas”, dijo la voz de un enfermero. Y Daniel se incorporó. Sabía que eso podría significar dos cosas: o le realizarían algún estudio importante o el operativo para su tan ansiado trasplante ya estaba en marcha.

No perdió tiempo y enseguida llamó a un enfermero. Preguntó y tuvo evasivas como respuestas, evasivas que no lo dejaban conforme, sabía que algo pasaría. Como siempre, como durante toda su enfermedad, Daniel no se quedó quieto. Siguió preguntando hasta que alguien le dijo que el operativo estaba en marcha.

Entonces escribió a su esposa, Verónica Gazzera, que se encontraba trabajando en San Francisco, para que viaje urgente a Buenos Aires para una probable cirugía.

“No le querían decir nada por miedo a que la operación se caiga”, contó después, aunque todavía emocionada, Verónica.

A las 17 de aquel martes 19 de junio, Daniel fue trasladado a la sala de cirugía. Ni él mismo podía creer la serenidad que tenía en ese momento. Iba en busca de dos pulmones nuevos, por los que había luchado toda su vida, y sobre todo estos últimos tres años, desde que estaba primero en la lista de trasplantes. Y especialmente estas últimas semanas, cuando sus deteriorados órganos, afectados por una fibrosis quística, le estaban jugando una mala pasada.

La cirugía

“A las 18.30 vimos que llegó la ambulancia de la Swiss Medical y bajaron con una conservadora gigante y pasaron corriendo adelante nuestro”, recordó Verónica, que esperaba junto a la madre de Daniel, Juana.

Unas seis horas duró el trasplante bipulmonar. La cirugía estuvo a cargo deAlejandro Bertolotti, director Asociado de Trasplante Cardíaco y Pulmonar del Hospital Universitario Fundación Favaloro.

Daniel murió y volvió a nacer. En el medio de la operación, luego del trasplante del primer pulmón, el paciente se cortó, es decir, se le paró el corazón por algunos minutos y fueron necesarios los trabajos de reanimación. Pero las ganas de pelearla fueron más grandes y el hombre volvió a salir adelante como tantas veces en estos 36 años.

A las 0.30, fue el mismo cirujano el que les comunicó a Verónica y Juana que todo había salido muy bien, que restaba esperar las primeras horas,cruciales para la adaptación del cuerpo de Daniel a sus nuevos órganos.

Esa noche, Verónica vio por primera vez a su esposo entubado con el respirador artificial. Pero Daniel no lo aguantó y en las primeras horas de la mañana siguiente ya estaba respirando con sus pulmones nuevos. “Los médicos no lo podían creer”, dijo alegre la mujer.

Así fueron pasando las horas, con un Daniel feliz y sus familiares llorando de emoción. El pasado viernes el trasplantado fue trasladado a una habitación común.

“Nací de vuelta”

Afónico por la cirugía, Daniel dialogó solo unos minutos con EL PERIÓDICO para agradecer a Dios, a su San Francisco y a la familia que donó los órganos la posibilidad de seguir viviendo. “A toda mi ciudad, que me apoyó en todo. Y a esa gente que donó estos órganos, gracias Dios. Nací de vuelta”, dijo.

Daniel también tuvo un minuto para referirse a su situación. “Están sorprendidos los médicos por lo rápido que salí. El médico no pudo hacer la cirugía que quería porque me cortaba, se paraba el corazón, llegué justo. Pero pronto voy a estar por allá”, expresó emocionado.

La enfermedad vencida

Daniel padeció durante toda su vida fibrosis quística, una enfermedad genética recesiva que afecta mayormente a los pulmones y también alpáncreas, hígado e intestino. Se caracteriza por el transporte anormal de sodio y cloruros en el epitelio, lo que lleva a secreciones espesas y viscosas.

El trasplante bipulmonar era la única posibilidad de vida que le quedaba. Estuvo tres años y medioen lista de espera, de los cuales, los últimos seis meses, los pasó internado en la Fundación Favaloro de Buenos Aires. En el medio peleó contra el sistema, porque su obra social Apross no le cubría el traslado a la capital. Pero su insistencia pudo más, Boglione logró traspasarse a la obra social de su mujer, Swiss Medical, para llegar a Buenos Aires.