El oficio de la cerrajería es un arte. Así lo entiende Rubén Imhoff, que a sus 74 años aún atiende el local que fundó en 2001 sobre Colón y Belgrano, cuando se independizó de su hermano, también cerrajero. Lo hace junto a sus hijos y demás familiares. En total son seis los miembros de la familia que trabajan juntos.

La labor, como en la mayoría de los casos, llegó a la familia por herencia. En este caso, recuerda Imhoff, fue Romano Francesci, un pionero en San Francisco, el que le ofreció y finalmente le vendió la cerrajería a su hermano Carlos Imhoff, cuando promediaba la década del ’60, enseñándole el oficio. Y Carlos hizo lo propio con Rubén, a quien invitó a sumarse en 1975. Así comenzó todo.

“Él (Francesci) le vende la parte de la cerrajería a mi hermano y le vende a otro señor la parte de afilado. Entonces mi hermano se queda con la cerrajería. Él era metalúrgico, tuvo que aprender todo. Fue en el 67, 68”, recordó Imhoff, que agrega que el local en cuestión quedaba por Bv. 9 de Julio al 1600, donde hasta el día de hoy funciona.

Imhoff destacó que por aquel entonces no era común ver tantos comercios de este tipo, sino que sólo existían dos. 

Todo a mano

Sin dudas, los avances de la tecnología a lo largo de los años repercutieron en todos los ámbitos. También fue el caso de las cerrajerías, en donde el trabajo pasó de ser completamente manual a incorporar maquinarias cada vez más sofisticadas.

Una familia de cerrajeros
Una de las máquinas manuales que conservan.

“Se cambiaba y se reparaba a manija, no había motor”, rememoró Imhoff, que reconoce que el cansancio les ganaba cuando se hacían muchas llaves de manera continua. “Si hacías muchas te cansabas, era todo a mano, todo manual. Después con el tiempo fui colocándoles motores”, sumó.

Entre llaves para casas, candados y automóviles, el nuevo milenio trajo rotundos cambios, relacionados al mundo automotriz. “A partir de ese año comienza la gran tecnología del automotor; empezaron a llegar todos los vehículos con inmovilizador y llaves codificadas”, afirmó.

Los cambios obligaron a la realización de cursos y capacitaciones que les permitieran, a todos los involucrados en el oficio, estar a la altura de las demandas. Eso conllevó a que aquellos que estaban al frente de la firma tuvieran que viajar a Córdoba y Buenos Aires o hasta capacitarse a distancia vía internet.

También por esa época se anexó cierre centralizado y algunas tareas relacionadas a la electricidad y electrónica del automotor.

¿El trabajo más honesto?

Sin dudas, ser cerrajero es un trabajo que requiere de la confianza del cliente. Confianza que en la firma, aseguraron, se ganaron desde un primer momento.

“Es como todo, hay médicos buenos, médicos malos, contadores buenos, contadores malos. Nosotros gracias a Dios nos ganamos la confianza”, sostuvo Imhoff.

Acto seguido añadió: “Ya viene de cuando estábamos juntos (con su hermano), respetamos siempre eso. Siempre hubo gente que por ahí venía y me decía a mí o a mi hermano ‘tomá la llave, andá, hacé el trabajo y cerrá’. Eso siempre lo mantuvimos y lo vamos a seguir manteniendo”, expresó.

Por eso entiende que para hacer un trabajo hay que hacerlo bien. “Hay que hacerlo lo mejor posible. No somos ni los únicos ni los mejores, pero sí nos preocupamos de que todos los días las cosas salgan de la mejor manera posible, que eso es lo que te lleva a hacer grande el negocio”, enfatizó.

Curiosidades

Como cualquier oficio, el del cerrajero tiene sus curiosidades. Entre ellas, el campo de acción, que no acaba en el mostrador del local.

Desde tener que abrir cerraduras de viviendas cuyos moradores yacían fallecidos, participar de allanamientos, hasta presenciar peleas maritales u otro tipo de situaciones incómodas, son algunos de los gajes del oficio, aseguraron tanto Rubén, como sus hijos Diego y Mariano. También lo es la realización de viajes a la zona, para brindar el servicio donde no lo hay.

Los tres resaltaron que se trata de un trabajo que no tiene horarios. Por el contrario. Muchas veces son requeridos para servicios de urgencia, fuera del horario comercial, por contratiempos.

“El domingo, por ejemplo, auxilié a un camionero que estaba de paso. Se le quebró la llave y tuve que venir a hacerle la copia porque si no, no podía moverse. Si no puede uno, puede otro. Estamos todos continuamente dando vueltas”, afirmó Diego.

Mariano agregó: “A veces vienen de afuera, de Brasil, de Chile, personas que están de paso, porque esta ruta conecta con todas las rutas, por percances con motos o autos”.

A su vez Rubén sumó: “El otro día vino un señor de Brasil que no consiguió que le hicieran la copia de una llave. Como tenemos conexiones, les dijeron que si iban a Córdoba pasaran por San Francisco, que acá se las íbamos a hacer. Y el señor se fue con su llave”.

Continua formación

El oficio del cerrajero está muy lejos de ser estático. Por el contrario, requiere continua inversión y capacitación.

Una familia de cerrajeros
"Tenés que tener todas las llaves, todas las clases de cerradura", explica Mariano, hijo de Rubén.

“Siempre tenés que estar comprando algo, continuamente hay que invertir. Tenés que tener todas las llaves, todas las clases de cerradura. Aparece una fábrica de cerraduras nueva y tenés que tener todo. Por ejemplo ahora se trabajan llaves de polímero, esa es una novedad de hace dos o tres años. Cada tanto aparece algo nuevo. Últimamente está tranquilo el tema de capacitaciones, porque llega un momento en que comprás la máquina y lo hacés solo, no es que tenés que ir a capacitarte, ya le buscás la vuelta. Vas aprendiendo solo y vas inventando cosas solo. Los cursos te dan el conocimiento básico y después tenés que renegar y arreglártela vos y ya sabés lo que tenés que hacer”, reconoció Mariano.

Rubén añadió: “Hay llaves que no se pueden hacer más a mano o con lima, sino sí o sí con máquinas y con códigos. Todos los años salen autos nuevos y vos tenés que ir comprando los programas. Hay cosas que tenés que ir aprendiendo vos sin depender de nadie”.